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Cada 25 de noviembre, las feministas salen a las calles y mandan un mensaje claro: no es suficiente con conmemorar. Hay que actuar, exigir y resistir, porque mientras exista una sola mujer que viva con dolor o miedo por el hecho de serlo, la lucha para erradicar la violencia machista seguirá siendo necesaria. El feminismo recuerda, sin embargo, que el cambio no vendrá solo, sino que acabar con los asesinatos, el maltrato y el tormento requiere recursos y compromiso político, pero sobre todo acción colectiva. Los lemas, por potentes que sean, a menos que se traduzcan en presupuestos, en leyes efectivas y en conciencia social, seguirán siendo solo palabras.
Las cifras son devastadoras. En España, al menos 1.285 mujeres han sido asesinadas desde 2003 en crímenes machistas contabilizados, año en que se comenzaron a registrar oficialmente estos datos. Este año, entre enero y mediados de noviembre, ya son 40 las mujeres que han perdido la vida a manos de sus agresores. Mientras que, desde el 1 de enero de 2013, 61 niños y niñas han sido asesinados en este tipo de contextos.
Se sabe, no obstante, que este número no incluye otras violencias invisibilizadas como los suicidios derivados del maltrato, las agresiones psicológicas o la violencia económica. Tampoco se recuentan el resto de víctimas físicas y emocionales que deja el asesinato de una madre, una hermana, una hija, una abuela o una amiga. Ni existe modo alguno de cuantificar el temor cotidiano por saber si tu niña volverá bien a casa después de una fiesta, la culpa por no haber sabido aconsejar, prevenir o escuchar lo suficiente; la sensación de indefensión cuando caminas sola o el no saber cómo seguir adelante después de haber sido agredida por alguien en quien depositaste tu confianza.
Asamblea 8M de Madrid: "Salimos a la calle para dar apoyo a quienes no pueden denunciar y a las que lo han hecho, para que no se queden solas"
Con todo, hay cicatrices recientes que han marcado una agenda que, aunque la ultraderecha y la derecha cómplice no han dejado de atosigar, ha demostrado más que nunca la fortaleza feminista en las asambleas y los barrios. Es probable que la rectificación de la sentencia de La Manada, el rechazo generalizado al beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso, la sentencia de Dani Alves, el arrojo de Gisèle Pélicot o la dimisión de Íñigo Errejón no se hubieran producido si no hubiera habido detrás un movimiento feminista bien arraigado en nuestra sociedad, heredero de décadas de luchas que preceden incluso al franquismo.
Las mujeres han encontrado, de algún modo, la manera de dar un paso adelante. Se ha visto con el caso de Ramón Paso –hay que recordar que la Fiscalía Provincial de Madrid denunció al dramaturgo y al guionista a partir del testimonio de 14 mujeres por varios delitos de índole sexual–. Los presuntos delitos, recogidos hace unos meses por Público, incluyeron agresiones sexuales, en algunos casos de carácter continuado, acoso, hostigamiento, coacciones y delitos contra la integridad moral. Igual ocurrió con las tres mujeres que aseguraron –a través de una investigación del diario El País– haber sufrido violencia sexual por parte del cineasta Carlos Vermut, ganador de la Concha de Oro de San Sebastián con Magical Girl.
No es casualidad que este año el lema de la gran manifestación convocada por la Asamblea 8M de Madrid, que recorrerá las calles de la capital, sea "Juntas el miedo cambia de bando"; o que en Barcelona la marcha organizada por el colectivo Novembre Feminista lo encabece el lema "¡La vergüenza y el miedo, para los agresores! ¡Gobiernos y Estados, asuman sus responsabilidades!". Se trata de una muestra de que el 25N no es solo un recordatorio de las vidas perdidas, sino un llamamiento a no olvidar los casos que exponen a diario las costuras de un sistema que no deja de fallar.
Conviene no perder de vista que solo uno de los agresores de Gisèle Pélicot ha pedido perdón tras admitir que sí la violó. Mientras, una docena de inculpados han admitido que "se acostaron" con ella, pero siempre con excusas, como la de que fueron manipulados por Dominique Pélicot. Todos niegan que fueran conscientes de que la víctima estaba drogada e inconsciente cuando se metieron en su cama.
Tampoco está de más tener presente que, a pesar de que durante años Íñigo Errejón no titubeó al posicionarse como defensor de la justicia y la reparación para las mujeres que denunciaban violencia machista, ahora que es él quien enfrenta una denuncia por agresión sexual –acusado por la actriz Elisa Mouliaá– ha dado un giro en su discurso y, como explicaba hace unos días en una conversación con Público María Naredo, parece estar siguiendo "el buen el manual de la defensa de los agresores". El procedimiento judicial se encuentra actualmente suspendido debido a la baja maternal de la abogada de Mouliaá. Si bien en su recurso la defensa de Errejón ha calificado esta medida como una "maniobra dilatoria".
En 2023, fue el movimiento #SeAcabó el que evidenció cómo la violencia machista sigue presente incluso en contextos públicos. Este año, parece que un nuevo #MeToo se ha desatado a raíz de los testimonios contra Errejón, aunque diferentes colectivos feministas como la Asamblea 8M insisten en que "la violencia cotidiana y estructural no necesita un evento mediático para ser visibilizada y combatida". Movilizaciones en Sevilla, Barcelona, Madrid, Santiago, Bilbao y otras miles de ciudades y pueblos prometen hacer del miedo y la vergüenza un arma propia contra quienes perpetúan el silencio y la impunidad.
¿Qué ha cambiado este 25N?
Si se echa la vista un año atrás, se puede ver cómo el 25N estuvo marcado en términos generales por una apuesta por la sororidad y el empoderamiento colectivo. Aprender a decir "basta" juntas, bajo una unidad que no borra las diferencias, sino que las celebra como fuente de legitimidad en la batalla contra el patriarcado, el capitalismo o el colonialismo. El énfasis estaba en tejer alianzas frente a una violencia machista que confina a sus víctimas en sus hogares, despolitiza y privatiza sus causas.
Montse Benito, del colectivo Novembre Feminista, explica que este 25N de 2024 se exige que el foco de la culpa y el miedo dejen de recaer en las víctimas
En 2024, la reivindicación da un paso más allá y se dirige de manera directa hacia quienes perpetúan las agresiones o permiten su impunidad. En palabras de Montse Benito, del colectivo Novembre Feminista, se exige que el foco de la culpa y el miedo deje de recaer en las víctimas y apunte directamente a quienes les victimizan y a las instituciones "cómplices".
No parece coincidencia que en Petrer (Alacant), el Ayuntamiento haya impulsado la campaña "Tu silencio te hace cómplice", que en Gipuzkoa se haya lanzado el contundente lema "No más excusas", que en Puerto de la Cruz se haya aprobado la iniciativa "No seas cómplice de las violencias sexuales" o que el Movimiento Feminista de Euskal Herria se haya decantado por la idea: "La vergüenza va a cambiar de bando". Las feministas han empezado a reclamar una rendición de cuentas.
Este cambio de enfoque no solo refleja una evolución en el discurso, sino también en las prioridades del movimiento. Desde la Asamblea 8M de Madrid recuerdan que "el cambio social no ocurre de un año para otro" y reivindican que, de hecho, es ahora cuando las disputas emprendidas en las últimas décadas están floreciendo: temas como la cultura de la violación y las agresiones sexuales, antes silenciados, son ahora parte del debate público. En este sentido, "el foco también se está desplazando", afirman, evidenciando un cambio de mentalidad y en la narrativa social.
Este giro tiene, a su vez, implicaciones prácticas. Se busca que la vergüenza deje de ser el peso que cargan mujeres, lesbianas, personas trans y otras identidades disidentes que soportan la violencia machista, y recaiga en quienes participan de estas agresiones o las sostienen desde las estructuras de poder.
Los colectivos feministas señalan que la falta de políticas efectivas en ámbitos como la vivienda, el empleo o la educación también forma parte del entramado y ponen el foco especialmente en las mujeres migradas, a quienes leyes como la de extranjería y la situación en los CIE les exponen a agresiones adicionales, tanto institucionales como sociales. Por eso, insisten desde la Asamblea del 8M: "Salimos a la calle para dar apoyo a quienes no pueden denunciar y a las que lo han hecho, para que no se queden solas".
El 016 atiende a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas del día y en 52 idiomas diferentes, al igual que el correo 016-online@igualdad.gob.es; también se presta atención mediante WhatsApp a través del número 600000016, y los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10.
En una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062) y en caso de no poder llamar se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
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