Entrevista a Arturo Colorado Castellary“El arte como botín de guerra es sencillamente un robo”
Catedrático y profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid y experto en la incautación de arte durante el franquismo.
![Fotografía de Arturo Colorado Castellary Fotografía de Arturo Colorado Castellary](https://imagenes.publico.es/files/image_horizontal_mobile/files/fp/uploads/2025/02/06/67a4d60706338.r_d.465-413-4499.jpeg)
Londres-
Arturo Colorado Castellary es catedrático y profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid, en la que aterrizó desde que se licenció en la Universitat de València cuando Franco dormía cada noche en la cama (1974). Entre València y Madrid ha trabajado en numerosas universidades extranjeras labrándose una sólida producción bibliográfica -demasiado grande, incluso para resumirla- y una voz autorizada en la incautación de arte y patrimonio cultural en la Guerra Civil y el franquismo. Un tema, el del arte requisado, de los conocidos como work in progress o de los que no se ve el final.
¿Qué le llevó a estudiar el arte, y el patrimonio cultural, incautado por el franquismo: lo artístico, lo político y/o lo histórico?
El punto de partida fue histórico-artístico, mi especialización; me remonto a inicios de los años ochenta, trabajaba y residía en Lyon. Viajé a Ginebra para investigar sobre las pinturas que Josep María Sert realizó para la Sociedad de Naciones y allí descubrí, gracias a un amable archivero, una documentación inédita sobre la evacuación del Museo del Prado en 1939. El tema me entusiasmó y así, acudiendo a otras fuentes, pude investigarlo y publicar dos libros. A partir de ahí la pregunta fue: ¿qué hizo el franquismo con los miles de obras evacuadas y devueltas a España?
¿La operación de la Segunda República Española para salvar el patrimonio artístico (camiones cargados de cuadros bajo las bombas, de aquí para allá) tiene parangón en Europa o en el mundo?
Es una de las gestas de salvamento del patrimonio más importantes de la historia. Exactamente fueron 71 los camiones cargados con obras de arte por las fuerzas republicanas en los depósitos de Cataluña -Peralada, Figueres, La Vajol…- y a pesar de las condiciones más adversas -el bombardeo de los aviones de Franco y de sus aliados nazis y fascistas, el éxodo de los refugiados…- pudieron ser conducidos hasta el sur de Francia y de allí llegar en tren hasta Ginebra. En ellos se transportaban unas 500 obras del Prado junto a miles de múltiples procedencias; lo más importante del patrimonio español. Si esta empresa hubiera sido americana se hubiera hecho una película espectacular, una epopeya intensa en emoción, gestas e intriga.
Usted y su equipo han inventariado 17.000 obras requisadas en la guerra y el franquismo. ¿Han acabado el trabajo o está en proceso permanente?
Esta investigación no está acabada y seguimos trabajando en ella. Calculo que puede haber más de 40.000 piezas artísticas por investigar: su origen durante la guerra y su destino en la posguerra. En la posguerra se produjo la mayor diáspora de obras de arte de nuestra historia. El problema es que la administración no ha querido afrontar y asumir esta investigación en toda su amplitud. El Museo del Prado sí decidió asumirla en lo que respecta a sus fondos; me llamó para dirigir la investigación y el resultado fue que en sus fondos hay 70 obras confiscadas, de las que de algunas de ellas se puede localizar su propietario de origen.
¿Lo conocido como botín de guerra, y desamortizaciones en la España del XIX, es la fórmula más frecuente para el saqueo cultural?
Las desamortizaciones eclesiásticas tuvieron una consecuencia fundamental en el cambio de manos de numerosas obras de arte, que fueron compradas a precios muy bajos y así es como se formaron o engrosaron algunas colecciones particulares de importancia. Sin embargo, el arte como botín de guerra es sencillamente un robo, a partir de la derrota del enemigo y la confiscación de sus bienes.
¿Qué diferencia hay en términos cuantitativos y operativos entre el expolio nazi a los judíos y el franquista a los republicanos?
El expolio nazi se cebó fundamentalmente en las colecciones judías, utilizando todos los medios a su alcance, desde leyes específicas, pasando por compras encubiertas llegando a la simple confiscación. En el caso del franquismo, el expolio artístico tiene varios procedimientos: la no devolución a su propietario y la entrega a otros, como sería el caso de las obras de los exiliados; el más conocido es el de Pedro Rico, alcalde republicano de Madrid, que marchó al exilio en Francia. La segunda vía fue la de la confiscación directa de los represaliados durante la inmediata posguerra, como fueron los casos de Ramón de la Sota, nacionalista vasco, o del coronel republicano José Sicardo y su mujer Mariana Carderera. Y, finalmente, los daños colaterales o los damnificados por la desidia franquista.
La ley de la Memoria Democrática incluye la devolución de los bienes confiscados. ¿Se aplica mucho, poco o nada?
Prefiero dejar las cuestiones jurídicas a los abogados. El artículo 31 de la Ley de Memoria Democrática establece la investigación de las incautaciones a los republicanos y la realización de una auditoría sobre los bienes expoliados. La ley marcaba un año para dar los resultados del inventario de bienes requisados. El Ministerio de Cultura se ha limitado a investigar las obras confiscadas en diez museos nacionales; creó una web con este cometido y, por cierto, el buscador ni siquiera funciona. Hemos localizado más de 35 museos que tienen obras confiscadas, además de ministerios, gobiernos civiles y militares, universidades, Iglesia o particulares. De todas ellas el Ministerio de Cultura no ha dicho nada.
¿La exposición al público -la obsoleta razón del Museo Británico para guardar los mármoles del Partenón griego- o la ocultación en un almacén de obras de arte pueden ser motivos para ser reintegradas?
Esa diferenciación, que parece que ha hecho el Ministerio de Cultura, resulta un tanto absurda e injusta. Según esta perspectiva, está dispuesto a devolver las obras que están guardadas en los almacenes, pero no las que están expuestas y, por lo tanto, las más importantes.
A la Iglesia española se le han entregado centenares de obras requisadas en la posguerra. En cambio, la institución no repone nada. ¿Tiene la Iglesia patrimonio que no es suyo?
Por supuesto que sí. La Iglesia es una de las grandes beneficiarias de la confiscación franquista de bienes expoliados. La cifra resulta difícil de cuantificar pues fueron dos las vías de llegada de obras a la Iglesia en la posguerra: la entrega en depósito, que sí se puede localizar por la documentación, y aquellas entregas de obras que las iglesias o conventos destinatarios juraban “por Dios y por su honor” que eran suyas, lo que en muchos casos era falso. Existen numerosas peticiones de conventos de obras de arte aduciendo lo mucho que perdieron en la guerra a mano de los “rojos”, y los franquistas se las daban como si fueran de su propiedad, obviando su origen. Y el caso extremo es el de las entregas a instituciones eclesiásticas que no habían sufrido la guerra, como el monasterio de Silos (32 bienes entre pinturas, tapices o piezas de orfebrería) o el palacio episcopal de León (ocho pinturas de los siglos XVI al XVIII) con destino en este caso a la decoración del salón del trono. Que yo sepa, la Iglesia no ha dicho nada sobre la identificación y restitución de estos bienes que no son suyos.
La restitución de obras de arte a los herederos de Ramón de la Sota o de Pedro Rico, ¿son el inicio de un proceso imparable o hechos simbólicos?
El proceso va muy lento. Se han devuelto a los herederos De la Sota dos cuadros que se encontraban en el Parador de Almagro y una obra hallada en el ayuntamiento de Burgos; y cinco cuadros a los herederos de Pedro Rico, que estaban en el Museo Casa Colón de Las Palmas de Gran Canaria. Se puede comprobar con ello la diáspora de obras que protagonizó el franquismo: Almagro, Silos, León, Las Palmas… Las devoluciones han partido de la Secretaría de Estado de Turismo, el Ayuntamiento de Burgos o el Cabildo de Gran Canaria.
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