Los actores y actrices denuncian la precariedad del sector: "La situación es terrorífica y va a peor"
Cuarenta años después de la huelga de actores de 1975, los intérpretes critican la fragilidad de la profesión.
![teatro Escena de la obra teatral Algunos días, de Cristina Rojas. Centro Dramático Nacional](https://imagenes.publico.es/files/image_horizontal_mobile/files/fp/uploads/2025/02/03/67a11982aa45f.r_d.1341-1039-2981.jpeg)
Madrid--Actualizado a
El 4 de febrero de 1975, los actores y actrices españoles se declararon en huelga para reclamar sus derechos laborales. En pleno franquismo, reivindicaron una jornada de descanso y la función única, porque en el teatro se trabajaba todos los días, lo que sumaba catorce representaciones a la semana. Tampoco cobraban los ensayos, aunque hoy la situación tampoco es halagüeña.
"Si tienes que ensayar seis semanas, sabes que durante ese tiempo vas a tener un sueldo muy bajo, al que tienes que restar los gastos de desplazamiento. Una vez que se estrena la obra, la situación no es para llorar, pero sí que resulta más dificultosa para quienes tienen un caché pequeño", explica el actor Secun de la Rosa mientras regresa del Festival de Teatro de Málaga, donde ha representado Casting Lear.
El convenio madrileño de 2024 fija el cobro de 57,75 euros por ensayo para todas las categorías, mientras que el estatal del sector audiovisual establece una retribución de 61,58 euros para un protagonista o secundario, aunque la cifra baja a 49,27 euros para los papeles de reparto. "Ya es difícil trabajar, pero si lo consigues, en el teatro luego se paga poco", se queja el actor, que se ha prodigado en las tablas, en el cine y en la televisión.
El informe sociolaboral de la Fundación AISGE publicado en 2024 ofrece unos datos desalentadores: ocho de cada diez artistas españoles ingresan menos de 12.000 euros al año y la mitad no llega a los 3.000 euros. Peor lo tienen los desempleados, porque el 46% no cobra el paro. "La gente que gana mucho dinero es la punta del iceberg, el resto vive arañando sueldos", puntualiza Secun de la Rosa.
Cristina Rojas compatibiliza la interpretación con otras labores dentro del sector. "Yo hago de todo, porque trabajar solo de actriz es muy complicado, por eso empecé a escribir y a dirigir teatro. Además del talento y la dedicación, también influye la suerte, por lo que si no llegan los papeles una misma tiene que generar el trabajo", comenta la fundadora de la compañía Tenemos Gato.
Hace dos años, llevó a escena en el Teatro María Guerrero algunos días, coproducida por el Centro Dramático Nacional. Dirigida y escrita por ella, también actuaba junto a otros seis intérpretes. Ahora figura ella sola en el cartel de A bombo y platillo, que se representa en el Teatro Lara. "Me gustaría que hubiese más mujeres en el escenario. Sin embargo, pese a que la compañía nació en 2008, nuestros montajes tienen que ser pequeños, porque mover una obra grande y girar con mucha gente es muy difícil", se lamenta.
"Yo he dejado de escribir una obra porque tenía muchos personajes: ¿cómo iba a ser capaz de llevarla a escena? Cuando escribo, sueño a lo grande, pero la realidad me baja al suelo", reconoce Cristina Rojas. "Me parece la profesión más bonita del mundo, aunque también de las más difíciles, porque somos muchas personas las que queremos acceder a ella". La mayoría no tendrá suerte: "En el teatro comercial, a veces no se busca al mejor intérprete, sino a quien va a proporcionar más visibilidad y venta de entradas".
El sistema se aprovecha de la competencia. "Muy pocos llegan a vivir de la interpretación y las producciones juegan con eso, lo que lleva a aceptar condiciones precarias y a veces abusivas. Aunque sepamos que son injustas, no tenemos otra opción porque queremos trabajar", cree la actriz María Morales, convencida de que otro de los problemas del sector es que "el circuito ha mermado y muchos teatros se han visto obligados a cerrar".
"Ahora es dificilísimo que una compañía sobreviva, excepto en comunidades como Catalunya, País Vasco o Galicia, con un circuito en su idioma propio", añade Morales, candidata a la mejor actriz revelación por Todas las mujeres en los Premios Goya de 2014. "Otro problema es que no hay continuidad, porque hasta las series y obras de éxito tienen un fin", reflexiona la actriz, quien deja claro que "no aspiramos a un trabajo fijo", aunque la estabilidad es una quimera cuando hay menos espacios.
El informe sociolaboral de AISGE señala "el carácter intermitente de los empleos artísticos y su imprevisibilidad en muchos casos", mientras que "los empleos de cierta duración son excepción en el sector, las plantillas estables tienden a desaparecer o reducirse y lo más habitual, a menudo, son las altas y bajas diarias en la Seguridad Social, en función de las necesidades de producción". Así, un intérprete podría trabajar solo dos o tres días en un trimestre.
Secun de la Rosa pone ejemplos que le han tocado de cerca. "Han llegado a decirme: Este año he tenido seis días de trabajo acumulados en el audiovisual: tres sesiones sesiones en una serie y tres en otra. Y en teatro menos mal que me salió una obra, pero tuve pocos bolos. Yo me considero afortunado, aunque la estabilidad en el mundo del espectáculo es muy complicada y hay que pensar en los compañeros", afirma el actor y director, cuyas obras Las piscinas de la Barceloneta y Los libros ardieron se representan en el Teatro del Barrio.
Ignacio Martín Pina, responsable institucional de la Unión de Actores y Actrices, rememora los 40 años de lucha "constante" desde que los pioneros de la huelga de 1975 decidieron plantarse para mejorar sus derechos. Ahora, asegura, su sindicato sigue peleando para tener las mismas condiciones que el resto de los trabajadores. Basta pensar que hasta 1986 los artistas no fueron integrados en el Régimen General de la Seguridad Social.
"Queremos que las normas se adapten a la intermitencia a la que están abocados y de la que no pueden escapar. Por ello necesitamos un desempleo que sea ágil y una jubilación digna para quienes llevan décadas trabajando", exige Martín Pina. Una intermitencia que, a su juicio, impide ver la panorámica del sector y oculta la discriminación que sufren las mujeres, que trabajan menos días al año y cuyos ingresos son un 40% más bajos que el de sus compañeros, según el estudio de AISGE. "Nos gustaría que la Administración se involucrase para eliminar la brecha salarial", insiste el portavoz de la Unión.
"Con un personaje protagonista me pagaban menos que a un actor secundario", recuerda María Morales, quien cree que ahora hay más dramaturgas, directoras, guionistas o productoras, aunque matiza que han aumentado en proporción al volumen de producciones, por lo que todavía falta mucho camino por recorrer. "Las cuotas han jugado a favor, al menos para poder meter la cabeza y para que haya personajes femeninos con historias propias".
Sin embargo, otro obstáculo al que se enfrentan es la edad. "A partir de cierto momento, se ven expulsadas del mercado de trabajo. Aunque ha habido avances, se sigue dando la paradoja de que a las actrices se las ve como objeto de deseo o como cuidadoras —es decir, como abuelas—, lo que fuerza a muchas a dejar la profesión en un momento en el que, por experiencia, pueden dar lo mejor de sí", critica Martín Pina.
Cristina Rojas también lo ve así, sobre todo en el teatro comercial, aunque considera que ellas "lo tienen peor en todas las profesiones". Ahora bien, como autora y en sus producciones, le interesan los personajes de mujeres maduras. "Nosotras seguimos luchando porque espero que el verdadero cambio al menos se produzca en la generación de mi hija". Las producciones televisivas al menos cada vez son más inclusivas, ¿pero dan más trabajo?
"La precariedad sigue siendo parte estructural del sistema", deja claro María Morales. "Las plataformas han aumentado el nivel de producción y contenido, aunque se han precarizado más el sueldo, el tiempo, la preparación y los puestos de trabajo. Ahora se hace en dos meses lo que antes se hacía en cuatro, con menos personas y salarios más bajos. Da la sensación de que hay más trabajo, pero es de peor calidad. Y el teatro está todavía peor porque hay muy poca producción pública y han empeorado las condiciones de la privada".
El portavoz de la Unión de Actores y Actrices cree que se está dando una paradoja: "Estamos en un buen momento para la industria audiovisual, hay más producciones que nunca y parece que las empresas y plataformas van mejor. Sin embargo, eso no está llegando a los trabajadores: los teatros públicos no hacen pruebas abiertas, hay menos castings y cada vez se premia menos a aquellos actores que estudian y se forman", denuncia Martín Pina. "Me da la sensación de que el mercado está muy cerrado y eso provoca que al final sea una carrera de obstáculos para meter la cabeza".
¿Acaso trabajan siempre los mismos? "No quiero caer en el tópico, pero sí tienes cierto nombre te llaman más", cree Cristina Rojas. El Centro Dramático Nacional o el Teatro Español son imprescindibles, pero en el terreno comercial a veces no se busca al mejor intérprete, sino a quien va a proporcionar más visibilidad y venta de entradas". Martín Pina alude, en ese sentido, a "una sensación de cierre por parte de las empresas y de falta de oportunidades", porque "a los intérpretes les frustra que los elijan antes por el número de seguidores que por el trabajo duro".
Secun de la Rosa cree que "el teatro público cuida más al trabajador", pero también aboga por el impulso de la escena independiente, repleta de "gente que ama el oficio" que no consigue vivir exclusivamente de su oficio. "Aunque el arte y la cultura son capaces de cambiar el mundo, la sociedad considera que no es una profesión indispensable y las instituciones no nos respaldan lo suficiente, como si el espíritu y el alma quedasen relegados a una posición secundaria", se lamenta Cristina Rojas.
Cuarenta años después de la histórica huelga, "la situación actual es tremenda", cree el veterano actor, director teatral y dramaturgo Juan Margallo. "Hay gente que gana dinero, pero la mayoría tiene que desempeñar otro trabajo", añade el miembro de la Comisión de los Once que capitaneó las protestas de 1975.
La actriz Petra Martínez logró vivir de su trabajo, aunque reconoce que ahora es muy difícil consolidarse: "Cuántos jóvenes con tantas ganas que lo tienen complicadísimo para lograr una estabilidad". Otro compañero de lucha, Roberto López-Peláez, no ve la luz: "La situación en el teatro es terrorífica y va a peor. Existe una precariedad brutal". Y lo dicen quienes trabajaban toda la semana, sin descanso alguno, dos funciones al día y sin cobrar los ensayos.
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