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Godzilla: rey de los monstruos Godzilla vuelve para aterrorizar a los fans del tokusatsu

El nuevo ‘Godzilla: rey de los monstruos’, adornado con todos los tópicos de acción del cine americano, se deja por el camino buena parte de la jugosa esencia de los tradicionales kaiju japoneses.

Escena de ‘Godzilla: rey de los monstruos’.

A Hollywood se le da de perlas ordeñar las vacas ajenas. Godzilla, el más conocido símbolo cinematográfico del apocalipsis nuclear, cayó en sus manos hace tiempo, aunque muchas de sus producciones llevaban todavía el sello creativo japonés. Ahora ha vuelto, de la mano de Michael Dougherty, un director de cine de terror, que no se apiada ni un pelo de los fans auténticos del tokusatsu y empapa de barniz americano su película.

“Menos mal que está de nuestra parte”. Sí. Godzilla ha regresado y aunque esta vez –‘Godzilla: rey de los monstruos’- lo hace para defender a la humanidad, el desastre ecológico que ésta ha ocasionado en el planeta ha provocado una reacción en masa. Dieciséis kaijus han reaparecido en el planeta y un grupo de ‘ecoterroristas’ –en la lógica de cualquiera con sentido común serían los buenos- ha despertado también a la gran bestia, a Ghidorah (Monstruo Cero), un terrorífico y gigantesco dragón de tres cabezas.

Mientras unos monstruos defienden a los seres humanos, otros se los quieren cargar y aniquilar de paso a Godzilla y hacerse con el reinado de las gigantescas criaturas. Una agencia cripto-zoológica, el gobierno americano, por supuesto, su ejército, y los mencionados ecoterroristas, todos ellos con una familia destrozada por la tragedia por en medio, intentan solucionar la catástrofe que han provocado.

Kyle Chandler, Vera Farmiga y Millie Bobby Brown son la valerosa familia. El resto del reparto interpreta personajes que hemos visto miles de veces y los interpreta igual que las miles de veces que los hemos visto. Se aparta del registro convencional el gran Bradley Whitford, aunque su papel no da para mucho. Lo mejor, los monstruos, aunque la batalla final la vence el aburrimiento. En palabras de uno de estos personajes, arquetipo del hombre americano del cine, “Que Dios se apiade de nosotros”.

Crítica feroz al horror nuclear

Los kaiju, esas ‘bestias extrañas’, criaturas gigantescas que surgen de una brecha en el mar y amenazan a la humanidad o la protegen, se merecen algo mejor. Al fin y al cabo son las grandes estrellas del tokusatsu y tienen una historia de más de sesenta años en el cine.

Antes de que estos monstruos de proporciones colosales asomaran a la gran pantalla, había llegado Godzilla, el verdadero causante de la siguiente ola de engendros, nacidos casi siempre para enfrentarse a él. Fue su ‘padre’, Tomoyuki Tanaka, quien decidió que el origen de esta criatura estuviera en unas pruebas nucleares en el Pacífico.

De aquella aberración atómica nació Godzilla, un ser que pertenece a la especie de los dinosaurios mutados, mide 180 metros y pesa 3.000 toneladas. Apareció en el cine por primera vez en 1954, de la mano de Ishiro Honda, en Gojira (Japón bajo el terror del monstruo, conocida como Godzilla), una película que hoy es el gran clásico de los kaijus cinematográficos y una crítica feroz al horror nuclear y la guerra. Maquetas, reproducciones a escala de las ciudades, y un especialista dentro de un traje de lagarto hecho de látex.

La tragedia de los monstruos

En Occidente ya habíamos vivido el terror del gorila gigante escalando rascacielos con el King Kong de 1933, pero la tradición nipona de monstruos se ha esmerado tanto desde su primer Godzilla que es de justicia dedicarle el reconocimiento que se merece. Y agradecer la invención de la gran familia kaiju del cine. El mismo Ishiro Honda siguió ingeniando monstruos hasta 1975. Rodan, Mosura, Gorath, Dogora, Ghidorah, Mechagodzilla…

Honda, amigo de Kurosawa y director auxiliar en algunas de sus películas, creó su propia filosofía alrededor de este género y estas criaturas. “Los monstruos nacen demasiado grandes, demasiado fuertes, demasiado pesados, esa es su tragedia”. Esa y la radiación que invadía Japón, como la de la isla de Beru en la que vivía Mosura (Mothra), su divinidad protectora.

Medio mariposa, medio polilla gigante, en Mosura (1961) la deidad tenía que ir a Tokio a liberar a las shobijin, dos gemelas diminutas que custodiaban la isla y habían sido raptadas por un individuo que pretendía explotarlas artísticamente. Las gemelas usaban sus poderes místicos para revivir al gusano gigante mediante telepatía.

Escena de 'Japón, bajo el terror del monstruo'.

Escena de 'Japón, bajo el terror del monstruo'.

"Surgieron de las profundidades del mar"

Cuatro años después, Yonejiro Sito creó a Gamera, surgida de unas pruebas atómicas realizadas por los americanos en la Antártida. Conocido en EE.UU. como ‘Gamera el Invencible’ y posteriormente como Gamera: el monstruo gigante, este ser pertenece a la especie de las tortugas gigantes, mide entre 55 y 80 metros y pesa entre 80 y 1.200 toneladas. Apareció en el cine de la mano de Noriaki Yuasa en una película en blanco y negro con la que este kaiju sucesor de Godzilla alcanzó su propio éxito.

El Festival Internacional de Cine de Tokio recibió en 2000 la primera aparición de Magaguirus en la gran pantalla, en ‘Godzilla contra Megaguirus’, de Masaaki Tezuka. Aquí, de nuevo, la energía atómica era la responsable, la que animaba a luchar a muerte a ambos monstruos. El dinosaurio mutado peleaba sin cuartel contra esta criatura de 50 metros de alto y 12.000 toneladas de peso, una libélula gigante que se metía en medio del enfrentamiento que mantiene Japón contra Godzilla, que ha vuelto a aparecer para aterrorizar al país.

Desde el primer Godzilla a hoy, decenas de películas han mantenido vivos a los kaijus, pero, sin duda, el que mejor y con más amor por el cine los ha resucitado ha sido Guillermo del Toro con Pacific Rim (2013). “Siempre creímos que los alienígenas llegarían de las estrellas, pero surgieron de las profundidades del mar. El primer kaiju tomó tierra en San Francisco, el segundo cayó sobre Manila y el tercero sobre Cabo San Lucas, y entonces supimos que esto no iba a parar”.

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