Madrid
Actualizado:Militante desde muy joven en el Partido Socialista Popular, cuando los socialistas eran "más rojos que ahora, aunque a veces te encontrabas con socialdemócratas". Julia Pareja Corzo fue concejala del PSOE del Ayuntamiento de Salamanca y sigue siendo una referente para las feministas de Castilla y León. Psicóloga de formación, empezó trabajando en la Asociación de Ayuda a la Mujer de Plaza Mayor, una de las primeras en atender a las víctimas de violencia machista.
Irreverente, irónica y profundamente cariñosa a la vez. Roja hasta la médula, aunque admite sin temor tener amigos de todos los colores: "Si quieres empezamos a tiros. Pero me parece más inteligente que te lleves bien con tu adversaria política aunque piense diferente". Esta elegante señora parece haber salido directamente de las páginas de Agatha Christie. El abrigo satinado y el paraguas colorado que usa como si de un bastón de madera maciza se tratara, recuerda la misma desenvoltura con la que Miss Marple hacía su ingreso en las vidas de los demás, con el fin de desentrañar una trama bien enredada.
No le gustan los halagos, y menos las etiquetas oficiales: "Soy una persona normal. Defendía lo que se tenía que defender por un sentido de la justicia. No es justo que por ser mujer no te admitan. No es justo que por ser mujer no te valoren lo mismo. No es justo. Y ya está". Nos comenta sentada en un bar del centro de Madrid, mientras desayuna pantumaca y café con leche. "Vamos a este bar, hacen buen café y no te roban", nos convence con una sonrisa pícara.
"Si no sabes cómo vivían en el XIX no puedes valorar lo que ella hizo", afirma Pareja
Me reúno con ella para hablar de su último libro, Una habitación decente, la biografía detallada de su tatarabuela Paula Miralpeix. "Las narices que tuvo, lo valiente que fue... Trabajó estando casada, y al mes del matrimonio se quedó viuda con una niña pequeña. Si no sabes cómo vivían en el XIX no puedes valorar lo que ella hizo", afirma. Y no obstante el título sería capaz de llamar la atención de muchas editoriales. Julia Pareja no escribe por dinero. "Ni para ser conocida, ya me conozco yo y mis amigos. Me importa un carajo lo que digan los demás".
Mujer, madre y maestra
Cuando en 1929 Virginia Woolf publicó Una habitación propia lo hizo inconsciente de que se iría convirtiendo pronto en uno de los más reveladores manifiestos feministas. La obra de la Woolf reivindicaba un espacio digno para las mujeres escritoras, dentro de la tradición literaria históricamente machista. Pero décadas anteriores, en 1846, Paula Miralpeix que vivía en un pueblo cerca de Lérida, Alcoletge, con el marido y la hija de seis meses, se quedó viuda. A Paula le correspondía "una habitación decente", una vivienda adecuada que la familia política tenía que proporcionarle, según quedó escrito en el testamento.
"Cuando el marido muere, la familia monoparental no existe", nos cuenta Julia, "los cuñados de ella son los tutores de la niña y los que manejan todo el dinero, ella tiene que pedir permiso para todo. Al mes y doce días de morirse el marido, pide plaza en un colegio para irse de Lérida". Se había enterado de una plaza en un colegio de educandas de Cervera.
"La primera asignatura era bordar, luego coser y cortar ropa, calceta, planchar y por último leer", describe Pareja
A los 33 años empieza a trabajar como directora en ese mismo colegio, gestionado por un matrimonio que, al no tener hijos, había invertido su patrimonio "para la educación de las niñas de Cervera, con una ideología que te puedes morir", sigue Julia. "Cuando ella llega presenta un manual,; la primera asignatura era bordar, luego coser y cortar ropa, calceta, planchar y por último leer".
Mano a mano que el relato de Paula va tomando forma y conciencia, la España moderna, los coches apresurados de la ciudad que despierta y el sonido de los camiones de descarga que atraviesan sin piedad las callejuelas antiguas: todo queda en sordina. Casi se puede oír, a través de la voz cálida de Julia, la brisa soplar en los balcones de los edificios medievales de Cervera.
La carrera de Paula en el colegio empieza en ese mismo pueblo, pero será en 1853, fecha de su segunda boda con Jaime –tatarabuelo de Julia– cuando comienza para la joven maestra una lucha judicial de tres años y medio. El colegio no quiere que el marido se interponga en el programa educativo de las educandas, así que decide echar a Paula dejándola sin sueldo. La maestra recurre ante el ayuntamiento, y el expediente llega entre las manos del entonces ministro de Fomento y de la reina Isabel II. "Enterada su majestad la Reina, que Dios guarde, ha dicho que se restaure en su puesto a la Paula", repite Julia Pareja de memoria.
Indagando en la vida personal de su tatarabuela, Julia Pareja ha ido socavando en los meandros de aquella España vaciada donde la atención mediática es difícil que llegue, a no ser por algún evento trágico y catastrófico. Y quizás el ejercicio de la escritura nos enseñe también que los cambios no llegan con la misma rapidez esperada. Pero sobre todo que las pequeñas historias personales, lejos de los reflectores de éxito y heroicidad, tienen elementos mucho más reveladores acerca de la conciencia histórica de un país.
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