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Magda Puyo: "El arte es lucha y compromiso, no se puede hacer un teatro complaciente"

La directora catalana lleva a las tablas del Teatro de la Abadía la obra de la dramaturga británica Caryl Churchill. Sublime el cuarteto de las intérpretes Muntsa Alañiz, Lurdes Barba, Imma Colomer y Vicky Peña. 

Un instante de 'Solo yo escapé ', la obra de Caryl Churchill llevada al teatro en España por Magda Puyo
Un instante de 'Solo yo escapé ', la obra de Caryl Churchill llevada al teatro en España por Magda Puyo- Silvia Poch.

El bochorno veraniego vuelve a filtrarse en las callejuelas del centro de la capital, pero en el Teatro de la Abadía parece que el tiempo se haya detenido: un aire estimulante despierta los cerebros entumecidos y esta vez no se trata de actores jóvenes y enérgicos. Son cuatro mujeres de más de 70 años, con el cabello canoso, zapatos cómodos y una vitalidad tan vibrante de hacer envidia a cualquier adolescente.

Magda Puyo dirige la traducción española de la obra de Caryl Churchill Solo yo escapé (2016), donde la dramaturga y feminista británica imagina una catástrofe que procede a la vez del exterior y del interior. Si los derrumbes, los incendios, la inundación y la hambruna están a la orden del día, es cierto también que las protagonistas tampoco se salvan de los temores más recónditos, del molesto recuerdo de los traumas pasados y de las esperanzas escondidas bajo tierra.

"Cada vez que hace una obra es como un laboratorio", cuenta Magda Puyo a Público sobre el trabajo de Churchill. "Hace tiempo que ella habla un poquito de lo mismo: la ecología, el feminismo, la crítica al capitalismo y al neoliberalismo, y de lo mal que estamos tratando el planeta. Sin embargo, sus formas dialogales y su forma de tratar la vida son muy cotidianas. Es decir, lo cotidiano, el amor, la solidaridad y la ternura se combinan con el odio, la crueldad y la catástrofe. Podemos estar en paz y en armonía y a la vez pueden estar pasando afuera muchas cosas catastróficas".

El derrumbe de la Tierra obliga a buscar refugio en los refugios subterráneos, la carne de los cadáveres alimenta los supervivientes, los niños pierden el pelo por el agua contaminada y sus restos alcanzan los océanos provocando la masacre de los peces. Y mientras los presidentes se suicidan y los gobiernos bombardean las capitales, se exponen los cubos de barro en los museos de la inundación y la comida se desvía a los platós de televisión. Ahora la gente sufre la hambruna, pero puede ver los programas de cocina en los smartphones que las organizaciones benéficas han repartido.

Un teatro arriesgado

La escritura de Caryl Churchill es soberbia, describe escenarios espantosos sin detenerse, sin que la crítica se transforme en misantropía estéril, y con igual fineza retrata a las cuatro protagonistas. Todo se mezcla: la frívola coquetería se confunde con los miedos más turbios, los fantasmas vuelven a ensombrecer los párpados, aunque el sol del atardecer devuelve a los cuerpos su quieto torpor.

Una obra arriesgada desde muchos puntos de vista, y exitosa en todos sus detalles, desde la música, la escenografía, el vestuario hasta la iluminación: Magda Puyo nos asombra con una finura que raras veces se ve en el palco.
"Pienso que el teatro más oficial se ha convertido en un teatro demasiado comercial", afirma Puyo, "el teatro subvencionado, por decirlo así, tendría que ser un teatro mucho más multidisciplinar, mucho más poético y menos culebronero, más arriesgado. En cambio, como hay miedo de que no vaya el público se dan cacahuetes a los monos, se dice en mi ciudad. Hay un bajón de público, eso lo sabemos todos, pero la solución no es hacer teatro fácil. No se puede hacer teatro más cómodo y complaciente".

"No hablo de hacer drama o tragedia, estoy hablando de hacer un teatro más complejo, con más capas semánticas. Por ejemplo, los universitarios o la gente relacionada con la universidad suelen ir mucho al teatro, aunque creo que ahora van más a los museos, justamente porque estamos haciendo un teatro demasiado simple", aclara la directora. "Luego hay otro tema que es cómo acercar el teatro a las clases más populares. Ahí hay un reto importante, un trabajo de proximidad que hacer: cómo educar en el placer estético y en el placer ideológico a todas las clases más populares que normalmente no van a teatro", añade.

La gran ola de las directoras y dramaturgas mujeres

Magda Puyo lo tiene bien claro; de hecho parte de su propuesta comprende la revalorización de todas las autoras femeninas que han sido marginadas, en una tradición teatral marcada por los autores masculinos.

Ya ha empezado los ensayos sobre la autora austriaca Elfriede Jelinek. "Fue premio Nobel en 2004, aunque dimitió la mitad del jurado porque no querían darle el premio", nos cuenta la directora. "Es una generación más joven que la de [Ingeborg] Bachmann, y es una de estas mujeres que junto con Churchill han marcado el teatro posdramático, que [Herta] Müller y la misma Jelinek inventaron".

"Jelinek tiene una escritura muy particular, ella dice que no escribe teatro sino superficies textuales, y que tú con estas superficies textuales puedes hacer lo que quieras, y es lo que estamos haciendo con danza, música en directo y sus textos", nos comenta Magda.

"Con mis compañeras, tanto las de mi generación como las de la generación superior de Carme Portaceli, por ejemplo, o las generaciones más jóvenes, intentamos dar voz y poner en el escenario la palabra, la imagen, el pensamiento, el sentimiento y la emoción de la mujer", explica.

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