madrid
«Las vidas no empiezan cuando nacemos. Ni terminan en nuestra muerte». La narradora gallega Susana Sánchez Arins (Vilagarcía de Arousa, 1974) indaga en Dicen (De Conatus, 2019) en esa desmemoria obligada que impuso el franquismo. Una posguerra de represión y miedo personalizada por la historia del tío abuelo Manuel García Sampayo, un falangista y asesino que hizo de la vileza una forma de vida. Memoria histórica conservada en formol a través de las mujeres que conformaron aquella familia; el dolor y la humillación custodiados durante décadas a través de cuchicheos en cocinas gallegas.
"A las mujeres se les rapaba, se les quitaban los hijos o se las violaba"
“A veces olvidamos que el primer control represivo venía en aquellos años del cabeza de familia, del padre, del hermano mayor o del marido. Si no entendemos esto, no entenderemos por qué la dictadura duró 40 años”. Sánchez Arins hace acopio de lamentos mascullados entre paisanas para evidenciar lo que muchas ya conocían, a saber: que lo personal es político y que la fórmula funciona también al revés. “La tradición oral es prácticamente la única que le dejaron a la mujer, ellas se convirtieron en las portadoras de todo lo que ocurrió durante la Guerra Civil”, explica la narradora. Una tradición que, en este caso, ha sabido recomponer en este relato dando voz a las historias que escuchó durante décadas a las mujeres de su familia.
Tras el paseo, la cárcel o el exilio, emergieron otras violencias que, todavía hoy, apenas fueron reconocidas; violencias específicas con el escarnio y el estigma por bandera. “A las mujeres se les rapaba, se les quitaban los hijos o se las violaba, por no hablar de esa vuelta al hogar, esa vuelta a lo privado”. Un ostracismo que sometió durante décadas a las mujeres de Dicen, pero cuyo silencio obligado la narradora ha sabido rescatar a base de conversaciones, poemas, cuentos y referencias ensayísticas; una escritura secuencial y sin mayúsculas –la autora se niega a escribir franco con letra capital– como única vía para recomponer un pasado hecho de elusiones.
"La reparación se puede hacer poniendo nombres y apellidos a los verdugos y a las víctimas"
“Empecé a investigar sobre Manuel García Sampayo y me encontré con muchas lagunas de conocimiento, entendí que la única forma de continuar narrando era inventar, pero no quería ficcionar nada y además me interesaba reflejar todos esos silencios”, apunta la autora. Poco a poco la figura de Manuel va emergiendo y su currículum sanguinario –tantos años silenciado– se torna real, como si el mutismo de la posguerra hubiera pretendido borrar las tropelías de Manuel. «Si fue malo con la familia, cómo sería con los de fuera», murmuran a modo de mantra las mujeres de esta memoria coral. Gracias a Sánchez Arins sabemos que estamos ante uno de los más grandes represores de la zona de las Rías Bajas.
“Fue una persona vil, trató mal a sus padres, a sus hermanas y a su entorno más próximo. Creo que el momento histórico que le tocó vivir propició que ese tipo de personas sacaran a relucir su vileza porque se veían impunes”. Y vaya si lo hizo. Pistola al cinto, el tío abuelo Manuel, orgulloso falangista, dio rienda suelta a su iniquidad a sabiendas de que los vencedores siempre escriben la historia. O, en su defecto, siempre pueden dictar a su antojo las pertinentes zonas de sombra.
«Los sublevados pueden dormir tranquilos, nada va a perturbar su sueños aunque se malogren las amnistías, los pactos de silencio y los perdones gubernamentales. Ya se encargaron ellos de quemar informes, romper cartas, engullir testimonios, ahogar declaraciones judiciales, eliminar delaciones ante autoridades, avisos de fugas ajenas, declaraciones de fascismos propios, para que hoy, cuando nosotras rastreemos archivos y bibliotecas, mostradores de notarías, cajones y hemerotecas de periódicos que existieron, no encontremos nada. Nada», escribe Sánchez Arins.
Pero no todo quedó perdido. Dicen es, en ese sentido, la justicia poética de quienes no pudieron escribir su historia y la condena –también poética– de quienes pretendieron acallar la historia y no lo consiguieron gracias, entre otras, a las abuelas de este relato. “La única forma de superar un trauma como fue el de la guerra es hablar de él, creo que este libro lo consigue, la reparación se puede hacer de muchas maneras y una de ellas es poniendo nombres y apellidos a los verdugos y a las víctimas”.
*La presentación tendrá lugar este viernes 22 de marzo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid a las 19 horas. Acompañarán a la autora los escritores Suso de Toro y Silvia Bardelás.
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