MADRID
“El cine de autor hoy se dedica a mostrar la fealdad del mundo, eso me deprime, hay que ir más allá”. Mia Hansen-Løve, cineasta, 38 años, seis películas y media –actualmente está rodando Bergman Island-, es uno de los nombres destacados del nuevo cine galo. Es una mujer en constante reivindicación de la belleza y la felicidad desde el cine, aunque estas surjan de lo peor del mundo de hoy. Vuelve a hacerlo ahora en Maya.
La violencia y la guerra son el punto de partida de la película, la historia de transformación y recuperación de un reportero de guerra, Gabriel, rehén de Isis durante cuatro meses, finalmente liberado. A su vuelta decide abandonar París y buscarse a sí mismo en Goa, donde creció. Allí conoce a Maya, una joven de diecisiete años que le ayuda a encontrar el camino de vuelta a la vida.
La vocación y el amor, pero también la corrupción y la violencia, se instalan en esta historia que, como las anteriores de la cineasta, encierra un alto contenido personal, de autobiografía emocional, y con la que Mia Hansen-Løve hace otra vez un ejercicio de ética intelectual y visual. “Para mí, la moral del cine también está en la puesta en escena, intento llegar a la ética también desde la estética”.
Esta es su sexta película…
… Sí y es sintomático de cómo el mundo ve a las mujeres en el cine cuando de mí siguen diciendo que soy una actriz que se convirtió en realizadora (con 17 años interpretó un par de pequeños papeles). Siento una gran responsabilidad como mujer cineasta y soy muy consciente de la necesidad de la mirada femenina en el cine. Las mujeres tenemos que luchar por el cine que queremos hacer. A mí me han criado mujeres más fuertes que los hombres y creo que nosotras tendemos a ser más positivas y ellos más autodestructivos.
Parece que en Francia las cineastas lo tienen un poco mejor que en otros países, ¿es así?
Hay una situación buena para las mujeres en el cine en Francia, quizás hoy sea la mejor del mundo. Aunque hay desigualdad salarial, casi hay paridad, pero, claro, el cine de autor empezó hace mucho tiempo en Francia. Hoy hay más mujeres en el cine de autor que hombres.
Sin embargo, ‘Maya’ no ha sido fácil de financiar, ¿no?
No. Esta película era muy difícil de financiar, diferentes localizaciones, equipos en India… así que sentí una gran responsabilidad hacia mis productores y sentí que tenía que hacer horas extras. Siempre me estoy presionando. Seguramente eso ha sido lo más difícil al hacer esta película, ese sentimiento de culpa. Cuando empecé a rodar ya estaba agotada física y mentalmente.
¿Sentimiento de culpa?
Es la culpa que siento cuando hago estas películas porque no sé si son financieramente viables y eso que son más baratas que casi todo el cine que se hace en el mundo. Creo que esto sí es una herencia de las mujeres. Por supuesto, yo no quiero que mis películas sean caras, pero lucho por rodar en 35 mm porque es importante para mí. Por encima de todo necesito que mis películas sean creativamente libres.
En ‘Maya’ hace la combinación reportero de guerra y amor…
No hay reglas, he conocido reporteros de guerra con relaciones amorosas estupendas, aunque es verdad que no es la mejor profesión del mundo para eso. Los reporteros de guerra están enganchados al riesgo, son adictos al viaje.
Abrumados con tanto superhéroe americano, ¿no son profesionales como estos los auténticos héroes de hoy?
Sí, los reporteros de guerra son héroes de la sociedad civil. Y ahora con la situación en Siria y todo el Oriente Medio se habla mucho de ellos. Siempre me han inspirado y en casos como el del personaje, cuando los ha visto bajar del avión ya en su país, tenían a su alrededor una especie de aura, como de héroes. Luego ellos prefieren guardar silencio, tienen cierto pudor. Tienen también algo de autodestrucción y eso me interesó, al sobrevivir a un secuestro aportan algo de heroicidad. Por otro lado, son personajes que no se pueden retratar en blanco y negro porque están llenos de contradicciones.
Con esta historia vuelve usted a hablar de la vocación, ¿le sirve de reflexión para usted misma?
Absolutamente. Estoy obsesionada con la vocación. Soy adicta a rodar. Igual que los personajes que escribo, siempre me pregunto qué es lo que da un sentido a mi vida y qué me empuja a seguir adelante, para qué sirvo en esta sociedad, en qué soy útil. Gabriel se lo dice a su madre en la película, le dice que tiene que volver a la guerra, que no sabe hacer otra cosa. Hay un punto en que los dos, el personaje y yo, nos encontramos y es ese hecho de que no sabemos hacer otra cosa, además, es lo que debemos hacer. La vocación está en todas mis películas.
Hay una especie de empeño filosófico en su cine por demostrar que en este mundo también hay belleza y felicidad.
Es que el cine es eso, mi cine es eso, una búsqueda de la belleza y de la felicidad. Y no es tan fácil, porque el cine de autor hoy se dedica a mostrar la fealdad del mundo. Me resulta difícil porque hoy parece que el cine obviara que puede haber belleza, amor, afecto, cariño. Si haces una película, tienes que defenderla, no entiendo por qué no se muestra también este lado, eso me deprime. Soy hija de dos filósofos, he crecido, me han amasado en eso, hay que observar también el amor y la luz. El cine es eso, una búsqueda de luz.
¿Le inquieta esa falta de ‘luz’ del cine de autor de hoy?
Además de mostrar fealdad, en los últimos años el cine de autor se ha vuelto muy maniqueo, habla mucho de la sociedad culpable, de las mujeres víctimas… No creo que el cine deba preconizar una cosa así. El cine es más que eso, no debe ser virtuoso, debe ser moral, pero eso depende de muchas cosas. Tiene que ser curioso, los personajes no son nunca blanco o negro. A Gabriel todos le quieren querer, pero él se acuesta con una chica india muy joven, no es perfecto, los personajes tienen muchos matices.
Pero el cine es poderoso mostrando la desigualdad, la injusticia…
No digo que el cine no deba mostrar la fealdad del mundo actual, pero tiene que ir más allá. Eso es lo que hago en Maya. El punto de partida es violento, la guerra, Isis, secuestros de periodistas, muerte… pero en vez de seguir ahí, intento ir más allá y mostrar la posibilidad de salir de esta violencia.
Y ¿qué hace con la violencia del mundo?
Es que justamente esa es la pregunta, ¿qué hacemos con la violencia del mundo? No hay que preguntarse si hay violencia, eso ya lo sabemos, el mundo es violento.
¿En esa ecuación, cómo encaja Goa?
Goa es el ejemplo perfecto de lo que pasa con la violencia del mundo. Es un lugar donde Occidente iba a encontrar el paraíso y ya no es ese paraíso, porque la violencia y la corrupción también se han instalado allí. Y están arrasando y destruyéndolo todo.
¿Cuál es esa idea de paraíso?
Un mundo donde convivir todos. Defenderé siempre la mezcla de culturas. Hace años, los hippies iban a Goa porque allí había una mezcla de todo, estaban todas las religiones, muchas culturas… Por el momento, allí aún se mezclan todas las religiones, es como si allí se absorbiera el misticismo y es en eso en lo que yo creo, aporta mucho más la mezcla. Yo soy francesa, danesa, medio alemana, tengo partes de todo ello, y creo en eso.
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