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Actualizado:La casa de papel contaba con un final cerrado. Un gran y épico final, de hecho. Pero entonces pasó a engrosar el catálogo de Netflix, El Profesor y su banda conquistaron medio mundo, las caretas de Dalí salieron a la calle, gente que ni siquiera sabía del significado histórico de Bella Ciao la cantaba en el autobús y a la plataforma de Reed Hastings se le ocurrió que por qué no continuar con la ficción creada por Álex Pina (Vancouver Media). Después de todo, es una gran serie y aumentándole el presupuesto el resultado podía ser aún mejor. Y vaya si lo ha sido. Los dos primeros episodios del regreso de estos Robin Hood con mono rojo es pura adrenalina, diversión y corazón.
Lo principal a la hora de abrir una historia que había sido cerrada era encontrar la manera adecuada sin que sonase a simple excusa para seguir haciendo caja o estirando el chicle. Era una de las mayores preocupaciones a las que tuvieron que hacer frente los guionistas como reconocieron tras la proyección para los medios del primer episodio dos de sus responsables, el propio Pina y Javier Gómez, supervisor de guion. Había que encontrar la tecla adecuada. Y esa fue Río (Miguel Herrán).
Lo capturan en un entorno paradisíaco y Tokio (Úrsula Corberó), que siempre fue el punto de vista de esta historia, siente que le debe una, que es culpa suya que ahora el Gobierno lo tenga retenido en algún lugar haciéndole a saber qué perrerías. Así que recurre a El Profesor en busca de ayuda. La cabeza pensante de la banda puede ser muchas cosas, pero lo que no es es alguien que deja tirado a uno de los suyos. Además, como a Hannibal, del Equipo A, le encanta que los planes salgan bien y siempre tiene uno en mente deseoso de llevarlo de la teoría a la práctica. Ahí está la excusa o justificación, que cada cual la defina como quiera, para convocarlos a todos y preparar un nuevo golpe. Sea como sea, la razón dada por los creadores de la serie sobre el guion funciona en la pantalla, convence y hace que todo marche por el camino correcto.
Por delante, desde hoy, ocho nuevos capítulos en los que los pupilos de El Profesor prometen hacer mucho ruido, declararle la guerra al sistema, no esconderse -para eso se han erigido como la Resistencia- y “liarla pardísima”. Todo eso ya está en los dos primeros capítulos facilitados a los medios antes del estreno. Dos primeras entregas que demuestran que en esta tercera parte de La casa de papel han podido, reconoce Álex Pina, superar esos límites de la producción que no les permitieron dejarse llevar en las dos tandas anteriores. Sin esas fronteras, la serie vuela alto y explota como nunca.
Ocho nuevos capítulos en los que los pupilos de El Profesor prometen "liarla pardísima"
Mucha épica y acción que nada tienen que envidiar a producciones ‘made in USA’. Porque algo que han hecho muy bien al otro lado del Atlántico siempre es que lo increíble resultase creíble. Personajes como John McClane (Bruce Willis) o Jason Bourne (Matt Damon) son unos kamikazes un tanto flipados en lo suyo. Pues en este regreso de La casa de papel -ya lo eran un poco antes, pero ahora con más medios a su alcance- El Profesor, Tokio, Helsinki (Darko Peric), Nairobi (Alba Flores), Denver (Jaime Lorente), Estocolmo (Esther Acebo) y las nuevas incorporaciones, Palermo (Rodrigo de la Serna), Bogotá (Hovik Keuchkerian), Marsella (Luka Peros ) e Ibiza (Itziar Ituño), son unos auténticos McClane o Bourne de los atracos. Ellos, a su modo, también eran la Resistencia. En especial el agente desmemoriado de la CIA.
En el primer episodio se deja sentir un poco más de emotividad porque es el que debe sentar las bases sobre las que se sustentará el resto de la temporada y establecer ese juego en cinco tiempos que plantea. Lejos de conformarse con los flashbacks de la preparación del anterior robo a la Casa de la Moneda, en este nuevo atraco la serie se mueve en cinco líneas temporales que deparan alguna que otra sorpresa para sus seguidores. Se explora la “elasticidad del tiempo”, que dice Pina, y eso posibilita que se vayan alternado distintos géneros viajando de la acción más pura a la preparación del atraco perfecto y a un plano más emocional en un mismo episodio. Además, los saltos temporales contribuyen a esa sensación de angustia sostenida en las escenas de mayor tensión. Un cliffhanger tras otro sin necesidad de esperar al final del episodio.
En el segundo cabe destacar la habilidad demostrada para ‘colar’ la realidad en la ficción. Ese reflejo del fenómeno que ha sido La casa de papel como serie convirtiendo la imagen de Dalí y el Bella Ciao en símbolos es usado por los guionistas para armar parte de la nueva trama y, de paso, hacer un guiño al espectador a nivel mundial sin perder el contacto con sus raíces. Si querían hacer mucho ruido para conseguir liberar a Río y liarla tan parda, ¿por que no asaltar el Banco de la Reserva Federal de EEUU, por ejemplo? ¿Por qué quedarse en España? Una pregunta legítima que se harán algunos para la que la respuesta, que han dado los aludidos cuando se les ha preguntado por ello, es que esa esencia española es parte de la razón del éxito de La casa de papel. Renunciar a ella, hay que añadir, habría sido un error.
Y luego, además, está Najwa Nimri, que con su papel de Zulema en Vis a vis ya ha demostrado ante la cámara lo capaz que es de interpretar a alguien muy chungo. En La casa de papel da vida a una inspectora. Por qué clase de arenas movedizas se moverá no es algo que se desvele en los dos primeros episodios. Se intuye, pero el misterio la cubre de inicio. Ella puede ser el rival a la altura que necesita El Profesor. Quien logre pararle los pies y hacer cambiar a la opinión pública la imagen de salvador que tiene de él es algo por descubrir. Difícil lo tiene, eso seguro. El Profesor es mucho Profesor.
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