parís
Parece una subasta para erigirse en el Lorenzo de Medicis del siglo XXI. El nefasto incendio en Notre Dame vino acompañado por una sucesión de donaciones astronómicas.
Desde el martes por la mañana, cuando los bomberos se confrontaban con las últimas llamas, grandes fortunas francesas se apresuraron a prometer cantidades de nueve cifras para financiar la reconstrucción del tempo gótico de París. El empresario François Pinault, propietario del grupo de lujo Kering (Gucci e Yves Saint Laurent, entre otras marcas), puso sobre la mesa 100 millones de euros. Su archienemigo Bernard Arnault, del grupo Louis Vuitton, le respondió con 200 millones. Y la familia Bettencourt (L’Oréal) igualó esta cifra.
Con este ataque de "generosidad", los oligarcas franceses respondían a la llamada de Emmanuel Macron. El presidente francés expresó el mismo lunes por la noche su voluntad de reconstruir "conjuntamente" la catedral del siglo XII, ya que "nuestra historia lo merece, se trata de nuestro profundo destino".
Para ello, aseguró que impulsaría "una gran recolecta", a pesar de que Notre Dame pertenece a la administración pública. El Ayuntamiento de París también anunció que organizarían una "gran conferencia de donantes internacionales". Además de los principales grupos del Cac 40 (la bolsa de París), multinacionales de otros países, como Google, también han comunicado su voluntad de financiar la restauración del templo parisino. En total, las promesas de donaciones se acercan a los 1.000 millones. Una cantidad suficiente, según los expertos, para pagar la reconstrucción de Notre Dame.
Si los recursos económicos no serán un problema para lograr el difícil objetivo, fijado por Macron, de restaurarla "en cinco años", esta caja de solidaridad para los más ricos ha generado controversia en Francia. Esta lluvia de donaciones multimillonarias no solo ha ilustrado las crecientes desigualdades económicas, sino que también ha cuestionado el costoso sistema de mecenazgo francés.
Un sistema de mecenazgo generoso con los más ricos
"Vemos como hay multimillonarios que tienen mucho dinero. En un instante, 200 millones, 100 millones, esto nos muestra las desigualdades que denunciamos con regularidad", ha criticado Philippe Martinez, secretario general de la CGT, uno de los principales sindicatos franceses. "No podemos hacer de la preservación de nuestro patrimonio una gran operación de comunicación", lamentó, por su lado, Manon Aubry, candidata de la Francia Insumisa en las elecciones europeas, quien recordó que "lo más simple para estas empresas sería que al menos pagaran sus impuestos".
Las empresas que ejercen el mecenazgo pueden deducir fiscalmente el 60% de sus donaciones
Desde la aprobación de la ley Aillagon en 2003, las empresas que ejercen el mecenazgo pueden deducir fiscalmente el 60% de sus donaciones, hasta un máximo del 0,5% del volumen de negocios. Es decir, de cada 100 euros dados a la cultura o asociaciones humanitarias, 60 de ellos son subvencionadas por el Estado. Lo que ha convertido a Francia en uno de los países europeos que ofrecen más ventajas al mecenazgo. Hasta el punto que el volumen total de las donaciones, tanto de las empresas como de las personas, se ha cuadruplicado en la última década, pasando de 1.000 millones en 2004 a casi 4.000 millones el año pasado.
Sin embargo, esta ola de "solidaridad", sobre todo entre las grandes fortunas, tiene un coste importante para el tesoro público. El tribunal de cuentas pidió el pasado otoño "enmarcar mejor" el mecenazgo empresarial. De los 1.600 millones donados por empresas en 2017, unos 900 millones fueron subvencionados por la administración pública, aunque la gloria se la llevaron empresarios con sus fundaciones privadas. Un tercio de estas ayudas públicas cayeron en manos de los diez principales mecenas, todos ellos grandes empresas. En realidad, ¿se trata de un gesto desinteresado hacer una donación astronómica cuando la opinión pública francesa e internacional seguía conmocionada por el gigantesco incendio? La respuesta parece evidente.
Además, contribuyó a esta polémica la propuesta de Jean-Jacques Aillagon, impulsor de la ley de 2003, de declarar Notre Dame "tesoro nacional", lo que hubiera permitido deducir fiscalmente en un 90% las donaciones. El problema es que Aillagon ejerce ahora como director general de la Fundación Pinault. Es decir, si su idea hubiera recibido el apoyo del gobierno francés, su patrón Martin Pinault hubiera visto como la administración pública le subvencionaría 90 millones de los 100 que había prometido donar. Además de beneficiarse de las ventajas fiscales del mecenazgo, el grupo Kering de Pinault es el campeón del fraude fiscal en Francia, después de que el año pasado el diario digital Mediapart destapara que había defraudado unos 2.500 millones .
La misma solidaridad "para las personas que para las piedras"
No obstante, este teatro burgués para ver quién es más "solidario" con Notre Dame se ha confrontado con el retorno en Francia de la cultura igualitaria y el actual debate sobre el poder adquisitivo y la vida digna tras la emergencia de los chalecos amarillos. "Me gustaría que volviéramos a la realidad", ha afirmado Ingrid Levavasseur, una de las figuras mediáticas de este movimiento social, quien denunció "la inercia de los grandes grupos ante la miseria social mientras que movilizan en una sola noche una pasta loca por Notre Dame", refiriéndose a la expresión "una pasta loca" utilizada el año pasado por Macron para denigrar las ayudas sociales.
"Me gustaría que hubiera la misma movilización para las personas que para las piedras", defendió Ian Brosat, candidato del Partido Comunista en las europeas. El año pasado las donaciones a las asociaciones humanitarias disminuyeron en un 4,2%, según un informe de France Générosités. Una caída relacionada con la polémica decisión de Macron de suprimir parcialmente el Impuesto sobre la Fortuna (ISF), ya que las grandes fortunas utilizaban una parte de sus donaciones para reducir sus impuestos.
Ante las críticas por el oportunismo de las donaciones para reconstruir Notre-Dame, François Pinault anunció el pasado miércoles que su contribución de 100 millones no se beneficiaría de "las ventajas fiscales". El ejecutivo centrista también informó sobre una fiscalidad especial que permitirá deducir el 75% de las donaciones inferiores a 1.000 euros. En cambio, mantendrá las actuales bonificaciones, de entre el 60 y el 66%, para las que sean superiores a esta cifra.
Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, también dijo el pasado jueves que su donación no se beneficiaría de las ventajas fiscales del mecenazgo. "Respecto a LVMH, estas no se aplican ya que la fundación Louis Vuitton ya utiliza la ley del mecenazgo", reconoció el empresario del lujo dando a entender que no se aprovecharía de estas bonificaciones porque no puede, dado que su fundación personal recibe la deducción máxima. De hecho, según reveló la revista Marianne, para construir el edificio de la fundación Louis Vuitton, este grupo empresarial se vio recompensado con unos 500 millones del tesoro público para financiar los 800 millones que costaron las obras de su monumental edificio, que acoge exposiciones artísticas, en el noroeste de París.
Caída de los fondos públicos destinados al patrimonio
Con el auge del mecenazgo, todas las empresas de la bolsa de París se han dotado de una fundación privada. Los recientes trabajos de restauración de las joyas de la cultura francesa, como el Museo del Louvre o el Museo Picasso de París, han servido como vitrina de grandes multinacionales. A menudo, este mecenazgo viene acompañado por la privatización parcial de monumentos públicos, como el mismo Louvre o la Opera Garnier, donde se organizó una cena para sus mecenas en su escenario.
Mientras crece el peso de los grandes empresarios en el financiamiento de la cultura en Francia, caen los fondos públicos para proteger el patrimonio. Los fondos públicos destinados a la preservación de monumentos han disminuido en los últimos diez años de 440 a 332 millones. "¡Este incendio es la gota que colma el vaso! Ya hubo una serie de incendios de este tipo. Las prescripciones para las obras en monumentos históricos eran insuficientes", aseguró Didier Rykner, jefe de redacción de la revista Tribune de l’art, en declaraciones a France Info. “Decimos desde hace años que el presupuesto para los monumentos históricos es demasiado bajo. Lo hemos convertido en una variable de ajuste, pero esto comporta problemas de seguridad graves”, añadió el historiador del arte Alexandre Gady.
El incendio de Notre-Dame no solo fue un trágico accidente, sino que muestra las contradicciones del neoliberalismo. Los excesos de un modelo en que el Estado actúa con impotencia, mientras que el financiamiento de la cultura recae en manos de los grandes mecenas. La preservación del patrimonio depende, entonces, del apetito de reconocimiento de los príncipes del siglo XXI.
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