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Sean Baker se 'casa' con la mafia rusa en 'Anora' para cargarse el sueño americano

El cineasta se alzó con la Palma de Oro en Cannes con una comedia muy loca y muy divertida, con la que se aproxima de nuevo al mundo de las trabajadoras sexuales. La película denuncia el clasismo en EEUU y la presencia de las mafias.

Mark Eidelshtein y Mikey Madison, en una secuencia de la película.
Mark Eidelshtein y Mikey Madison, en una secuencia de la película. (Universal Pictures)

En el cine de 1990, un putero 'salvaba' a una prostituta, sacándola de un lodazal de chulos, violencia y drogas. Y el mundo entero aplaudía feliz semejante historia, un relato insultantemente machista. Hoy, el putero es un niñato rico descontrolado que, borracho perdido, se casa con la prostituta, pero sale corriendo y la deja en la estacada en cuanto aparecen sus papis, unos mafiosos rusos muy cabreados. Anora, flamante Palma de Oro en el Festival de Cannes, salda cuentas y desnuda por fin la patraña de 'Pretty Woman', y lo hace a carcajada limpia.

Comedia desmadrada, thriller con persecución y mafias, la nueva película de Sean Baker es también cine de denuncia y político, con el que el cineasta vuelve a aproximarse al mundo de las trabajadoras sexuales, a delatar el clasismo que inunda EEUU y a revelar la presencia de las mafias en el país. La actriz Mikey Madison y el actor y director ruso Mark Eidelshtein son la pareja protagonista.

El poder del dinero

"Creo que mi interés por intentar conocer a las trabajadoras sexuales viene desde Starlet, que fue la primera película donde abordé la cuestión. Durante ese proceso conocí a varias trabajadoras sexuales y ahora me gusta estudiar el estado actual en que están y mostrar la discriminación que sufren", dijo el director y guionista Sean Baker durante su estancia en el Festival de San Sebastián, donde participó en la sección Perlak. "Hay millones de historias que contar de ese mundo. De verdad, no decidí hacer tantas películas del tema, no era mi intención, pero he encontrado una inspiración infinita".

Esta vez, el cineasta quería "mostrar ese mundo de una forma diferente a como se había hecho antes". La comedia, con un humor muy loco y saltando sin descanso de lo romántico a lo casi histérico, ha sido la mejor herramienta para contar la realidad triste de estas mujeres, en paralela al desprecio y poder constante y abrumador del dinero.

"Tardamos un poco en averiguar la historia que queríamos contar –confiesa Baker–. No queríamos contar la típica historia de gansters porque nos parecía que estaba ya muy manido el tema, pero sí queríamos hablar de la dinámica del poder, de las jerarquías. Y eso de casarse con la mafia nos permitía hablar de ello. Casarse con el dinero, con el hijo de un ruso de la mafia, y en cuanto se nos ocurrió ese concepto, supimos que teníamos algo especial, también porque en cuanto lo contamos, todo el mundo se murió de risa. Eso nos dio como luz verde para decidir a partir de ese momento que esa era la historia que queríamos contar".

Una historia universal

Un relato también de padres e hijos, de ricos y pobres, de jefes y soldados, de guardaespaldas, de mafiosos y prostitutas… con el que se dan la vuelta tantos arquetipos del cine. "De esos personajes esperas unas cosas, pero en la película ellos hacen otras completamente diferentes. La idea era presentar el estereotipo y cargárnoslo. Y con ello estamos contando una historia universal".

"Lo que quiero decir es que quería que todas las personas de esta historia fueran identificables, que todo el mundo se pudiera identificar con alguno de los personajes. Por ejemplo, yo no puedo decir que haya estado en la piel del hijo de un mafioso, pero todos hemos sido jóvenes inmaduros, todos somos hijos… así que incluso Iván es un personaje en el que la gente puede verse reflejada. Y eso es lo que hace que estas historias sean humanas".

Los personajes de la mafia rusa, en un momento de 'Anora'
Los personajes de la mafia rusa, en un momento de 'Anora'. (Universal Pictures)

Violencia y sexo

Así, Anora, una comedia loquísima del mejor cine independiente americano se convierte en potente enemigo de las costumbres conservadoras y puritanas que alienta Hollywood. "En el cine de EE.UU. parece que estamos tratando de rehuir el sexo y la desnudez y eso me parece rarísimo, teniendo en cuenta que es una de las cosas que nos hacen humanos. Y a la vez, abrazamos tanta violencia hoy… Tengo un problema con eso. No diría que es censura, pero desde luego yo trato de dejar de ir tan sobre seguro con mis historias".

Relatos de antihéroes, de trabajadores, que, tal y como reconoce el cineasta, molestan en algunos círculos. "He descubierto que hoy, sobre todo viendo las redes sociales, no puedes contar una historia sin insultar a alguien. La vida es así y lo siento, pero yo no voy a rehuir un material porque pueda resultar ofensivo para alguien. No quiero ser de forma intencionada inapropiado u ofensivo o agresivo con el público, pero sí quiero decir que somos todos adultos y mis películas están hechas para adultos, así que bueno, lo siento, pero..."

Seguro que a los que todavía mantienen el espejismo del tan manido sueño americano, del país de todas las posibilidades para todos, les pica un poco esta película, un relato que revela el abismo de clase que hay en el país. "En Estados Unidos tenemos una gran división de clases que cada día es más aguda, es difícil no reconocerlo y quiero hablar de ello a la hora de contar historias, porque si no, me parece que estoy siendo un poco indolente. Es algo que, por desgracia, nos define en Estados Unidos. El sueño americano solo consiste en tener más dinero y más bienes materiales. En eso se ha convertido el sueño americano. Y yo estoy reconociendo un poco eso en mis historias".

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