Entrevista a Silvia Nanclares"La historia reciente de nuestro país está un poco edulcorada"
Silvia Nanclares nos sumerge en el Madrid de los años 70 en Nunca voló tan alto tu televisor, su nueva novela. Esta, que reconstruye la historia reciente de Moratalaz, se ha presentado este martes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Madrid--Actualizado a
Con una mirada crítica y cercana, la escritora Silvia Nanclares se adentra en el Madrid de los años 70 en su nueva novela Nunca voló tan alto tu televisor (Lengua de Trapo y Círculo de Bellas Artes), donde describe las luchas vecinales de la época, el papel esencial de las mujeres en ellas, y las realidades del pasado de un barrio periférico. Nanclares, en una entrevista con Público, desvela el proceso de investigación detrás de su libro, su interés por contar "los grises" de la Transición y la relevancia de aquellos conflictos en la España actual. "La oligarquía sabía que en la educación estaba el motor de una sociedad nueva y eso tenían que frenarlo. No podían permitir que toda la clase obrera se formara", afirma la autora.
¿Qué es lo que hace que te decidas por el Madrid de los años 70 para narrar esta historia? ¿Por qué este periodo?
El libro nace de una propuesta de Lengua de Trapo y el Círculo de Bellas Artes que tienen una colección llamada Episodios Nacionales. Este proyecto empezó en 2020 para celebrar el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós. La iniciativa engloba una serie de sucesos nacionales desde el inicio de la democracia hasta la actualidad. Además de esa acotación temporal, piden a los autores y autoras que haya un vínculo biográfico personal. A partir de esas dos pautas, les propuse la construcción de El Pirulí. Este, cuya historia no conocía y me apetecía investigar, se veía desde mi colegio, en Moratalaz. Representaba un símbolo de la ciudad visto desde la periferia. Se construye en el 82 pero veo que me tengo que remontar a años anteriores para dar con su origen. Entonces es cuando decido arrancar con ‘la manifestación del pan’, que reivindicaba la legalización de las asociaciones de vecinos.
¿Cómo fue ese proceso de investigación para recrear los barrios y los movimientos vecinales? ¿Tenías alguna referencia personal o familiar?
Contaba, por un lado, con fuentes orales como mi madre, vecinos del barrio de aquella época y también personas de mi edad. Entre las cosas que recordaban estaba, por ejemplo, la construcción del colegio. Pero por otro lado, hice una investigación más canónica: llamadas al colegio para preguntarles sobre el tema, contactar con la empresa de El Pirulí, perderme en el archivo de RTVE, recurrir a la hemeroteca de periódicos, a los archivos de la Biblioteca Nacional y de la Fundación Juan March. He ido tirando de mis recursos personales y de fuentes textuales y hemerotecas.
¿Qué crees que puede aportar una novela como esta, ambientada en aquel tiempo, a personas que no lo han vivido?
Creo que la historia más reciente de nuestro país, para aquellos que no han vivido ese periodo, está un poco edulcorada. Yo, por ejemplo, he tenido mucho miedo a caer en el Cuéntame, en esa línea nostálgica que se queda únicamente con lo bueno. Lo que quería era intentar ir un poco más allá, contar las contradicciones, los grises. Se tiende a representar a personajes muy estereotipados, y a mí me apetecía centrarme en personajes como Maribel. Aquellos que eran de clase media, que representaban a esa España que no tenía ninguna épica, y que lo que querían era vivir mejor. Creo que el interés que puede tener una novela como esta es que nos preguntemos cómo hemos llegado hasta aquí. En cuestiones como la vivienda o la educación, considero que en un caso muy concreto como es el de Moratalaz, existen algunas genealogías que nos pueden ayudar a entender mejor estas problemáticas.
Y luego, por supuesto, la esfera de las mujeres. Quería representar a esas madres que parece que no tienen ninguna heroicidad y al final eran las que estaban en esos barrios, construyendo comunidad, luchando por los colegios. No son reconocidas como grandes personajes de la historia, pero han hecho ahí una labor muy importante.
Maribel es un personaje muy complejo y representativo. ¿Cómo fue su construcción? ¿Te inspiraste en alguien en particular?
Está inspirada en mi madre (la novela está dedicada a ella). El personaje sigue su arco biográfico, pero es intensificado en ciertas facetas. Por ejemplo, mi madre estuvo en la lucha por el ‘cole’, pero no estaba tan metida en la lucha vecinal. La inspiración del personaje es una mezcla de mi madre con la madre de un amigo que se llamaba Maribel. Esta era la presidenta de la AFA (Asociación de Familias de Alumnos) de mi colegio y tenía una vida más activa.
Los personajes femeninos en el libro tienen bastante peso. ¿Crees que el feminismo de esa época ha sido olvidado en la memoria colectiva?
Yo creo que más que el feminismo, un tipo de mujeres que lucharon. Cuando hablamos de feminismo pensamos en mujeres que llegaron a la universidad, iban a las manifestaciones, fumaban… Normalmente tenían cierto poder adquisitivo y sus padres tenían una mente abierta. Yo quería contar la lucha de unas mujeres que no representan el estereotipo de la mujer feminista de los años 70. Aquellas que no han ido a la universidad, que eran trabajadoras en casa y que no se les reconocía. Mi madre muchas veces me ha expresado que sentía que el feminismo no la incorporaba. Yo quería reivindicar ese sujeto político de las amas de casa, que en los colegios se dejaban la piel y hacían encierros en las guarderías. Realmente estaban muy organizadas. Sin embargo, lo que nos ha quedado de esa época no son ellas, son las abogadas, las profesoras, la que estuvo en el 23F, aquellas que se codeaban con la esfera de los hombres, las que pertenecían a la ‘Historia con mayúsculas’.
¿Crees que las luchas vecinales de entonces reflejan el problema actual de la vivienda?
Yo creo que en su caso, el de la vivienda, no era tan acuciante como el actual porque en aquella época se construía. Franco hizo una serie de leyes que favorecieron a sus amigos constructores, como Urbis, en el caso de Moratalaz. El lema que tenían estas constructoras era construir y luego urbanizar. Casas había, pero ciudad no. Les prometieron una ciudad que luego no tenían. Entonces, digamos que Moratalaz, tal y como es ahora, es fruto de la lucha vecinal, no del trabajo de las constructoras. Además del Ayuntamiento de izquierdas, que entra en los 80 y les escucha. En Moratalaz tuvieron que frenar la construcción porque estaban quitando los espacios públicos para meter casas. Los habitantes se manifestaron para que construyeran menos y para que les devolvieran aquello que les habían prometido (un hospital, un polideportivo, una biblioteca, un parque).
Francisco Umbral, por ejemplo, representa la lucha social con cierta ironía. ¿Crees que la resistencia pacífica, en un periodo tan represivo, fue efectiva o hizo falta algún punto de radicalidad?
Personas como Maribel venían de pasar muchísimo miedo. Los protagonistas tenían pánico. Yo creo que más que de resistencia pacífica, pecaron de ingenuidad. Pero es cierto que también iban logrando cosas. Diría que es en los 90 cuando se produce una desorientación dentro de la lucha vecinal y el activismo. Ahora lo pensamos y decimos que hacía falta un punto más radical, pero fue ahí cuando el neoliberalismo irrumpió en nuestros corazones. La lucha se ha desactivado por esta anestesia social brutal.
Hay un fragmento que dice: “en el Polígono I, Urbis le ha dado a los del Opus el solar, que en los planos estaba destinado a ‘Grupo Escolar’ ”. La falta de plazas escolares y la concesión de terrenos públicos a instituciones privadas sigue siendo un tema actual. ¿Por qué crees que la educación siempre ha sido un terreno de disputa en España?
Realmente la oligarquía sabía que ahí estaba el motor de una sociedad nueva y eso tenían que frenarlo. No podían permitir que toda la clase obrera se formara. Necesitaban su subordinación. Las oligarquías que venían del franquismo no podían permitir que se desmantelara aquello. No podían volver a la Segunda República. Sabían que ideológicamente el movimiento era imparable, y es por eso que optaron por la vía material de la economía. Si bien se hicieron colegios públicos, construyeron muchos privados. Ahora te preguntas: ¿qué hubiera pasado si se hubiera aprobado esa ley por la cual todo el dinero público debiera ir a la pública? Tendríamos otro país, con toda la educación pública, becas y posibilidades de formarse. Ahí estaba el núcleo de darle la vuelta al país. Ellos tenían que preservar sus élites y para ello recurrieron a la educación.
El título de la novela es muy llamativo: Nunca voló tan alto tu televisor. ¿Qué significa para ti? ¿Qué simboliza dentro de la novela?
Es una variación de un verso de la canción de Víctor Manuel. Este realmente es: “nunca llegó tan alto mi televisor”. El ‘voló’ me remite directamente al tema de Carrero, donde se puede situar un poco el comienzo de la Transición. Aunque es un comienzo impopular porque está implicada ETA. “Nunca voló” porque ahí empezó todo, y opté por ‘tu televisor’ porque quería hablar del ‘tú’, del ‘nosotros’. Simboliza la idea de que en la década en la que transcurre la novela (del 76 al 86) es el monopolio de la televisión pública en España. Nunca tuvo tanto poder el Estado sobre la televisión. Era una herramienta de control y de propaganda que nos mostraba cómo teníamos que ser. En cierta manera era un país que necesitaba pautas. En ese momento España era la tele, por eso hago hincapié en lo de ‘nunca voló tan alto’ (relacionándolo a su vez con El Pirulí).
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