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Actualizado:Hay que alimentar la bondad, hay que hacerlo desde la infancia, y lo contrario es nutrir de maldad el mundo. Heredera de traumas irlandeses no muy lejanos, como la pobreza y la gran hambruna, y el maltrato a niñas y niños a cargo del Estado y de la Iglesia católica, la primera película de ficción de Colm Bairéad, The Quiet Girl, se convierte en una sensible y conmovedora reivindicación de este alimento para el alma.
Adaptación del cuento de Claire Keegan, Foster, que se estudia allí en los colegios, ya es la película irlandesa más taquillera de la historia, primera rodada en gaélico irlandés nominada a los Oscar y con una buena cantidad de grandes premios, entre los que están el Gran Premio del Jurado Internacional Generation Kplus a la mejor película en la Berlinale 2022, donde también se alzó con la Mención Especial del Jurado Infantil. Mejor Fotografía (Kate McCullough) en los Premios del Cine Europeo y ganadora de siete premios de la Academia Irlandesa de Cine y Televisión.
Protagonizada por la pequeña Catherine Clinch, es la historia de Cáit, una niña de nueve años, en la Irlanda rural de 1981. De una familia pobre, con un padre grosero y nada afectivo, la envían a casa de unos parientes lejanos, donde recibe atención por primera vez en su vida. Allí, Cáit florece. Narrada desde el punto de vista de la niña, este cuento hermoso y delicado va acompañado de una potente carga social, a la que no le hacen falta demasiadas palabras. Una pequeña joya con aroma a los relatos clásicos de la infancia.
¿Cree que las relaciones en la infancia es lo que moldea al individuo?
Sí, absolutamente. Quiero decir, la película es una declaración sobre ello, sobre el hecho de que todos somos productos de nuestra infancia. Por ejemplo, si observas el carácter del padre biológico, ves que está fallando claramente en sus deberes como padre y en muchos otros aspectos. Para mí él es uno de los personajes más trágicos de la historia porque él es también producto de una infancia y lleva consigo su propio trauma.
Tengo con él la sensación de que está perpetuando algo que le hicieron a él, es un tipo de comprensión de la forma de criar a los hijos que es la que él ha heredado, y que ese trauma que ha experimentado él encuentra ahora su expresión en todos los vicios que tiene en su vida. Por eso, sí, la película es absolutamente una meditación sobre eso y sobre la noción de que el entorno es crucial para la formación de la persona.
¿Se puede decir entonces que esta es una película sobre el alimento emocional que se necesita para crecer?
Sí, eso es. Y espero que en la película también se perciba que hay un énfasis especial en la comida física, la comida como el sustento real que existe, porque es una especie de metáfora. Es una película sobre la nutrición emocional, pero, claro, la nutrición física es igualmente importante para un niño. Un niño debe ser alimentado, es una cosa muy básica, pero también es una realidad que a veces se olvida. Incluso el título de la novela, en inglés antiguo, significa nutrir o alimentar.
En la película habla de pobreza y es un poco inevitable pensar en la gran hambruna en Irlanda, ¿cree que ese capítulo del pasado, aunque usted no lo viviera, influye de alguna manera en su creación y en la película?
Bueno, obviamente. Irlanda sufrió una gran hambruna en el siglo XIX y desde entonces siempre ha habido una especie de respeto por la comida en el sentido de nunca desperdiciarla. Y creo que eso está arraigado en todos nosotros, también en los creadores, debido a esas experiencias que tuvimos como pueblo. Me parece que prevalece especialmente en las comunidades rurales, porque es donde más sufrieron durante la gran hambruna.
Y también, supongo, que tiene sentido porque en una familia rural la comida que está en la mesa es el producto de tu arduo trabajo. Es tu forma de vida y hay un respeto por ello. Y luego está la ausencia de comida, que es igualmente temida. Hay miedo a no tener suficiente. Y en Irlanda, en el periodo que se presenta en la película, todavía había sectores de la sociedad que vivían en la pobreza. La familia biológica de la niña es un ejemplo de ello.
Irlanda se ha ocupado en el cine muchas veces del maltrato infantil, ¿por qué? ¿es un tema que escuece en Irlanda?
Sí, desafortunadamente, desde la fundación de nuestro Estado, no siempre hemos cumplido con la promesa de nuestra Constitución, que era cuidar a todos los niños de la nación por igual, y, particularmente, de niños que habían quedado al cuidado del estado y terminaron en ciertas escuelas. También están las mujeres jóvenes, niñas jóvenes, que terminaron en lavanderías y otros tipos de instituciones también a cargo del estado o en conjunto con la Iglesia católica, donde se cometieron una letanía de terribles abusos, que han salido a la luz a lo largo de los años.
Eso es algo que nosotros como nación todavía estamos procesando. Y parte del impulso para hacer esta película fue dar entidad, reconocer, a un personaje infantil de una época en la que a los niños ni se les veía ni escuchaba. Sí, eso lo sentimos como una especie de impulso para darles una voz de alguna manera. Tenemos muchas cosas que superar como nación y todavía estamos procesando muchas de las cosas que ocurren aquí.
¿Por qué era importante contar todo desde el punto de vista de la niña?
Eso tiene sus raíces en el hecho de que el texto original está completamente construido sobre la perspectiva de la joven. Además, yo tengo una fascinación particular por el cine que se ocupa de personajes infantiles y de la infancia, creo que es un medio particularmente adecuado para la exploración de ese punto de vista y del mundo. Así que siempre me he sentido atraído hacia ese tipo de historias.
Las películas que tratan sobre la infancia o que tienen niños protagonistas a menudo están menos centradas en la trama y más preocupadas por el aspecto de la experiencia emocional. A mí me atrae mucho ese tipo de cine. El espíritu de la colmena, la película de Víctor Erice, sería un ejemplo de ello, o las películas de Lynne Ramsay, sobre todo sus primeros cortometrajes, pero también su primer largometraje Ratcatcher. Una vez más, es como si la trama fuera casi secundaria y fuera mucho más importante la inmersión en el personaje.
En su película son muy importantes los idiomas, pero también los silencios, que apenas existen en el cine de hoy…
Sí. Son muy difíciles de encontrar estos días en el cine. Me pregunto si no será esta una de las cosas por las que el público ha acogido tan bien la película. Mucha gente nos ha comentado que ha sido como una ventana abierta, que han encontrado algo refrescante en la película que tiene que ver con esos silencios. El hecho de que no sea una película con un ritmo frenético es casi como un antídoto contra gran parte de la vida moderna.
Y, por supuesto, es también una ventana a una época que en algunos aspectos era más simple que ésta, sobre todo respecto a los avances tecnológicos que tenemos hoy y que se han vuelto avasalladores. Pero, sí, creo que debería haber espacio para otras formas de cine, para películas que abrazan el silencio...debería haber siempre un lugar para ellas.
El padre habla inglés, el resto, irlandés. El idioma es una forma de incomunicación en esa familia. ¿Hay más intención al incluir esos dos idiomas, inglés e irlandés? ¿la convivencia entre ambos pueblos?
No, intencionadamente. En realidad es más un reflejo de mi propia experiencia. Crecí en un hogar bilingüe, así que uno de los padres siempre hablaba irlandés y el otro hablaba inglés. Pero reconozco que cuando estaba escribiendo el guion, disfruté las posibilidades que surgieron de la idea de que el padre no pudiera hablar irlandés. Eso, en cierto modo, agregó una especie de capa metafórica.
Este es un hombre que es incapaz de comunicarse emocionalmente con las personas que en teoría están más cerca de él en la vida. Además, estoy muy interesado en un cine en lengua irlandesa que permita espacio para el inglés, porque eso es reconocer el tipo de realidad lingüística de nuestro país. Si haces una película exclusivamente en irlandés, a menos que haya una muy buena razón para ello, corres el peligro de que la estén politizando, ya sabes, de que entre en la discusión y en el ámbito político del lenguaje. Y eso puede alienar, particularmente al público irlandés. Reconocer la convivencia de los dos idiomas, creo que es una forma de ganarse el respeto del público irlandés.
Ha añadido cosas al relato de Claire Keegan, ¿quería explicar más el contexto?
Sí. En la historia original todo comienza con la niña que ya está en el auto de su padre camino a Kinsler. Básicamente lo añadido es el acto de apertura. El libro está escrito en primera persona, así que tú estás escuchando los pensamientos de esta joven mientras está teniendo esta experiencia. Y hay momentos en los que ella tiene estos recuerdos, muy breves, o le vienen algunas emociones de su vida en su casa con su familia biológica. Yo me aferré al original y luego construí escenas inspiradas en el texto, y con ello creé el arranque de la película. Así que incluso la parte inventada adicional de la película sigue siendo bastante fiel, creo, al original.
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