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“Desconfianza”. Es la palabra más repetida entre las fuentes del sector cuando se habla del caso del Banco Popular. Una palabra que no gusta nada en el mundo financiero y que suele ser sinónimo de pérdidas o efectos peores. Este sábado termina la ampliación de capital de 2.500 millones que la entidad lanzó a finales de mayo. Fuentes del sector dan por hecho que conseguirá cubrir los objetivos, pero cuestionan tanto la forma como el fondo de esta operación.
“El anuncio de ampliación ha cogido por sorpresa al mercado, pero la urgencia en la misma, demuestra las necesidades del Banco Popular de recapitalizarse lo más rápidamente posible”. Es una de las conclusiones de la firma de análisis bursátil independerte Blackbird. Su último informe sobre el Banco Popular es contundente: “Las repetidas malas decisiones en el equipo directivo del Banco Popular han costado perder el valor de la compañía a sus inversores”. Marc Ribes, cofundador de Blackbird y autor del informe recuerda que la entidad esta buscando ahora capital -dinero nuevo- para cubrir activos tóxicos del ladrillo que aun tienen en sus cuentas y añade que es una mala estrategia: “cuando no corriges los errores de inversión, el sector no se renueva. Están destruyendo valor de la compañía y esto acaba costando dinero a los Estados, a los contribuyentes”. Robert Casajuana, socio de SLM Análisis Financiero y director académico de ISEFI, también desconfía: “Los mercados ven con recelo las ampliaciones de capital. Además la dirección aseguraba hace sólo unas semanas que tenían capital suficiente. Y días después anunciaron la ampliación. Nos chirría un poco el tema.”
Crédito a cambio de comprar acciones: un método controvertido
La ampliación de capital es una operación común en empresas que están en bolsa para conseguir dinero rápido. Sin embargo, puede poner de manifiesto debilidades. “Cuando una entidad necesita recursos, puede autofinanciarse, emitir bonos o ampliar capital. Los bonos tienen que devolverse pero el dinero de una ampliación no”, aclara Casajuana. Los inversores vieron rápidamente las intenciones del Popular, y después de anunciar la macroampliación cayó en bolsa un 20% casi de golpe. Ante el temor de no conseguir los objetivos, la dirección saca la artillería comercial pesada.La duda: ¿podría otra entidad absorber al Banco Popular?
A la campaña publicitaria se suman prácticas que Marc Ribes, de Blackbird, tilda de muy poco éticas. “Nos consta que llaman a sus clientes para convencerles que compren acciones. Normalmente tendrían que pasar un test de idoneidad. No todos los clientes son idóneos para comprar acciones”. El banco ha llegado incluso a ofrecer crédito –de hasta 200.000 euros- a cambio de participar en la ampliación, o para facilitar la compra de acciones. Mientras que para otras actividades el grifo sigue cerrado. En el informe, Blackbird puntualiza: “por supuesto esta mala praxis emana directamente de las altas esferas y no de sus empleados. (...). El Banco Popular está actuando de manera interesada e injusta, en contra de sus clientes y aprovechando una posición dominante propia de su naturaleza de negocio”, afirman.
La dirección del banco niega públicamente esta práctica, pero Casajuana también conoce ejemplos concretos y remarca: “de esta manera, de cara a la galería, consiguen suscribir toda la ampliación. Tú solo recordarás que la cubrieron con éxito, y los detalles quedaran escondidos”. La Comisión Nacional del Mercado de Valores ya está vigilando la operación con el objetivo que no se perjudique a las familias clientas de la entidad.
La duda: ¿podría otra entidad absorber al Banco Popular?
Una ampliación polémica, estrategias comerciales controvertidas, balance dudoso, la CNMV vigilando con lupa y el sector, desconfiado. Una olla a presión con ingredientes suficientes para que se cocinen nuevos rumores de absorción. Fuentes del sector admiten que la posibilidad siempre ha estado encima de la mesa. Y Ribes de hecho considera que sería una buena solución: “Si después de la ampliación se deshace de los activos tóxicos, queda una entidad rentable. Será injusto, pero se convertiría en un caramelo”. Casajuana, en cambio, es más prudente y matiza: “se ha hablado mucho de la posible compra del Popular. Pero si al final sanean el balance y consiguen que suba el valor en bolsa se habrán puesto una barrera de defensa a las OPAs. Creo que eso es precisamente su intención: protegerse para evitar una absorción por parte de otra entidad”.
En cualquier caso, y cuatro años después del rescate bancario, los movimientos a la desesperada del Popular para conseguir capital nos recuerdan que la crisis en el sector bancario español sigue lejos de terminarse. La persistencia del tocho, la falta de liquidez y la facilidad para dominar el mercado son para muchos analistas la evidencia que España corre el riesgo de repetir los mismos errores. “Estamos degenerando el poder hacia los bancos, les damos cada vez más poder”, sentencia Ribes, “y es un problema dejar el poder a un sector económico porqué aprovechan el miedo a la quiebra en beneficio de las entidades”.
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