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Liz Truss: el fracaso del dogma neoliberal que pretende imitar Ayuso

La pandemia, la crisis energética y la inflación desbocada parecen cuestionar el modelo económico dominante en las últimas décadas. Sin embargo, la presidenta madrileña sigue defendiendo las bajadas masivas de impuestos y achaca la defenestración de la primera ministra británica a que quiso ejecutar su plan fiscal "de golpe" y sin reducir el gasto público.

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Isabel Díaz Ayuso, visita este viernes el Instituto de Educación Secundaria San Mateo. — Chema Moya

Madrid,

La caída en desgracia de Liz Truss, la primera ministra británica que este pasado jueves se vio forzada a presentar su dimisión tras el fracaso de su plan económico basado exclusivamente en una masiva bajada de impuestos, ha sido interpretado por muchos analistas como una enmienda a la totalidad del modelo neoliberal dominante en las últimas décadas.

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Declarada admiradora de Margaret Thatcher, Truss llegó al famoso 10 de Downing Street el pasado mes de septiembre con la intención de dar una sacudida neoliberal al Reino Unido, pero el tiro le salió por la culata. Su plan era radical: quería bajar los impuestos, sobre todo a los más ricos, para inundar la economía de libras, justo cuando el Banco de Inglaterra y los mercados hacen lo contrario: subir los tipos de interés para enfriarla.

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El 23 de septiembre, su entonces ministro de Economía, Kwasi Kwarteng (también defenestrado), presentó el plan. Fue el principio del fin para Truss. Su rebaja fiscal provocaba un agujero descomunal al presupuesto del país, no arreglaba el problema de la inflación y provocaba un encarecimiento generalizado de las hipotecas. Además, la única alternativa que ofrecía el Gobierno de la primera ministra era compensar la caída de ingresos con más deuda pública, algo que los mercados no digirieron bien: la libra esterlina cayó hasta su mínimo en más de 50 años y también cayó la Bolsa, mientras el rendimiento del bono soberano de Gran Bretaña a 10 años repuntó, encareciendo así los intereses de la deuda. El Banco de Inglaterra tuvo que intervenir, en contra de su voluntad, y comprar deuda pública británica para evitar un desastre mayor.

Truss apostó por una política económica ultraliberal en el peor momento, con una feroz crisis energética y los precios desbocados. La propia Truss reconoció en su discurso de renuncia que "la inestabilidad económica e internacional" impedía poner en práctica sus políticas ultraliberales.

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No se puede decir que a Truss eso le pillara por sorpresa, porque todos los organismos financieros internacionales advertían desde hacía meses de que no era recomendable bajar los impuestos. Eso es lo que viene diciendo el Fondo Monetario Internacional (FMI), una de las instituciones garantes del dogma liberal, desde principios de año: "Dada la elevada presión inflacionista en muchos países, incluido Reino Unido, no recomendamos grandes paquetes de recortes fiscales en esta situación, ya que es importante que la política fiscal no vaya en contra de la política monetaria", declaró el propio FMI al conocer las intenciones de la primera ministra británica.

Pese a todas esas señales de alarma, el plan fiscal de Truss fue muy bien acogido por el PP en España. Ahora se pone de perfil, pero en su momento la derecha española lo consideró un modelo a imitar: lo veía como un espaldarazo a su perenne propuesta de bajar impuestos. Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid y referente del ala más ultraliberal del PP, fue quien más entusiasmo mostró con las medidas fiscales de Truss.

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El debate político en España orbitaba esos días en torno a la conveniencia o no de bajar impuestos y a quién bajárselos. Ayuso publicó entonces, en referencia a Truss, un tuit de esos que te persiguen toda la vida: "Y cómo piensa el Gobierno de Sánchez frenar el 'dumping' internacional?".

Ahora, desde el PP afirman que la propuesta de su líder Alberto Núñez Feijóo de bajar impuestos "es diferente" a la de Truss, sin dar más explicaciones. Ayuso sí que fue un poco más explícita este viernes, cuando le preguntaron por la tormenta financiera desatada por la británica. La presidenta madrileña no está dispuesta a bajarse del caballo neoliberal y sigue defendiendo las bajadas de impuestos como el mejor instrumento para la política económica. Sin embargo, ante los periodistas Ayuso matizó que esas rebajas fiscales no se deben hacer todas "de golpe". Añadió, además, que el plan fiscal de Truss se fue al garete porque venía acompañado de un aumento del gasto público. Ella prefiere bajar los impuestos pero sin gastar más.

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"A mí cuando ahora me proponen nuevas bajadas agresivas digo que hay que ir poco a poco, primero tenemos que ver los efectos de las que vamos a aplicar el año que viene y con ello ir poquito a poco haciéndolo", explicó a los periodistas.

Unas palabras que incurren en una contradicción, porque Ayuso siempre ha defendido las rebajas masivas de impuestos. De hecho, ese fue su reclamo electoral en las elecciones autonómicas de 2019 y 2021. Ella, además, lo adornaba con grandilocuencia: "Vamos a hacer la mayor rebaja fiscal de la historia".

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Lo decía, además, en un territorio en el que desde el año 2004 los sucesivos gobiernos autonómicos del PP han bajado sistemáticamente impuestos. Esa merma de ingresos fiscales –48.292 millones de euros entre 2004 y 2020, según reconoció en diciembre de 2020 el ultraliberal Javier Fernández-Lasquetty, actual consejero de Hacienda madrileño–, ha terminado por afectar al estado de bienestar en la región. A día de hoy, la Comunidad de Madrid vive una gran paradoja: es la más rica de España, pero está a la cola en casi todos los indicadores sociales

Sin embargo, Ayuso no deja que la realidad estropee sus planes: el pasado 12 de septiembre presentó una batería de propuestas fiscales similares a las de Truss. El fracaso de la primera ministra británica no parece impresionar a la presidenta madrileña, cuya receta política sigue al pie de la letra el manual neoliberal: "Menos impuestos, menos trabas legislativas y por tanto, más libertad de elección", dijo ese día durante el debate sobre el estado de la región de la Comunidad de Madrid.

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Ayuso también pretende eliminar todos los tributos propios de la Comunidad de Madrid, donde, por ejemplo, no se paga ya desde hace tiempo el impuesto de patrimonio, que grava a los más ricos. El pasado 1 de septiembre su Gobierno acordó iniciar la tramitación de la ley de supresión de estos impuestos. Ahora lo tendrá que aprobar la Asamblea de Madrid.

La oposición en bloque ha acusado siempre a Ayuso de convertir Madrid en un paraíso fiscal. En la práctica lo es: el sistema tributario madrileño perdona cada año más de 5.000 millones de euros en impuestos a base de beneficios fiscales a los contribuyentes que ingresan más de 150.000 euros y a los 4.192 que admiten tener un patrimonio superior a los seis millones de euros.

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La guerra a los impuestos de Ayuso pone sobre la mesa una pregunta que se antoja pertinente: ¿Hay margen para bajar aún los impuestos en Madrid, una comunidad autónoma que ya tiene la presión fiscal más baja de España?

El fiasco de Truss invita a pensar que no. Ahora no hay margen para rebajas fiscales masivas ni para aplicar políticas neoliberales. Europa ha vivido en apenas dos años una pandemia y una guerra en Ucrania, dos acontecimientos que han debilitado los grandes dogmas neoliberales hasta hace poco intocables: los Estados han tenido que salir al rescate con dinero público. La Unión Europea creó un fondo de 750.000 millones de euros para hacer frente a los estragos del coronavirus, y la guerra en Ucrania también ha obligado a los Gobiernos a poner mucho dinero sobre la mesa. Justo lo que no quiere Ayuso.

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