zaragoza
Las recetas que el tejido productivo y las instituciones llevan años aplicando para superar la crisis están alicatando el mercado laboral con una serie de losas precarizantes que llevan camino de cronificarse, especialmente en el apartado salarial y con mayor intensidad en sectores como los jóvenes o las mujeres.
Eso está extendiendo a intensificando el fenómeno de los trabajadores pobres, la gente que, pese a tener un empleo (o varios), sigue sufriendo estrecheces, cuyo volumen no deja de crecer en paralelo a la mejora de las variables económicas para marcar ya un récord de casi 2,6 millones de personas.
Llevan por encima de los 2,5 millones desde, precisamente, 2014, que es el año en el que comenzó la recuperación de las variables macroeconómicas cuando no habían alcanzado ese nivel en las fases de mayor intensidad de la crisis.
El cruce de los datos de la media de trimestres de la EPA (Encuesta de Población Activa) con los de la Encuesta de Condiciones de Vida, cuya última edición se cierra en 2017, dejan poco espacio para las dudas: la tasa de riesgo de pobreza de los ocupados alcanzaba el 13,8%; tres décimas menos que los dos años anteriores y un punto por debajo del récord de 2014, sí, pero al borde ya de los 2,6 millones de personas como consecuencia del aumento de la ocupación y de las precarias condiciones en las que sigue produciéndose esa ocupación.
El umbral de pobreza, bajo el que han caído casi uno de cada siete ocupados, se sitúa en 8.870 euros anuales (casi 500 por encima de los 8.357 de 2008) para los hogares de una persona y en 18.628 (más de 600 sobre los 17.956 de hace una década) para los de dos adultos y dos niños.
Las losas salariales de la crisis
Ese empobrecimiento de los trabajadores, que también se está dando entre los parados con una tasa del 46% y entre los jubilados con otra del 12,8% tras crecer, respectivamente, en siete de los últimos diez años con datos y en los cuatro más recientes, tiene focos de especial intensidad en los que, tal y como pone de manifiesto la Encuesta Anual de Estructura Salarial, las losas que impiden que se filtre y redistribuya la recuperación macroeconómica son más pesados, o densos, que en el resto del mercado laboral:
Menores de 35 años
La ganancia media anual por trabajador es inferior a la de 2008 en todos los tramos de edad situados por debajo de los 35 años, con diferencias de casi mil euros brutos entre los de 25 a 29 (17.434 en 2008, 16.440 en 2017) y de más de 1.500 en los de 20 a 24 (de 13.293 a 11.775). La pérdida es menor, de unos 700 en una década, entre los de 30 a 34, que cayeron de 20.528 a 19.847. La misma estadística indica que, en general, los ingresos medios de los trabajadores aumentaron en ese periodo en más de 1.700 euros brutos anuales al pasar de 21.883 a 23.646.
Jornadas parciales
Los varones que se ganan la vida con contratos de jornada incompleta no han llegado a cobrar todavía lo que percibían por su trabajo antes de la crisis, ya que los 11.279 euros brutos por año que les atribuye la última encuesta siguen por debajo, pese a encadenar tres años de mejora, de los 11.392 del año del crash. En el caso de las mujeres que se emplean en jornadas parciales, la mejora ronda los 800 euros al llegar a 10.409 desde los 9.662 iniciales, aunque esa evolución no enmascara la realidad de unos salarios inferiores a los masculinos y una distancia escasa con los márgenes de la pobreza. La brecha de género lleva creciendo tres años, en los que se ha ensanchado de 338 a 870.
Mujeres con contrato temporal
Las ganancias medias de trabajadoras con contratos eventuales han mejorado en relación con el ejercicio de 2008 al pasar de 15.069 euros brutos anuales a 15.972, aunque no si esa cifra se compara con la registrada un año después, en 2009, cuando alcanzó los 15.996, un nivel al que no han regresado.
La hostelería
Los sueldos de las mujeres que se ganan la vida trabajando en la hostelería continuaron subiendo en los primeros años de la crisis para alcanzar los 12.825 euros brutos anuales en 2010, un nivel que no volvieron a alcanzar hasta los 13.161 de 2017. También el de sus compañeros varones tocó techo en 2010, aunque en este caso con una cuantía de 16.891 que no han vuelto a registrar al quedarse en 2017 en 16.138.
El cuarto sector
Apenas ha mejorado el nivel de ganancias de los trabajadores del sector de la salud y los cuidados, que cerró 2017 con un registro de 15.5127 euros brutos anuales para, tras una década de altibajos, apenas superar en 130 al de 2008. Eso sí, con algo más de 3.500 euros de diferencia a favor de los hombres (18.343, con dos ejercicios de bajada) frente a las mujeres (14.765 con una leve mejora de menos de 800 en tres años).
Trabajadores no cualificados
Presentan, por grupos de ocupación, la peor evolución del mercado laboral, con niveles medios de ingresos inferiores a los de 2008, de 140 euros en el caso de las mujeres (11.657) y de 560 en el de los varones (16.268). Paralelamente, la situación de las administrativas deja en entredicho la relación directa entre formación y nivel salarial, ya que no recuperaron hasta 2016 la exigua ganancia media anual de 13.300 euros anterior a la crisis, a la que un año después le siguió un aumento de casi 300 que lo situó en 604.
Más productividad y menos salarios
Esta situación resulta paradójica, aunque solo aparentemente, en una España en la que los negocios van como nunca, con un PIB de récord que supera los 1,3 billones de euros y le saca más de un 15% al de 2008.Sin embargo, y aunque el indicador va mejorando, hay otros datos y tendencias que desenmascaran el cuadro real.
Por una parte, se trabaja menos que antes de la crisis. Concretamente, casi un 10% menos de horas (entre 587 y 646 millones semanales el año pasado por los de 631 a 722 de 2008) cuando la ocupación es apenas un 5% inferior (19,42 por 20,46 millones de trabajadores tal y como refleja la EPA.
Esa combinación, ganar más trabajando menos, sería imposible sin dos ingredientes. Uno de ellos es la evolución positiva de la productividad, que encadena un lustro de aumentos, especialmente en la industria y los servicios y con altibajos en el campo, según señala el último boletín del Observatorio de la Negociación Colectiva, del Ministerio de Trabajo. Ese mismo informe indica que el coste laboral real, lo que el empleado se lleva por su trabajo, ha bajado en tres de los últimos cinco años concretamente, de 2016 a 2018, antes de registrar una histórica subida de algo más de un punto a principios de año, coincidiendo con la entrada en vigor de la última revisión del SMI (Salario Mínimo Interprofesional), que lo situó en 900 euros sin afectar a la creación de empleo y mejorando al mismo tiempo los ingresos de Hacienda.
Más trabajadores pobres que nunca
El segundo ingrediente es la contención salarial, detectada de manera repetida por organismos como la Agencia Tributaria en sus informes de recaudación.
Es decir, que en la España de los 'brotes verdes' macroeconómicos trabaja menos gente y durante tiempo que antes de la crisis para obtener rendimientos notablemente más elevados, algo que ha tenido dos efectos secundarios tan aparentemente paradójicos y contradictorios como lógicos y obvios.
Uno es el aumento de los beneficios empresariales, que en cinco años, de 2013 a 2018, pasaron de 440.000 a 510.000 millones de euros para superar los niveles previos a la crisis mientras la masa salarial del país crecía a un ritmo inferior: un 17% en cinco años (de 487.000 a 570.000), el mismo avance que la ocupación, lo que ratifica esa congelación salarial generalizada.
El otro, consecuencia de la congelación y las bajadas salariales que la mayoría de los empleados sufrieron a partir de 2008, es el incremento de los 'trabajadores pobres', cuyo volumen se disparó, precisamente, con la llegada de esos 'brotes verdes' que siguen sin trasladarse a la microeconomía, es decir, a los bolsillos de las familias.
Los 2,37 millones de 2008 se habían convertido en 2,43 al cierre de 2013 para dispararse a 2,56 en 2014, el primero de la recuperación, y, con un pequeño descenso al año siguiente, llegar a 2,59 en 2017.
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