Entrevista a Jaime Palomera"Vivir de las rentas no es inofensivo, hace daño, porque ese dinero sale del bolsillo de alguien"
'Público' habla con el autor de El secuestro de la vivienda (Península) en la antesala de las manifestaciones del 5 de abril.

La España de propietarios que quería Franco cristalizó en una sociedad "neofeudal" y rota por el rentismo. La vivienda se ha convertido en una gallina de los huevos de oro; pero la cosecha la recogen cada vez menos ricos. Los grandes tenedores y los fondos de inversión son los "dueños" de la selva inmobiliaria. Y el fetichismo de la renta; ese que te cuelan los influencers cuando te dicen que "la hipoteca se paga sola", hace más daño del que pensamos. Jaime Palomera aborda todas estas cuestiones en El secuestro de la vivienda (Península). El doctor en antropología económica y activista por el derecho a la vivienda cuestiona cada uno de los mitos que giran en torno a un mercado tan rentable como enloquecido. Y lo hace con la experiencia de haber jugado muchas tardes al Monopoly. Eso sí, sabe que esta partida está completamente "amañada".
El título del libro es contundente, ¿quién tiene secuestrada la vivienda?
Las personas que tienen dinero están comprando casas y acumulando cada vez más activos; cuantas más casas compran, más suben los precios. Lo que está secuestrado es la función social de la vivienda. Vivimos en una especie de Monopoly: si tú entras en una partida que está empezada, te vas a encontrar con casi todas las calles compradas, cuesta mucho encontrar una libre y cada vez que das una vuelta, tienes que pagar alquileres más altos. En poco tiempo te darás cuenta de que estás arruinado y fuera de la partida, pero es que además, hablamos de un Monopoly amañado.
Los que tienen muchas casas reciben dinero público –mediante deducciones fiscales– para comprar todavía más viviendas. La gente trabajadora que quiere adquirir un piso, en cambio, paga más impuestos que nadie. Es importante darle la vuelta a esto. Tenemos que subir los impuestos a quien tiene muchas casas y sólo quiere acaparar, para bajárselos a los que tienen por delante un futuro cada vez mas negro. Los ricos se están comiendo a la gente trabajadora y a las clases medias...
Habla de un "Monopoly amañado" por los beneficios fiscales que tienen los propietarios y la facilidad con la que suben los precios. ¿Cuántas partidas van a aguantar los jugadores más pobres y precarios?
Las clases trabajadoras han crecido con la idea de que su propio esfuerzo les permitiría labrarse un futuro como el de sus padres y abuelos, tener un piso en propiedad. Es una quimera. Los ricos están acaparando cada vez más casas y han convertido el negocio inmobiliario en su principal fuente de riqueza. La sociedad de propietarios se está estrechando cada vez más y si nada cambia, llegaremos a un modelo de pirámide social en el que los ricos tendrán cada vez más patrimonio y habrá masas enormes de gente cada vez más pobre. Estamos en ese camino.
Y no sólo hablamos de gente trabajadora; muchas personas que en su día han podido comprar una casa ahora tienen que venderla para recibir los cuidados que necesitan y pasar una jubilación decente. Los datos hablan por sí solos. El mercado del alquiler ha aumentado durante los últimos diez años en 1,3 millones de viviendas. Estas casas no se han construido. ¿De dónde salen? Pues de pequeños propietarios que las han ido perdiendo con las sucesivas crisis y han acabado en manos de personas con dinero que abogan por ponerlas en el mercado del alquiler. Esto lo que está haciendo es disparar la desigualdad.
El fantasma del okupa es lo último que les queda a los ricos para que no hablemos de cómo se enriquecen
La política del ladrillo tampoco ayudaría a sofocar la emergencia habitacional, ¿no?. El tablero del Monopoly es limitado...
Claro. Los economistas nos han contado el cuento de que el mercado de la vivienda es un mercado donde la oferta y la demanda se autorregulan; nos han dicho que cuanta más oferta, más bajarán los precios. La historia nos enseña que esto es mentira. En los últimos 70 años todos los booms inmobiliarios donde se ha construido más que nunca han coincidido también con las mayores subidas de los precios. Los mercados de la vivienda no son mercados competitivos. Las casas están construidas sobre un bien naturalmente escaso que es el suelo; nadie puede ampliar la superficie que nos ha dado la naturaleza.
El suelo es un bien de primera necesidad. Lo podemos ver con un caso práctico. Si las naranjas suben de precio, puedes sustituirlas por mandarinas o por manzanas, incluso puedes dejar de consumir fruta. Eso no ocurre con la vivienda; siempre vas a necesitar una casa. Los que poseen terrenos e inmuebles lo saben y por eso los precios suben por encima de los salarios y de la economía real. Es lo que pasa cuando la vivienda está en manos del mercado: los precios siempre van a subir, por mucho que se apueste por la construcción.
Y por si fuera poco, tenemos ahora otro conflicto: jugadores que quieren pagar sus rentas, pero tienen caseros que prefieren poner sus casillas en el mercado turístico, para exprimir todavía más el negocio. ¿Qué deben hacer las administraciones?
Las casas no fueron creadas para convertirse en hoteles. Lo que ocurre es que la gente que tiene mucho dinero disfruta de una serie de incentivos para dedicar su riqueza a la compra de más bienes inmuebles. El mercado turístico tiene rentabilidades altísimas, mucho más que el de los alquileres convencionales. Las administraciones han tomado medidas paliativas que actúan –de manera tímida– sobre los síntomas, tratan de limitar los usos especulativos de la vivienda. El problema es que mientras las casas sigan siendo un activo como el oro y los ricos no tengan ningun impedimento para especular, todo va a seguir igual.
Franco diseñó un modelo de sociedad en el que había perdedores y ganadores, los que tenían muchas propiedades y los que no tenían ninguna. ¿Ha estallado este modelo?
El problema del rentismo es consustancial a la historia de las ciudades modernas. Los gobiernos de principios del siglo pasado, conscientes de la enorme desigualdad que se estaba generando, propusieron crear sistemas regulados de vivienda pública para sacar el suelo y las viviendas de la máquina rentista. Franco, en cambio, apostó por una democracia de propietarios. Este modelo funcionó durante 50 años para dos generaciones, pero la gente pronto empezó a endeudarse: los precios subían más rápido que los salarios y la deuda era la única forma de acceder a una vivienda en propiedad.
La sociedad de propietarios está en crisis. El modelo se está rompiendo tanto por arriba como por abajo, para dar paso a una estructura casi neofeudal. Lo que define ahora tu futuro no es tu capacidad de ahorro, sino la familia en la que has nacido, las posibilidades que vas a tener de heredar. Esto explica que los jovenes crean cada vez menos en las democracias.
Verdad o mito. ¿España es un país de pequeños propietarios?
La mayoría de la sociedad sigue siendo propietaria, pero cada vez cuesta más acceder a una casa y crece el número de personas que viven de alquiler. Es importante entender que buena parte de la oferta está en manos de personas que tienen al menos tres viviendas alquiladas, es decir, multipropietarios que tienen tres rentas. Y aquí sí que tenemos que romper un mito. No es verdad que la gente trabajadora dependa de las rentas que recibe. El alquiler sólo representa entre el 7% y 9% de lo que ganan. Los que dependen realmente de este negocio son los que tienen ingresos de más de 600.000 euros al año. En estos casos, la proporción de lo que representa el alquiler crece hasta el 35%.
A largo plazo casi todos vamos a tener que vivir de alquiler, incluso quienes tienen una propiedad
El hecho de que casi toda la población sea propietaria puede explicar las dudas a la hora de intervenir el mercado en favor de la minoría que no lo es, ¿no?
Esto es en parte otro mito. Lo que nos enseñan los datos es que la inmensa mayoría de las personas estarían a favor de que la vivienda fuese más barata aunque eso implicase una bajada del precio de su propiedad. El 75% de la gente respondió en una encuesta reciente que le parecería bien la medida si así los ciudadanos que no pueden acceder a una vivienda digna tienen más posibilidades. Los padres y abuelos están angustiados porque ven que sus hijos y nietos van a tener complicado heredar una casa o comprar un piso, ven que el mercado del alquiler los está empobreciendo. Las nuevas generaciones lo van a tener difícil para subirse a esa sociedad de propietarios.

Entonces, ¿caminamos hacia un país de inquilinos?
Caminamos hacia una sociedad rota donde cada vez más gente vive con sus padres o tiene que pagar un alquiler. Y esto va a ir creciendo. Es cierto que a largo plazo casi todos vamos a tener que vivir de alquiler, incluso quienes tienen una propiedad, porque van a tener complicado manetenerla dentro de la familia. Los cuidados muchas veces se pagan con la única fuente de riqueza, que es la vivienda, y los que esperaban heredar posiblemente se lleven un fiasco.
Aitana, Dulceida y otras figuras públicas han presumido de sus inversiones en vivienda. Esto por no hablar de los influencers inmobiliarios. ¿Cómo pueden impactar sus discursos a nivel social?
Tenemos una parte del mercado inmobiliario que hace mucha propaganda de lo que se conoce como vivir de las rentas. A mí me salen constantemente vídeos de YouTube donde te explican cómo puedes liberarte de la nómina y lograr la libertad financiera; hacen cursos y eventos en los que te dicen que con 20.000 euros te puedes comprar un piso en un barrio obrero. Si luego lo pones en alquiler turístico o de temporada, tienes ingresos para comprar un segundo piso con otra hipoteca. Te dicen que "la casa trabaja por ti" y que "la hipoteca se va pagando sola". Esto es el fetichismo de la renta; esconde las relaciones sociales que hay detrás de la riqueza que se va generando.
La hipoteca no se paga sola, te la paga un inquilino. La casa no trabaja por ti, trabaja un inquilino todo el día y te paga una parte cada vez más elevada de su salario. Estos discursos tienen más impacto del que creemos, salen cada dos por tres en los programas de televisión. Vivir de las rentas no es inofensivo, hace daño, porque ese dinero sale del bolsillo de alguien. Esto es lo que diferencia el rentismo de la economía productiva.
El foco se suele poner en los jóvenes, no tanto como víctimas de la especulación, sino como personas que no pueden acceder a una casa en propiedad por la falta de "cultura del esfuerzo", por "vivir la vida" o irse de vacaciones...
Los jóvenes gastan parte de sus ahorros en un iPhone o en irse de fin de semana porque lo conciben como el sustitutivo de la vida que en realidad les gustaría tener. Las compras pueden parecer superfluas, pero con ellas intentan tapar la frustración que arrastran por no poder realizar el tipo de compras serias y adultas que hicieron sus padres cuando tenían su edad. Es una manera de sobrellevar el shock que supone ver que todo va a peor.
El de la vivienda no es un problema que sólo afecte a las nuevas generaciones, hablamos de una crisis estructural.
Exacto. Los jóvenes son quienes más viven de alquiler, pero no los únicos. Si miramos el conjunto, la mayoria de los inquilinos tienen más de 35 años. La gente que se empezó a hacer adulta tras la crisis de 2008 no ha conocido otra cosa que no sea vivir de alquiler; hablamos de personas que tienen ahora entre 35 y 45 años.
Las administraciones se empeñan en mirar hacia la okupación, un monstruo que tiene las patas bien cortas, pero ahí sigue, caminando. ¿Por qué?
La okupación sólo afecta al 0,05% del parque inmobiliario, normalmente casas vacías y abandonadas de grandes tenedores o bancos. Es interesante. La población ahora mismo cree que al menos una de cada dos casas están o han estado okupadas. El fantasma del okupa es lo último que les queda a los más ricos para que no hablemos de cómo están acaparando cada vez más patrimonio en detrimento del futuro de las personas trabajadoras y de las clases medias. Es lo mismo que ocurre con la figura del inmigrante, de hecho, muchas veces se mezclan ambas cuestiones.
A la derecha extrema y a las nuevas derechas les encanta hablar de okupas y migrantes; decir que el problema son los okupas que te van a robar la casa es la manera que tienen de que te olvides de que tu hijo de 30 años todavía vive contigo. Esto es una batalla ideológica fuerte. No es causalidad que en un momento en el que la gente ha empezado a protestar cada vez más por la asfixia de la vivienda tengamos en todos los platós de televisión a una persona supuestamente afectada por la okupación y a otra que te está explicando cómo vivir de las rentas. Es una batalla cultural. La realidad es distinta. ¿A cuánta gente sacan las plataformas antiokupación a la calle y cuánta está saliendo para decir basta a la especulación?
La sociedad de propietarios está en crisis, se rompe tanto por arriba como por abajo
¿El Gobierno moverá ficha tras las movilizaciones de este fin de semana?
El Gobierno ha empezado a cambiar el diagnóstico. En el último año han empezado a hacer otra lectura de la realidad. Esto es innegable, pero si nos paramos a analizar la situación, vemos que desde las manifestaciones del último otoño no han movido ficha. Los únicos actores que han hecho algo aquí son los sindicatos y los movimientos sociales. Estos grupos están plantándose ante las subidas y organizando las primeras huelgas de alquiler en lo que va de siglo. Si queremos que los gobiernos pongan fin a las dinámicas rentistas tenemos que movilizarnos, tenemos que construir un movimiento amplio que no va a obtener una victoria mañana. Es un proceso mucho más largo.

¿Esa organización sindical y social tiene la llave para recuperar toda la vivienda secuestrada?
La realidad es que los movimientos sociales han logrado evitar expulsiones y han frenado subidas abusivas; hablamos de millones de personas que, teniendo las leyes en su contra, han demostrado que podían detener este tipo de abusos. La clave está en la fuerza colectiva, pero también son imprescindibles cambios estructurales. A la administración le cuesta mucho perseguir el fraude. El mercado inmobiliario está muy bien organizado y siempre encuentra grietas por las que escaparse. La manera de frenar el problema es actuar sobre la raíz: conseguir que la compra de viviendas no sea una opción para quienes tienen mucho dinero. Y eso sólo lo puedes lograr con impuestos.
Singapur lo ha conseguido, no sólo tiene un parque público gigante, sino que hace una cosa: si tú te quieres comprar tu primera casa te ayudan fiscalmente, pero a partir de la segunda y la tercera te cosen a impuestos. Estamos hablando de un bien de primera necesidad. Lo que tienes que lograr como gobierno es que todo el mundo tenga al menos una casa. Singapur es una isla y la escasez de suelo es brutal, pero ha conseguido que la inmensa mayoria de la población pueda tener un proyecto de vida. Lo que necesitamos son medidas que vayan a la raíz. Si no intervenimos el mercado, los precios de la vivienda se van a multiplicar por dos en los próximos cinco años. Estamos en una espiral absolutamente endiablada y tenemos que cambiar las reglas del juego.
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