MADRID
El vino poco a poco deja de ser territorio masculino, aunque los números reflejan que todavía queda mucho por hacer. Así lo muestran los datos recogidos por la plataforma Spanish Wine Lover destinados a analizar la situación de la mujer en el sector con motivo del 8 de marzo: la presencia femenina en la Federación Española de Enología es de un 30%, un número que baja considerablemente si hablamos de presidentas de cooperativas vinícolas: sólo un 4,8 %. En este contexto, cabe destacar algunos ejemplos de empresarias que han dado un paso al frente y aportan su granito de arena en la montaña de la igualdad.
En Público queremos acercarnos a una de ellas por ser un ejemplo de superación y de esperanza. Ella es Sana Khouja, y ha roto las barreras raciales, económicas y de género para adentrarse en el mundo del vino desde una visión renovadora y sostenible. En 2019, con sólo 30 años, creó Zeena, su marca de vino orgánico, envasado en lata de aluminio 100% reciclable y reciclado. De origen bereber y nacida en Marruecos, en el seno de una familia humilde, se ha criado en el Raval y ha compaginado sus estudios con trabajos de limpieza y clases particulares. Hoy es una empresaria con una proyección prometedora, orgullosa de sus logros y que tiene el cambio como bandera.
¿De dónde le viene su afición a la enología?
Del Priorato, una zona de vinos en Catalunya, a la que llegué de casualidad, en una época en la que empezaba a rodar lanzando al mercado una nueva startup digital para niños con autismo. No busqué llegar a él, pero la industria me atrapó, por sus parajes, la conexión con la naturaleza, su fuerza, su pasión, su arte... El vino es vida.
Creadora de un vino en lata español, vegano y ecológico... ¿Cómo surgió la idea de hacer algo tan innovador?
Zeena nació con el propósito de generar valor en la industria de las bebidas lanzando referencias al mercado de productos sostenibles y adaptados a las nuevas tendencias de consumo. No ser sostenibles, a día de hoy, no es una opción. Y, ¿por qué el vino? Porque somos tierra de vino, porque gozamos de la mejor calidad del mundo y, principalmente, porque estamos observando cómo desde la industria estamos dejando escapar al consumidor joven. Al sector le hace falta integrarse en el lifestyle del consumidor.
¡Vino en lata! Los bodegueros tradicionales se le habrán echado encima y quizá aún más por el hecho de ser mujer.
Sí. Al inicio del proyecto, el rechazo fue general. Pero no competimos con la botella de vino, estamos haciendo el mercado más grande. La industria del vino ha estado liderada mayoritariamente por hombres, pero en los últimos años la presencia de la mujer ha ido ganando su espacio, sobre todo destacando su aporte en la innovación. En mi caso, innovar siendo mujer, de Barcelona e hija de migrantes sin título universitario en enología... pues posiblemente lo tenía todo para fracasar.
La suya, desde luego, es una historia de superación.
Sí, nací en el seno de una familia muy humilde y accedí a los estudios a través de becas, ya que mis padres no pudieron nunca costearme la educación. Por eso empecé a trabajar desde muy temprano. El rápido acceso al mercado laboral y mi situación familiar hicieron que madurara con mucha rapidez, tanto en el campo profesional como en lo personal. Mis orígenes representan la mujer en la que hoy me he convertido, y estoy muy orgullosa de ello.
Hablemos de integración. ¿Se ha visto discriminada en algún momento por sus orígenes?
Ser rubia y blanca ha sido la razón por la cual no he sufrido ningún tipo de discriminación. Mis primos y primas de tez más oscura no responderían igual a esta pregunta lamentablemente. Tampoco aquellas mujeres que usan velo. Podríamos hablar largo y tendido sobre si la discriminación que vivimos es por raza, religión o estatus social.
¿Cuál es su opinión sobre la situación de Marruecos, donde están sus raíces, y el problema de la inmigración, especialmente los menores no acompañados?
Que la educación es la única forma de combatir toda esta situación. Siempre he dicho que lo único que me diferencia de un marroquí del barrio del Raval, a quien mucha gente mira con cara de criminal, es que yo decidí y me lo jugué todo por estudiar. La educación es la única salida. Dejemos de hablar de primer y tercer mundo, de evolucionados y en vías de evolución y empecemos a hablar de la riqueza que existe en cada uno de nosotros y desvinculamos de la situación económica. Entonces empezaremos a vivir en una sociedad más sana, con mayor conciencia, y en paz.
¿Qué postura mantiene respecto al feminismo?
Me he pasado años avergonzándome de mis orígenes, ocultando mi nacionalidad, ocultando que mi madre limpiaba pisos, que nací en el Raval... Desarrollé mi parte masculina porque me avergonzaba de ser mujer. Hoy puedo gritarle al cielo que ser mujer es lo mejor que me ha pasado y que ocultar mis orígenes es ocultar mi propia identidad. Voto por la lucha de la mujer por la revolución desde el amor y no desde el odio.
¿Con quién brindaría y por qué?
Ojalá con mi madre, sería un sueño, pero por ideologías y religión jamás se acercaría al vino. Brindaría sin lugar a duda con muchas mujeres que han sabido encontrar el modo de salir del vacío, de no vivir la vida que les impusieron, de salirse de lo preestablecido, mujeres luchadoras que llevan las riendas de sus propias vidas, aquellas que ante la mirada de la decepción del prójimo han sabido encontrar la fuerza para cambiar la situación. Y también brindaría con todos los hombres buenos, que nos dan la mano en este duro trayecto. Sin olvidar a todas aquellas personas que me han dicho a lo largo de la vida que no iba a conseguir nada, por ser demasiado joven, por ser mujer hija de migrantes; todos han sido la mecha que han prendido esta llama, así que gracias.
¿Y con quién no brindaría nunca?
Con Vladimir Putin y con cualquier ser con falta de humanidad y conciencia.
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