Charlie Pee no es un personaje. Esta barcelonesa nació en Sabadell al arranque de los 90. Sus padres esperaban un niño y ella acabó siendo una versión alternativa del ‘Charlie’ que había proyectado o, al menos, esa fue durante mucho tiempo su carta de presentación sobre los escenarios. «Mi vida empezó ya con un error», decía para introducirse en Las que faltaban , el programa de humor que capitaneaba Thais Villas en Movistar Plus+. También podría definirse como la cuarta nieta favorita de su abuela ( que, de 16 nietos, tampoco está mal) o reivindicar su faceta como celiaca: «Lo siento, no soy trigo limpio», advierte. Sea como fuere, Charlie se toma a sí misma con humor, como poco, desde que decidió subirse a los escenarios hace casi diez años.
Todo empezó el verano en el que acabó la carrera de Traducción e Interpretación y llegó en gran vacío. No sabía que camino tomar y encontró la oportunidad de desconectar con un curso sobre monólogos del cómico Gabriel Córdoba. Aquello la enamoró y fue justo lo contrario, una ruptura sentimental, lo que le descubrió su propio estilo en el stand up. La casualidad quiso que el tipo con el que salía optase por dejarla solo unos días antes de que se presentara a un concurso de monólogos en Andorra. Se celebraba exactamente el día de San Valentín, que ya es mala suerte. En un intento de tirar pa’lante, Charlie decidió plantarse allí sin acompañante y dejar que el alcohol la anestesiara. ¿Qué podía salir mal?. «Una vez en el escenario dije ‘a la mierda todo’ y en vez de hacer el texto que tenía preparado empecé a explicar lo que me había pasado sin ninguna intención de hacer reír. Sin quererlo la gente reía y eso me cabreaba porque yo estaba triste. Y odiaba Andorra, a los andorranos, el amor, las parejas. Yo quería llorar y la gente reía. Y me hicieron pasar de ronda», relató en Twitter hace tres años. No ganó, pero aquella fecha de corazones y empalagueo máximo terminó por convertirse en el punto de partida de la relación de amor más larga que ha tenido nunca con nada. Ella y la comedia establecieron una especie de simbiosis como la de Spiderman y las arañas, aunque Charlie Pee no es el tipo de persona que se llamaría así misma heroína, lo cierto es que hacer reír tiene un poco de superpoder.
Avui fa sis anys que abans d’entrar al teatre em vaig emborratxar perquè no hi havia qui ho aguantés i un cop a l’escenari vaig dir «a la merda tot» i en comptes de fer el text que tenia preparat vaig començar a explicar el que m’havia passat sense cap intenció de fer riure.
— Charlie Pee (@CharliiePee) February 14, 2020
Curiosamente, aquel día de los enamorados recuerda a la trama de la serie The marvelous Mrs. maisel —ganadora de dos Globos de oro—, en la que Rachel Brosnahan interpreta a un ama de casa de los años 50 que se ve, sin previo aviso, con un hijo y abandonada por su marido. En plena crisis, sale de casa en camisón y se planta frente al micrófono en un bar de Nueva York. Está borracha, sí, pero ni todo el licor del mundo podría ocultar que tiene un talento especial para atrapar a la gente y hacerla despegar de la rutina. Esa es Charlie Pee. Quizás no comparta la maternidad con el personaje de Midge, pero seguro que las dos podrían hacerse amigas y, entre birras, hacerle un traje a medida a los impresentables y los momentos más crueles con los que se han cruzado en el camino. Nadie sabe si, como dice el refrán, las penas con pan son menos penas, pero lo que es seguro es que, con mujeres como ellas, estamos menos solas.
Hace ya un añito y medio de las polémicas declaraciones que el gerente de La Chocita del Loro, Francisco Carretero, dedicó a El País. Se despachaba a gusto sobre las humoristas: «El nivel de las cómicas que hay en España necesita un tiempo, hay que darles uno o dos años para que estén a la altura de los cómicos que hay en La Chocita del Loro”. Parece que su plazo va a expirar, ¿han cambiado mucho las cosas desde entonces o toca seguir explicando que tener gracia no es cosa del género?
Hay que seguir convenciendo todo el rato a los cromañones y, mientras que sigan existiendo, siempre habrá que seguir repitiendo que las cosas han cambiado. Esto es así. Pero es verdad que algunas cosas han mejorado, no porque las cómicas realmente necesitáramos estos dos años, sino porque nos los hemos pasado trabajando mucho. Me parece tan absurdo lo que dijo que intentar reivindicarnos en defensa es aún más ridículo. Hay cómicas de todos los niveles, las hay muy buenas, las hay que empiezan y las hay más mediocres. También es subjetivo, no hay un tipo de humor para todos, y determinar esto en función del género no tiene sentido.
Isa Calderón lanzó entonces un tuit en el que defendía que “las mujeres, ni en el humor ni en nada, somos un nicho, no somos una unidad, no somos iguales”. Con todo, El Diario te incluyó en una lista de mujeres que arrasan en la comedia entre otras veintiséis como Elsa Ruiz, Valeria Ros, Asaari Bigang, Victoria Martín, Eva Hache, Pilar de Francisco, Ana Morgade, Patricia Conde, Henar Álvarez, Lala Chus, Anna Simón o Silvia Abril. Todas con perfiles muy diferentes. ¿Crees que hay algo que os hermana a todas sobre el escenario?
Tenemos ganas de hacer reír, somos currantes y queremos estar ahí. Evidentemente, hay una parte de talento y de gracia natural, pero al final, si tú no trabajas, no vas a ningún lado.
Hay un monólogo tuyo del 2019, en el canal de stand up comedy Phi Beta Lambda, en el que narras tu primer desengaño amoroso y confiesas que fue la primera vez que pensaste en el suicidio. Levantar eso y convertirlo en un motivo para reír es una de tus grandezas. ¿La clave está en hacer un ejercicio de catarsis?
Bueno, la clave, no. MI clave, Yo ahí me di cuenta de que que había un espacio para explorar, donde me sentía cómoda. Yo siempre había sido de las que se caen de la silla en el cole y soy la primera en reírme, antes de dedicarme a esto. Supongo que eso, extrapolado a la comedia, era lo que quería hacer coger las cosas más dolorosas, más profundas y más mierdas que tengo dentro e intentar hacer reír con ello. Primero, porque me apetece y, además, porque me hace sentir bien, me ayuda a estar mejor después de una mala experiencia. Hay gente que prefiere tratar la comedia de otros modos y que le gusta inventarse historias. Allá cada uno, yo hago así.
Ya que estamos hablando de rebuscar en las ruinas personales, hay un podcast que se titula justo así, de Tomás Fuentes e Ignasi Taltavull, en el que has estado de invitada alguna vez. Este formato radiofónico nos ha descubierto a mogollón de cómicos de la escena catalana. ¿Crees que todavía queda allí mucho talento tapado para el gran público?
Lo que pasa es que Madrid es el centro de y durante fue donde nació todo. En Catalunya, hay cómicos que llevan años haciendo stand up y hay un movimiento fuerte de este tipo de comedia, que es la que a mí me gusta. De pronto, llegó Netflix y la HBO que empezaron a colgar monólogos de gente como Katherine Ryan o Jim Jefferies y se empezó a conocer, pero ya lo hacíamos en los bares, aunque no viniera nadie. Ahora mismo, la escena de Barcelona está seguramente al mismo nivel que la de Madrid, lo que pasa que en Barcelona sí que nos interesamos por la gente de Madrid y, al revés, sucede pocas veces. Supongo que debe ser por el idioma, pero igual que te ves una película en inglés con subtítulos en español, puedes consumir comedia en catalán. Puedes comprar un especial de Modgi subtitulado por siete euros.
Martita de Graná colgó una publicación en Instagram en la que exponía algo que puede parecer de sentido común, pero que muchos no se plantean: «Los cómicos no están siempre felices». Lo hizo el día que iba a tener su primera cita con el psicólogo. ¿Cómo se afronta la tarea de tener que despertar la risa en días que preferirías cagarte en todo o no levantarte de la cama?
El día que estoy feliz, no me apetece hacer comedia, la verdad, Toda mi comedia nace de momentos tristísimos, yo soy clarísima siempre. Llevo diez años haciendo monólogos y en ese tiempo habré sido feliz un año, a lo mejor, y seguramente es el periodo en el que menos monólogos he escrito. Es la clásica del payaso triste, las personas que hacen reír son gente que muchas veces está rota por dentro menos feliz. Independientemente de eso, todos debemos defender la salud mental. Yo hago esto y me ayuda hablar abiertamente, pero no es mi terapia. Voy al psicólogo. Creo que debería hacerlo todo el mundo, pero algunos no pueden permitírselo. Debería de ser un recurso accesible para cualquiera.
Una de las cosas que más molan de tus monólogos es que tocas el sexo sin ambages. Si hay que hablar de «comer pollas», se hace. ¿Por qué crees que eso todavía se entiende como algo rompedor en el discurso de una mujer?
Rompedor, a veces, porque depende de quién lo escuche puede ser motivo de crítica o simplificación, y eso pasa porque aún no nos hemos acostumbrado. En Mamasita, mi show, empiezo directamente con todos los chistes sobre pollas y lo digo. Los he puesto todos en bloque al principio porque, aunque toque cinco temas diferentes, hay quien sigue diciendo que solo hablo de comer pollas y, de verdad, no tengo tantas. De todo lo que llevo escrito, a lo mejor son quince minutos o veinte, si me alargo un día, pero luego viene una hora de show donde hablo de drogas, de un accidente que tuve en un avión, de mí aborto, de mi perra que se murió y de otras cincuenta mil cosas, pero hay un sector que solo se queda con eso y, mientras siga chocando, lo vamos a seguir haciendo. De momento, me apetece.
El fin de la comedia, la serie que protagoniza Ignatius Farray, juega con una frontera difusa entre la realidad y la ficción hasta el patetismo. Plantea situaciones delicadas en la vida del cómico y apuesta a, pase lo que pase, acaba siendo un oficio que merece la pena. ¿La comedia prevalecerá siempre, a pesar de las penurias del autónomo?
Para mí, sí.
Carolina Iglesias te fichó para el CaroLate, su late-night en formato podcast. Durante tu sección, finges perseguirla para que sea tu amiga pero, ¿la vuestra es una de esas alianzas para toda la vida: dentro y fuera del curro?
Allí jugamos a que yo quiero ser su amiga y ella, no. Son nuestros personajes, pero creo que si estoy allí es porque ya se había forjado esa unión. Nosotras nos conocemos desde hace dos años y, cuando llegó este proyecto, Carolina tenía ganas de trabajar con sus amigas. Por eso nos llamó a Laura Márquez y a mí. El CaroLate no ha cambiado nuestra relación, pero si nos ha dado la facilidad de poder vernos cada semana, que es lo que queríamos, vernos más.
En su día, lanzaste un tuit, mitad broma, mitad reivindicación, pidiendo visibilidad en La Resistencia, donde trabajas como guionista, y al final, el milagro se obró y pasaste a estar delante de las cámaras. Cuéntanos retos que tengas pendientes y que te molaría alcanzar en este 2023.
Fue una broma, en serio, Broncano no podía presentar porque tenía Covid a hice el troleo en Twitter pidiendo presentar, pero independientemente de esto, el programa ya me había propuesto hacer pantalla, pero por temas de curro no había tenido la ocasión hasta ese momento, Aunque suene a tópico, lo único que quiero es seguir trabajando porque estoy descubriendo que esto es lo que he querido siempre. No es poco. Este año estoy cumpliendo otra ilusión, que es currar con colegas y crear lo que me apetece. Es totalmente diferente a cuando te tienes que entender con gente que te imponen en ese programa para hacer una sección. Tengo muchas ganas de sacar adelante un proyecto de ficción personal. Ya estoy en ello, pero no puedo decir más, que luego se gafa…