«Ha habido cambios, amigas». Con esa frase, la influencer anteriormente conocida como Oto Vans (27 de julio de 1995), regresó a las redes sociales el pasado 21 de febrero para anunciar a sus casi 300.000 seguidores el comienzo de su proceso de transición. Lo hizo con un cambio en su nombre oficial en Instagram a @odettevans, aunque quiso especificar que mantendrá, en paralelo, su canal @otovans «para que ninguna tarántula use ese nombre», parafraseando a la icónica Cristina Ortiz, La Veneno. Esta declaración de intenciones sirvió también de adelanto para anunciar que estaba preparando un documental llamado Siempre fui Odette. El video podcast, producido por Rainpod Studios y dirigido por Mayte Ametlla, consta de tres episodios que se han ido publicando semana a semana en Youtube y ahora están disponibles al completo en la plataforma.
Crecer sin que nadie entienda quién eres
«Probablemente me llevo sintiendo una mierda desde hace mucho, mucho tiempo», confiesa en el metraje Vans, pero a sus 28 años, ha encontrado la fuerza para afrontar lo que ella denomina como su «segunda salida del armario». «La primera fue un circo y no quería pasar por circo parte dos», resume y eso se contextualiza con unas declaraciones de su madre, Lea Tomicic, quien reconoce que para su religión «la homosexualidad es uno de los pecados más grandes» e incluso llega a recitar un fragmento bíblico contenido el sexto libro del Nuevo Testamento, la Epístola a los Romanos: » Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; / a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén./ Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; / igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío». Ese fue el credo en el que se sostenía esta familia de seis hermanos desde que acabaron en España por una casualidad del destino.
«Durante mi embarazo estaba inyectándome heroína y Odette nació normal, pero con síndrome de abstinencia. Excepto mi leche, solo tomaba unas gotas de metadona. Yo era entonces una drogadicta y estaba tan celosa [referencia al celo según la acepción de la RAE «sospecha, inquietud o temor» de perder a otra persona] que no dejaba que la cuidasen otras personas», reconoce su progenitora en el primer episodio del documental. Eso propició que las autoridades croatas actuasen de oficio y, cuando Vans tenía cinco años, intentaron retirarles a sus padres su custodia y la del único hermano que había nacido después de él hasta esa fecha. Para evitarlo, Lea Tomicic emprendió un viaje en furgoneta desde los Balcanes hasta Portugal, pero una avería en carretera les obligó a quedarse en Vitoria y fue allí donde ingresaron en una fundación de ayuda a personas con problemas de adicción. «Hasta entonces entraba y salía de centros de rehabilitación y en uno de ellos vino a hablar una pareja que venía de una organización evangélica que opera en 72 países del mundo y dijeron que allí se habían recuperado. Ese día tomé la decisión», confiesa la madre de Vans.
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Acabaron en una comunidad cristiana en la que habitaban unas 70 personas buscando el mismo objetivo que ellos: una nueva oportunidad para empezar de cero. Cinco meses después se unió su padre, que había estado en un centro desintoxicación croata. Desde ese momento, vivieron y trabajaron para la fundación durante 14 años, a lo largo de los cuales nacieron los otros cuatro hermanos menores de Odette. «El pastor era el que decidía sobre todo el mundo que vivía en la casa. Mi padre se sentía muy presionado y me llevaba para que orasen por mí. Recuerdo como cuatro hombres ponían sus manos sobre mi cabeza y decían: ‘Espíritu de la homosexualidad, sal de este cuerpo‘». Me sentía culpable, pero ¿qué haces? No podía hacer nada», rememora el protagonista de esta historia.
A partir de ese momento, se sucedieron los trabajos físicos. Los responsables de la fundación consideraron que lo mejor era alejarlo de su familia y enviarlo a Guadalajara trabajar con cuadrillas compuestas solo por hombres a una imprenta y de ahí pasó a hacer mudanzas. «Respeto la Biblia, pero mi apego va con ella y si eso va contra las Sagradas Escrituras, yo no me puedo llamar creyente nunca más», defiende Lea Tomicci. Ese fue el disparadero para que sus padres, que aún vivían ilegalmente en España, buscaran apoyo en otra familia que ya había abandonado la fundación para salir de allí. Vans se sumó a ellos con el permiso de Navidad y ya nunca regresó.
Un camino (virtual) hacia la libertad
A partir de entonces, empezó a ver resquicios de libertad y se compró una máquina de fotos. Retrataba paisajes, a su familia y empezó a montar composiciones. Cuando cumplió 17 años, ya se las había ideado para tener su propio móvil y eso le permitió abrirse a un mundo más extenso con respecto al que había conocido en la comunidad de creyentes. Allá por 2014, comenzó a subir sus creaciones a Snapchat, luego a Twitter y su popularidad fue creciendo hasta que la cuenta Cabronazi hizo viral un vídeo que había publicado junto a uno de sus hermanos. A partir de ese momento las cifras se dispararon y llegó a atesorar 130.000 seguidores en Youtube, que fue su plataforma principal hasta que la abandonó dos años atrás. «Le debo mucho a este documental, porque fueron unos años muy locos y ahora es cuando la gente puede ver el trasfondo, saber de dónde vengo y explicarse un montón de situaciones que no entendían de mi comportamiento o forma de actuar», introduce Odette Vans. Durante una larga etapa, las redes sociales reflejaban una versión de sí misma descontrolada. «Lo veía desequilibrado y completamente impetuoso. Así lo recuerdo», comenta su madre en el documental. «Mis amigos fueron claves para que pudiera salir de esa etapa. En ese momento estaba explotando y les trataba con altivez, yo no me daba cuenta, pero ahora hago introspección, miro unos años hacia atrás y tuve momentos asquerosos. Aún así han seguido conmigo y cuando abrí los ojos de todo, me di cuenta de que eso es lo que importa de verdad», resume Vans.
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Sin embargo no todo en esa ruptura con los corsés impuestos fue miel sobre hojuelas. Su implosión en las redes y la enorme exposición pública que trajo consigo venía acompañada de una oleada de comentarios: bueno y malos. «Hace años que me acosan en redes e incluso lo he denunciado en la Policía varias veces, pero no pasa nada. Se ha puesto cosas terribles sobre mí y estoy trabajando con Israel [psicoterapeuta] para que me ayude a manejar las emociones porque es cierto que después de mil mensajes positivos, me acabo quedando con los cinco malos que hacen más ruido y más daño», admite la creadora de contenido. «La terapia me ha dado un montón de herramientas que me ayudan y literalmente creo que ir al psicólogo me ha salvado la vida«, sentencia.
Una de las espinas que le quedan, sin embargo, es que falte un feminismo unido que integre a todas las mujeres, sin excepciones. «El viernes no publique absolutamente nada por el Día de la mujer. No es que no sienta el 8M como mío, por supuesto que soy aliade, pero sabía que me iban a echar encima. No quiero da la batalla y si hay sectores que considera que la manifestación tiene que estar compuesta exclusivamente por mujeres CIS, lo respeto», dice con resignación.
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Ahora atraviesa una etapa dulce, en la que puede presumir de haber sido la imagen de la marca de maquillaje essence cosmetics en España, entre otros logros profesionales. Sin embargo, lo que más le importa es encontrarse consigo misma tanto ante el espejo, como por dentro: «Si me lo hubiesen dicho hace siete años, en la vida me hubiese imaginado que me podía pasar todo esto. Dicen que solo se quedan grabados los recuerdos que te impactan con más fuerza y yo me acuerdo de que les dije a mis compañeras de cole, con cinco años, que yo de mayor quería ser una niña. Ellas se rieron y eso me dolió muchísimo. Entonces tenía una profesora que me protegía y dejaba que me maquillase allí, pero he pasado muchos años hasta poder ser yo, sin esconderme», valora en una entrevista con Público.
«Yo soy creyente. Sigo siéndolo. Cada día le doy las gracias a Dios por tener este golpe de suerte en el momento perfecto y que todos los astros se alinearan para que yo encontrase ejemplos de otra gente que empezó a maquillarse y a subirlo en redes sociales. Ahora soy consciente de que yo también puedo ayudar y quizás haya gente que esté ahora mismo en situaciones horribles y les sirva de incentivo compararse conmigo», añade. «Desde aquí les diría, que se puede vivir de esto, pero nena, agárrate fuerte porque esto de ser autónoma no es fácil», concluye entre risas.