madrid
En las salas de máquinas de no pocos centros de investigación se lanzó después del pasado otoño la idea de que Angela Merkel, que acababa de revelar entonces su deseo de entregar las riendas de su partido, la conservadora CDU, y de poner el epitafio a su largo periplo, de cuatro mandatos, al frente del Ejecutivo alemán, debería aprovechar sus últimos meses en la sede de la cancillería de Berlín para impulsar proyectos de integración europeos de calado.
Y, en alguna medida, está dando pasos en esta dirección. Merkel avanzó unas semanas el principal compromiso de Ursula von der Leyen en su discurso de investidura como presidenta de la Comisión Europea: un salario mínimo homogéneo para toda la UE.
Su ex ministra de Defensa primera alemana en ocupar el más alto puesto de las instituciones comunitarias, empleó casi las mismas palabras que su hasta entonces jefa en el Ejecutivo germano. La canciller, en una conferencia en la sede de Ginebra de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ya pidió a los socios europeos un acuerdo para lograr un salario mínimo “comparable” en todo el mercado interior, bajo el argumento de que el bloque “debería tener unas condiciones de trabajo equiparables”. Casi al unísono, se sumó a esta iniciativa, en el mismo acto, el presidente galo Emmanuel Macron.
Merkel vinculó el salario mínimo a la igualdad retributiva entre hombres y mujeres
Una medida de estas características -dijo- “debe tenerse en consideración para homologar los niveles de vida” de los distintos territorios de la Unión. Un primer paso para armonizar, además, reglas esenciales que contribuyan a configurar un mercado laboral europeo. “Incluso en países industrializados, la igualdad entre hombres y mujeres en sus economías siguen siendo un deseo aún por cumplir”, argumentó.
En Alemania, “sólo una de cada tres mujeres ocupa algún cargo” directivo en sus grandes empresas, una cota insuficiente, pero que ha sido posible “gracias a una ley aprobada por el Bundestag, porque las normas de autorregulación no han dado sus frutos después de varias décadas desde la entrada en vigor de sus recomendaciones”, precisó. Y, pese a ello, en la actualidad, en alguna de las multinacionales industriales del país “no hay ninguna representación femenina en sus cúpulas”. Esta anomalía “no puede mantenerse por más tiempo y sin aportar algún remedio”.
El compromiso adquiere rango europeo
La propuesta de Merkel fue asumida por Von der Leyen como uno de los objetivos prioritarios de su mandato. Lo anunció nada más abogar por un plan de prestaciones de desempleo que dé cobertura a los trabajadores expulsados de los mercados laborales de la Unión. El salario mínimo común “será una realidad”, aunque en la actualidad este mecanismo de fijación de salarios tan sólo exista en 22 de los actuales 28 estados miembros.
Luxemburgo es el lugar más gratificante para los trabajadores europeos, según Eurostat, con un salario mínimo de 2.071,10 al mes
Pero, ¿qué diferencias retributivas hay entre los socios? Según Eurostat, la oficina estadística europea, el peso del salario base con el que se configuran las escalas de remuneraciones laborales varía substancialmente. Luxemburgo es el lugar más gratificante para los trabajadores. Su salario mínimo es de 2.071,10 al mes, a casi 12 euros la hora. Le siguen Irlanda y Holanda, ambos por encima de la cota de los 1.600 euros. En la centena anterior aparecen Bélgica (1.593) Alemania (1.557) y Francia (1.521). Por encima de los 1.453 de Reino Unido. El siguiente, en el octavo puesto, es España, con los 1.050 euros de la subida, del 22%, decretada por el Ejecutivo de Pedro Sánchez, con vigencia desde el 1 de enero de este año, lo que eleva la retribución por hora trabajada a los 6,09 euros. Impulsado por Unidas Podemos desde el Congreso. Todos los demás se encuentran claramente por debajo de los 1.000 euros. Italia, Chipre y Dinamarca no estipulan por ley ningún salario mínimo.
Sin embargo, este indicador no es sinónimo de mayores ingresos. Las nóminas más elevadas del entorno de la OCDE es Islandia, país ajeno a la órbita comunitaria, por encima de Luxemburgo y de otras dos naciones que tampoco forman parte de su club: Suiza y EEUU. Los cuatro que se erigen en los únicos con emolumentos anuales medios por encima de los 60.000 dólares.
El segundo socio de la UE es precisamente Dinamarca, que carece de esta fórmula retributiva base. España se aproxima a los 40.000 dólares, brutos, en el pelotón del medio. Pero el salario mínimo sí tiene un componente marco esencial. Portugal, Letonia, Lituania y Grecia disponen del mismo, a pesar de que estén en el furgón de cola del estudio de la OCDE con datos del conjunto de 2018. De no ser así, sus indicadores situarían a estos cuatro socios del euro por debajo de los ingresos medios de los trabajadores húngaros.
Un trabajador americano necesita 2,5 veces el salario base de 1.097,5 euros al mes para acceder a pagar los gastos de alquiler
En EEUU, esta retribución, fijada por decreto federal se sitúa, para 2019, en los 1.097,5 euros al cambio, según precios actuales de mercado, 13.170 anuales, si se tiene en cuenta que el salario por hora es de 7,25 dólares, desde julio de este año. Un estudio de National Low Income Housing Coalition acaba de revelar que un trabajador americano debería recibir 2,5 salarios mínimos, en jornadas completas, para acceder a acarrear los gastos de alquiler de un apartamento con una habitación en la mayoría de los estados del país.
O, en su caso, 1,5 veces si desea una vivienda de dos habitaciones para compartir. En un periodo en el que, pese a la bonanza de una economía que acaba de registrar su etapa de prosperidad más longeva de su historia reciente, un 58% de sus ciudadanos se ve obligado a solicitar un préstamo personal para abordar gastos mensuales extraordinarios superiores a los 400 dólares.
Todo un ejemplo convincente de que este método retributivo ayuda -como dijo Merkel en la sede de la OIT- a equiparar los niveles de vida y los poderes adquisitivos, aunque está lejos de resultar ser una panacea para reducir la brecha de desigualdad social que ha dejado la crisis. Pero que, sin ningún género de dudas, contribuirá a una armonización laboral en un espacio de libre circulación de trabajadores y capitales como el de la UE. Sobre todo, si, como parece, el eje franco-alemán se muestra engrasado para este fin y en consonancia con la Comisión Europea.
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