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La primera impresión de la presidencia de Joe Biden no es positiva ni para Turquía ni para Israel, de manera que no sorprenden las recientes publicaciones que apuntan a que el presidente Recep Tayyip Erdogan y el primer ministro Benjamín Netanyahu podrían restablecer su vieja alianza para hacer frente al nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Transcurridas más de dos semanas desde que asumió el poder, Biden no ha levantado el teléfono para llamar a ninguno de los dos. Tanto Erdogan como Netanyahu tienen entre ceja y ceja un cambio de aires que podría crearles problemas: la preocupación de la nueva administración por el respeto a los derechos humanos.
Aún es pronto para saber hasta dónde Biden va a defender los derechos humanos. Si lleva el asunto hasta sus últimas consecuencias, o incluso sin llegar a las últimas consecuencias, Erdogan podría sufrir una fuerte presión en su política exterior e interior, mientras que Netanyahu tendría que rendir cuentas sobre la brutal ocupación de los palestinos.
Durante la campaña, Biden llamó "dictador" a Erdogan. El presidente turco fue uno de los últimos en felicitar a Biden por su victoria en las elecciones de noviembre (Netanyahu también se retrasó), pero pronto solicitó una conversación telefónica que Biden no atendió, hechos que revelan que no será fácil el futuro inmediato de las relaciones entre los dos mandatarios.
En Ankara están preocupados con los nombramientos. Un ejemplo es el del flamante secretario de Estado Antony Blinken, quien hace unos días se refirió en el Senado a la Turquía de Erdogan en los siguientes términos: "La idea de que uno de nuestros socios estratégicos esté en realidad en sintonía con uno de nuestros competidores estratégicos, Rusia, no es aceptable".
La victoria de Biden y los nombramientos sugieren que Erdogan va a estar atormentado y que la línea directa de comunicación que tenía con Trump se ha cortado. Esto significa que Ankara tendrá que modificar la mayor parte de las políticas que ha aplicado durante los últimos cuatro años, si bien es cierto que Washington deberá andar con cuidado para no perder a ese socio tan importante.
Aunque Biden tampoco es de su agrado, Netanyahu tiene más margen de maniobra puesto que la fuerte influencia del lobby judío no ha desaparecido ni va a desaparecer. Tal vez esto explica que Erdogan quiera cambiar la frecuencia de sus planteamientos respecto al líder israelí.
Mesut Hakki Casin, consejero de Erdogan, dijo en enero a La Voz de América, que pronto podrían comenzar conversaciones amistosas con Israel. "Quizás en marzo podamos restaurar otra vez las relaciones diplomáticas completas (…) Si Israel da un paso, Turquía podría dar dos pasos". "Turquía compraba muchas armas a Israel. Esto podía volver a arreglarse", e incluso Turquía podría convertirse en el "mayor mercado" de gas de Israel, añadió el consejero de Erdogan.
Solo unas semanas antes, poco después de las elecciones americanas, los medios turcos informaron de que el gobierno ha decidido imponer restricciones a las actividades de los miembros de Hamás exiliados en el país. No hay que olvidar que Hamás es una organización terrorista a ojos de Estados Unidos, aunque Trump hiciera la vista gorda en este asunto.
Aquí hay otro terreno resbaladizo puesto que Erdogan es el campeón del islam político y el gesto con Hamás indica que podría haber un cambio en esa aproximación para desmayo de todas las organizaciones de esta orientación. Israel sin duda jugará sus bazas para conseguir que Ankara deje en la cuneta el islam político, o que directamente abandone esas alianzas que tanto molestan a Israel y sus aliados, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Egipto, países que también califican de terroristas a todas las cepas de los Hermanos Musulmanes.
Hace solo unos meses, coincidiendo con las elecciones americanas, Erdogan hizo un llamamiento para normalizar las relaciones con todos los países de la región, un planteamiento que indica que el presidente turco es bien consciente de que las políticas aplicadas hasta ahora no van a poder continuar con la nueva administración de Washington.
Israel tiene interés en normalizar las relaciones con Turquía, no solo desde el punto de vista económico, sino muy especialmente en todo lo tocante a la política. Las diatribas que Erdogan realiza a menudo contra la ocupación de los territorios palestinos no dejan de ser una molestia que los israelíes tratarán de evitar.
Pero Netanyahu no va a precipitarse. Seguramente esperará a que se aclaren los movimientos de Biden antes de dar un paso en esa dirección. Para Netanyahu, Erdogan ha demostrado que no es una persona fiable y que periódicamente denuncia la situación de los palestinos con declaraciones altisonantes en lugar de cerrar el pico, como hacen todos los países árabes "moderados" que orbitan alrededor de Israel.
Aunque Israel es consciente de todo eso, el diario Haaretz decía esta semana que Turquía sigue creyendo que "Israel puede abrirle las puertas de Washington" gracias al lobby judío y al margen de las frías relaciones entre Netanyahu y Biden. Esto explica que últimamente Erdogan se ande con cuidado para no ofender a Netanyahu.
En este contexto, hace solo unos días Erdogan lanzó una propuesta para reformar la Constitución aprobada en 2017. Dados los cambios que está implicando la elección de Biden, es muy probable que en los próximos años Erdogan se dedique a fondo a cuestiones más internas y trate de arreglar las relaciones con los vecinos en la medida que pueda.
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