Maputo (Mozambique)
En un país que cree tanto en lo mágico como Mozambique, que el Frelimo haya vuelto a ganar las elecciones, mejorando en casi 20 puntos su resultado de 2014 pese al desgaste provocado por los grandes escándalos de corrupción, se da tan por bueno como que existen evidentes indicios de irregularidades en el proceso electoral: modificaciones en el censo electoral que favorecieron al Frelimo, injerencia de empresas presuntamente vinculadas al Gobierno ruso acusadas de publicar encuestas pese a estar prohibido en el país o el asesinato, con la implicación de un grupo de élite de la Policía, de un prominente observador electoral.
Elementos suficientes para la propia misión de observadores de la Unión Europea haya reconocido que las elecciones se han celebrado en un “clima de miedo” y que “el partido gobernante se ha beneficiado de las ventajas de su mandato, incluyendo el uso injustificado de los recursos estatales”, pero no tanto como para que la comunidad internacional no reconozca el triunfo del Frelimo.
En pleno crecimiento de la amenaza yihadista en el norte del país, donde se ha descubierto la mayor reserva de gas al sur del Sáhara —5,7 billones de metros cúbicos— cuya explotación está en manos de empresas occidentales como Anadarko o ExxonMobil/Eni Project, Estados Unidos y Europa necesitan mantener una relación cordial con el Gobierno de Mozambique para evitar que este se siga escorando hacia Rusia, que se ha hecho ya con importantes contratos de seguridad, incluido el de la lucha contra el yihadismo en Cabo Delgado.
Desencanto con el Frelimo
Por primera vez, el Frelimo llegaba a estas elecciones con buena parte de su electorado desencantado. El escándalo de las deudas ocultas —durante el mandato del presidente Armando Guebuza se firmaron créditos a cargo de empresas estatales por valor de 2.220 millones de euros sin autorización parlamentaria y cuyos fondos acabaron, presuntamente, en manos de una red delictiva que incluía a altos cargos del Gobierno— y un crecimiento macroeconómico que no mejora la vida de la gente —apenas el 27% tiene acceso a electricidad y el ingreso medio por persona fue de 440 dólares en 2018, diez dólares menos que una década antes— provocaron tensiones políticas, con escisiones en los grandes partidos, y una palpable sensación de hartazgo, especialmente entre la juventud.
El Frelimo hace tiempo que se confunde con el Estado, y esto le permite usar los recursos estatales con impunidad
Ante este contexto, y con el precedente de la caída electoral que se hizo visible en las generales de 2014 y más todavía en las locales del pasado año, el Frelimo activó una engrasada maquinaria electoral para garantizar la reelección de Filipe Nyusi. Conocidos como la ’, en alusión al color que identifica al partido, los simpatizantes del Frelimo llevaron la campaña a cada aldea de un país que sigue siendo eminentemente rural y en el que el voto se gana muy frecuentemente en los tratos personales. “Yo voto a quien me dé algo”, reconocía Armando, un joven pescador de la provincia de Inhambane al día siguiente de los comicios. Ese día vestía un gorro del Frelimo y una camiseta del opositor Movimento Democrático de Mozambique (MDM).
En este marco de juego, la victoria del Frelimo es poco menos que incontestable. Principalmente porque, tras más de cuatro décadas en el poder, el partido hace tiempo que se confunde con el Estado y esto le permite usar los recursos estatales con impunidad: esto es, tanto utilizar autobuses de transporte público para trasladar a sus seguidores a mítines, como servirse de un escuadrón paramilitar para asesinar a un observador electoral y atemorizar a movimientos cívicos incómodos. Aunque la propia Policía ha abierto una investigación y efectuado detenciones, pocos creen en la imparcialidad del proceso.
Una victoria demasiado holgada
El plan puesto en marcha por el Frelimo funcionó. Nyusi fue reelegido con el 73% de los votos, frente al 22% del líder opositor Ossufo Momade, el partido obtuvo 184 de los 250 asientos de la Asamblea Nacional y se hizo con el control de las diez asambleas provinciales en las que, por primera vez, la fuerza más votada iba a poder elegir directamente al Gobernador. Frelimo ganó incluso en las provincias donde históricamente la oposición vencía con claridad. Un triunfo demasiado holgado hasta para la propia Frelimo.
El Frelimo ganó incluso en las provincias donde históricamente la oposición vencía con claridad
La sensación que existe en el país es que la incertidumbre ante un mal resultado electoral que le podría dejar sin buena parte de la asignación de fondos que irían a ser manejados por los futuros gobernadores, el Frelimo extremó demasiado el plan: el legal, multiplicando los actos de campaña, y el ilegal, primero con alteraciones en el censo electoral —provincias como Gaza, donde la Frelimo obtuvo el 94% de los votos en 2014, registraron un incremento de 300.000 votantes, mientras que feudos opositores como Zambezia o Nampula tuvieron menos inscritos— y el propio día de las elecciones permitiendo irregularidades en el ejercicio del voto.
Vetados más de 3.000 observadores locales, fueron periodistas locales y los propios ciudadanos los que denunciaron manipulaciones en mesas electorales en las que el recuento de votos era superior al de personas registradas, personas que aseguraban haber votado en dos ocasiones y otras que denunciaban la aparición de urnas sospechosas repletas de votos. En la provincia de Tete, dos miembros de Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo) murieron en enfrentamientos provocados por la tensión electoral.
Desde el primer momento, la oposición se negó a reconocer la victoria de Frelimo. Días antes de que se conocieran los resultados definitivos, y tras prender fuego a seis colegios electorales durante los comicios, el secretario general del partido, André Magibire, anunció que no iban a aceptar el resultado de lo que consideraban un “fraude” que “viola” el acuerdo de paz suscrito el pasado mes de agosto. Exigen la anulación de las mismas y la celebración de una nueva votación.
Con el liderazgo de su candidato Ossufo Momande en entredicho —se espera la celebración de un congreso extraordinario del partido el próximo mes de noviembre—, la facción militar que nunca aceptó el acuerdo de paz y que mantenía un remanente armado en sus bases en las montañas Gorongosa ha ganado ascendencia en las filas opositoras. Esta misma semana, hombres armados vinculados presuntamente a esta facción perpetraron un nuevo ataque en el centro del país que causó tres muertos, lo que eleva a siete el total desde la firma del acuerdo en agosto y deja entrever el escenario que podría volver a abrirse de no zanjarse la crisis provocada por las elecciones.
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