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Mutilación genital La larga lucha de Egipto contra la mutilación genital

El país árabe es el lugar del mundo con más casos de mutilación genital, pero décadas de esfuerzo por parte de la sociedad civil están logrando disminuir la cifra.

Clases de educación contra la mutilación genital femenina en Minia, Egipto/ Reuters

Para Fátima aquella mañana arrancó con el júbilo propio de un día de boda. Buena parte de su extensa familia se había reunido en un pueblo cercano a Tanta, en el norte de Egipto, y el entusiasmo para celebrar aquel evento les inundaba a todos. Ella tenía apenas 10 años, y poderse encontrar con sus ocho primas de más o menos su misma edad no era algo que sucediese a menudo. Pero aquel día la familia de Fátima no las había congregado para celebrar el matrimonio de nadie, aunque eso las pequeñas ya lo sabían. Aquel día se habían dado cita para practicarles la circuncisión genital a todas ellas.

“Nadie en la familia lo estaba ocultando”, explica a Público, a sus 37 años, la joven egipcia, “al contrario, decíamos que íbamos a realizar la operación sin más”.

Una vez en casa de uno de los familiares, llegaron las comadronas. Dos mujeres que Fátima recuerda grandes y fuertes. Una de ellas se ocupaba de retener a las pequeñas para que no se moviesen demasiado, mientras que la otra, armada con una cuchilla de afeitar, se encargaba de proceder con la operación en una cirugía abierta.

“Si la operación la realiza un doctor, puede que solo corte una pequeña parte del órgano”, detalla Fátima refiriéndose al clítoris, pero “la comadrona cree que se trata de una cuestión de limpieza, de higiene, por lo que cortan todo el órgano”. En su caso, la joven aún fue afortunada y no sufrió ninguna complicación durante la operación, en las que no son inusuales fuertes desangramientos, infecciones o complicaciones múltiples.

"Si la operación la realiza un doctor puede que solo corte una pequeña parte del órgano, pero la comadrona cree que se trata de una cuestión de limpieza, de higiene, por lo que cortan todo el órgano"

La mutilación genital femenina (MGF) engloba cualquier procedimiento que lesione o extirpe parcial o totalmente los genitales femeninos externos por motivos no médicos, y existen cuatro tipos según la parte intervenida. En Egipto, donde la práctica se conoce como khitan (circuncisión), los tipos más comunes pasan por la extirpación parcial o total del clítoris, a lo que a veces se suman también de los labios menores de la vulva.

“[En nuestro caso] era una cuestión de tradición”, recuerda Fátima, puesto que “si tenías a una hija que no había sido operada, nadie aceptaría casarse con ella”.

Como en el caso de su familia, la mayoría de circuncisiones femeninas en Egipto, que las practican musulmanes y cristianos, se realizan por motivos de tradición y, en menor medida, religiosos. Aun así, en el fondo de la cuestión se encuentra la percepción del clítoris como origen del deseo y de incontrolables impulsos sexuales.

Según la última encuesta de demografía y salud que se hace eco de la prevalencia de esta práctica, elaborada en 2014, hasta el 92% de las mujeres casadas de entre 15 y 49 años la han sufrido, lo que convierte a Egipto en el país con más casos del mundo.

A pesar de ello, las estadísticas muestran que la frecuencia de la circuncisión entre las nuevas generaciones es cada vez menor, y de acuerdo con la encuesta de 2014, la cifra anterior caía hasta un 61% en las chicas de entre 15 y 17 años. Para las organizaciones trabajando en la materia, este último porcentaje es el que merece mayor atención.

“En comparación con el 75% recogido en la encuesta de 2008, [el 61% actual] significa que las familias egipcias están siendo convencidas de que la mutilación genital femenina es dañina y que las campañas [en contra de la práctica] están teniendo éxito”, interpreta a Público Vivian Fouad, acreditada experta en cuestiones de circuncisión femenina.

"Yo he sufrido mucho por culpa de la operación, por lo que no quiero repetir el mismo error"

Uno de estos casos es precisamente el de Fátima. Madre de una niña, la joven, que se casó a los 17 años, tuvo claro desde el principio que no operaría a su pequeña. “Yo he sufrido mucho por culpa de la operación, por lo que no quiero repetir el mismo error”, justifica la egipcia, claramente ultraconservadora, señalando que también su marido lo rechaza.

Detrás de este progreso se encuentran las organizaciones de la sociedad civil que durante décadas han luchado por poner fin a esta práctica, y en la vanguardia de este frente se sitúa el Grupo de Trabajo Nacional contra la MGF, una red establecida en 1994 que aglutina a 14 organizaciones en representación de más de 120 ONG.

Entre los grandes logros del Grupo de Trabajo figuran el hecho de haber colocado el asunto en la agenda política y social, y así, conseguir que se abra el debate y que Egipto empiece a legislar al respecto y sus grandes instituciones religiosas a tomar posiciones.

“El salto de la sociedad civil al Estado fue un cambio muy importante porque se concedió a la mutilación genital un mayor alcance”, señala Fouad, hasta hace poco portavoz del programa de MGF del Consejo Nacional de Población egipcio. “Si esta cuestión fuera solo debatida entre círculos de activistas o incluso de gobierno tampoco sería un éxito; el éxito es que se discute entre gente ordinaria”.

En este sentido, el Parlamento egipcio acuñó en 2008 su principal ley contra esta práctica, que, tras ser enmendada en 2016, define la circuncisión y criminaliza su desempeño y la petición de realizarla. Asimismo, las más importantes instituciones religiosas del país, como la mezquita Al Azhar, el centro de la investigación jurídica islámica (Dar Al-Iftaa) y la Iglesia ortodoxa, se han posicionado en contra, negándole legitimidad religiosa.

A pesar de ello, los retos con los que se enfrenta la sociedad civil para acabar con esta práctica siguen siendo importantes. En esta línea, denuncian que la ley aún tiene lagunas y que los discursos extremistas de círculos islamistas también desafían su narrativa.

Otro reto mayúsculo con el que deben lidiar es el proceso de medicalización que la circuncisión ha experimentado en los últimos años. Hoy en día, el 82% de las operaciones las realiza personal médico, y el 72% son doctores, lo que aporta una apariencia de condición médica a una práctica que no lo es.

“Ahora trabajamos desde la idea de que el cuerpo de la mujer es suyo y que tenemos que dejarlas decidir” cuenta a Público la ginecóloga Randa Fakhr, directora ejecutiva de la Fundación Nueva Mujer y líder de la Coalición de ONG contra la MGF, que añade: “no hablamos de las vertientes físicas y sexuales ni de las complicaciones [de la operación], sino que nos centramos en la perspectiva de los derechos humanos.”

"La mutilación genital forma parte del sistema de control patriarcal sobre la mujer, y eso es muy difícil de erradicar, ya que busca controlar el cuerpo de la mujer y su sexualidad desde el día que nacen"

“La mutilación genital forma parte del sistema de control patriarcal sobre la mujer, y eso es muy difícil de erradicar, [ya que] busca controlar el cuerpo de la mujer y su sexualidad desde el día que nacen”, reflexiona a Público una experta en cuestiones de género en condición de anonimato.

Por otro lado, las estadísticas exponen que las mujeres que viven en zonas rurales, con un nivel educativo bajo y unos padres con pocos estudios tienen unas posibilidades notablemente más elevadas de ser circuncidadas, lo que para algunos debería conducir al gobierno a abrir su margen de acción. “Estas diferencias son muy importantes”, destaca Fouad, por lo que “debemos vincular la cuestión de la mutilación genital con toda la cuestión del desarrollo humano.”

Para Fátima, otros de los canales por los que se debería seguir apostando a la hora de concienciar a los egipcios son los medios de comunicación, así como las instituciones religiosas. “Cuando los medios hablan sobre algún tema y luego la religión lo aprueba, este pasa a ser completamente aceptado”.

Casi 27 años después de su operación, la joven egipcia refuta con contundencia una práctica que considera “estúpida”. “Nos decían que si no nos circuncidaban tendríamos problemas y acabaríamos yendo por el mal camino”, achaca. “Mi hija acaba de cumplir 16 años y es una chica fuerte. Nada de aquello era verdad, todo salió mal y solo acabó afectándonos a nosotras”.

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