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El reclutamiento forzoso sacude a los rusos ante la realidad de la guerra y abre una grieta sin fondo en el respaldo a Putin

El Kremlin reconoce que más de 261.000 hombres escaparon de Rusia entre el miércoles y el sábado pasados, después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenara la movilización parcial de la población en edad militar para incorporarla al Ejército ruso desplegado en Ucrania. A la huida de jóvenes y adultos se añaden las protestas en todo el país, con miles de detenidos y un creciente rechazo a la guerra que dejan a Putin en una posición interna cada día más difícil.

26/09/2022-Hombres rusos reclutados asisten a una ceremonia de despedida frente a una oficina de reclutamiento en Bataysk, región de Rostov, Rusia, 26 de septiembre de 2022.
Hombres rusos reclutados asisten a una ceremonia de despedida frente a una oficina de reclutamiento en Bataysk, región de Rostov, Rusia, 26 de septiembre de 2022. ARKADY BUDNITSKY / EFE

La leva forzosa de cientos de miles de hombres para incorporarlos al Ejército ha abierto un segundo frente al presidente ruso, Vladímir Putin, en la guerra de Ucrania. Las evidencias de que el reclutamiento es mucho mayor que los 300.000 nuevos efectivos anunciados y la huida de más de un cuarto de millón de jóvenes y hombres adultos en los últimos días para evitar ser incorporados a filas están abriendo una brecha cada vez mayor entre los desaforados designios bélicos del Kremlin y la voluntad de todo un país. Los ciudadanos rusos empiezan ahora a comprobar las consecuencias de un conflicto que les es muy ajeno en sus orígenes y que hasta ahora se les vendía eufemísticamente como una "operación militar especial".

Según indicaron fuentes de la Administración Presidencial rusa al diario Novaya Gazeta, el servicio de contrainteligencia ruso, FSB (sucesor de la KGB), contabiliza en al menos 261.000 los hombres que han abandonado el país entre el miércoles y la noche del sábado pasados tras el anuncio que hizo Putin al país el 21 de septiembre. El presidente ruso ordenó la movilización parcial de la población, amenazó con utilizar armas nucleares si se veía amenazada la integridad territorial rusa y dio el visto bueno a referéndums en las zonas ocupadas de Ucrania para anexionarlas cuanto antes a Rusia. Otras informaciones indican que son ya más de 300.000 los eventuales reclutas huidos para evitar la proscripción obligatoria.

En la frontera con el vecino Kazajistán, uno de los países favoritos elegidos por decenas de miles de rusos para evitar el reclutamiento, la situación es insostenible, según las autoridades kazajas, con todos los servicios públicos colapsados por la avalancha de jóvenes que escapan por los Urales. El flujo de huidos por tierra continúa también en las fronteras con Mongolia, Georgia y Finlandia. A ellos se suman quienes escaparon por aire en los primeros momentos de pánico.

Las fuentes del Kremlin indicaron a Novaya Gazeta que en cualquier momento se podría ordenar el cierre de todas las fronteras para los hombres en edad militar.

Los rusos comienzan a decir "basta" a Putin

Putin no define a la guerra como guerra, pero la lleva a cabo como una guerra. Y eso incluye el reclutamiento forzoso de quienes no han perdido nada en Ucrania y rechazan participar en un ataque a un pueblo hasta ahora hermano. Por mucho que la propaganda occidental haya querido imponer la visión de una Rusia aglutinada en torno a Putin y su campaña militar en Ucrania, la realidad que nos llega en estos días desde la Federación Rusa es muy distinta: un país fragmentado y atemorizado por el autoritarismo que dice basta cuando Putin ha cruzado la línea roja.

La campaña de más de siete meses de desinformación, presiones y justificaciones por parte de las autoridades rusas se desmorona en el momento en que, en estas jornadas de incertidumbre, cualquier joven o adulto ruso recibe la comunicación de que al día siguiente debe presentarse en la correspondiente oficina de reclutamiento. Entonces, empiezan a calar también las noticias que, al margen de los canales y medios oficialistas, ya hablaban desde hace semanas de que las cosas en Ucrania no van bien para el Ejército ruso y que las cuantiosas bajas entre las tropas allí emplazadas reclaman más carne de cañón.

Las noticias sobre las atrocidades cometidas contra civiles en Ucrania también se están filtrando a la sociedad rusa; con cuentagotas, pero de forma inexorable. Las últimas desde Izium, recién recuperada por el Ejército ucraniano, con centenares de casos de ejecuciones y violaciones de los derechos humanos. La pregunta en los hogares rusos es si los nuevos reclutas crecidos en un periodo de paz, tras el desastre de Chechenia en los años noventa y 2000, o la corta campaña de Georgia de 2008, serán también acusados de cometer crímenes de guerra en un país que hasta su invasión era considerado como un compañero de viaje en la historia de Rusia.

El reclutamiento es masivo, no parcial

La movilización ordenada por Putin era "parcial" y destinada a 300.000 soldados, pero la realidad es muy distinta. En las redes sociales rusas es continuo el flujo de noticias sobre lo evidente: la leva es mucho más amplia de lo anunciado y la letra pequeña del reclutamiento podría movilizar hasta un millón de nuevos soldados.

Uno de los artículos del decreto mantiene una cláusula secreta que podría estar siendo ahora empleada para llevar a Ucrania a muchísimas más personas. En todo caso, el Ejército ruso puede considerar reservista a cualquiera que haya pasado por sus filas en el servicio militar y también a cualquier persona que esté capacitada para empuñar un arma o trabajar en la intendencia y logística de las fuerzas armadas

Se suceden protestas por todo el país contra la leva masiva

Pero esta vez las voces de protesta son difíciles de acallar. En las redes se suceden las imágenes de oficinas de reclutamiento quemadas, protestas ante los centros militares donde hacen cola los futuros soldados, la muerte a balazos de alguno de los reclutadores y las denuncias sobre el enrolamiento de jóvenes con problemas físicos y de hombres adultos llamados a filas que no pisaron un cuartel en su vida.

Los casos de padres de familias numerosas, con tres o cuatro hijos pequeños, forzados a tomar las armas están causando un especial descontento y son muchas las voces que en Rusia se alzan ya contra esta y otras arbitrariedades. Voces, ciertamente, que no dijeron nada cuando millones de desplazados ucranianos, mujeres, niños y ancianos, se movieron hacia las fronteras con Europa mientras sus maridos, hermanos, hijos y padres quedaban en Ucrania para hacer frente a las tropas rusas.

En declaraciones recogidas en la plataforma Telegram, el gobernador de Daguestán, Serguéi Melikov, señaló que las acciones de protesta contra la movilización que se están sucediendo en esa República rusa del Cáucaso, vecina de Chechenia, están orquestadas en el exterior y advirtió de que podría darse algún acto terrorista de falsa bandera para asustar a la población, tal y como ocurrió a fines de los años noventa. Entonces, una serie de ataques con bomba contra edificios de viviendas en varias regiones de Rusia y en Moscú causaron centenares de muertos. Más tarde fueron atribuidos a los propios servicios secretos rusos con la aparente finalidad de desatar la ira y recabar el apoyo popular a la guerra de Chechenia.

La movilización a la desesperada muestra que las cosas le van mal al Ejército ruso

El despropósito en el reclutamiento generalizado, acompañado de las draconianas leyes punitivas lanzadas contra los desertores o quienes evaden el alistamiento (con penas de hasta diez años de prisión), dan pistas sobre la situación real del Ejército ruso en Ucrania.

El apoyo occidental con armas, dinero, entrenamiento de tropas y suministro de inteligencia estratégica para golpear donde más duele ha hecho del Ejército ucraniano un rival con el que no contaban las fuerzas rusas. La contraofensiva de principios de mes que llevó a los ucranianos a recuperar más de 8.000 kilómetros cuadrados entre Járkov y el Donbás rebelde y prorruso ha servido para mostrar muchas de las debilidades que los dirigentes rusos tratan de ocultar a su propio pueblo.

Las amenazas por parte del Kremlin de recurrir a bombas nucleares tácticas, de capacidad destructiva limitada pero capaces de poner fin a la guerra con una masacre, refuerzan esa suposición de una gran fragilidad de las posiciones militares rusas. Estos días se están celebrando referéndums, sin ninguna base legal, para acelerar la anexión de los territorios ocupados. Una vez que estas zonas del Donbás, Jersón o Zaporiyia pasen a ser rusas, cualquier ataque contra ellas será considerado una agresión a Rusia y podría en tal caso considerarse una respuesta nuclear táctica.

Esta muestra de fuerza con el músculo nuclear ha intranquilizado si cabe más a los ciudadanos rusos que están siendo llamados a filas y que, de pronto, se ven ante la tesitura de acudir a defender su bandera en un territorio donde podría desencadenarse una guerra nuclear localizada.

Con este trasfondo, las manifestaciones antibélicas estaban servidas, a pesar de la inmediata represión desatada por el Kremlin. Según la organización rusa OVD-Info, comprometida en la defensa de los derechos humanos, la policía había detenido hasta última hora del domingo a cerca de 2.400 participantes en las protestas que se sucedieron en cuarenta ciudades por toda Rusia contra la movilización.

Solo es cuestión de tiempo para que estas protestas pongan su mirilla en Putin, como ocurrió hace unos días en San Petersburgo, donde más de ochenta concejales y ediles reclamaron su dimisión por traición a Rusia. Si la invasión de Ucrania fue un tremendo error del presidente ruso, tratar de arrastrar a todo el país al campo de batalla puede ser el principio de su fin.

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