Opinión
Caos en la costa mediterránea y ataques contra civiles: qué está ocurriendo en Siria

- Por Leila Nachawati
- /Okba Mohammad
Escritora y profesora de comunicación especialista en Oriente Próximo.
Periodista.
-Actualizado a
Desde la caída del régimen de Bashar al Asad a finales de diciembre de 2024, la historia se ha acelerado en Siria. Entre el 6 y el 8 de marzo, una insurrección armada sacudió la región costera, dejando cientos de muertos y sumiendo al país en el luto. Apenas unos días después, entre el 10 y el 11 de marzo, el gobierno interino de Damasco dio un giro decisivo al firmar dos acuerdos clave: uno con las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), de liderazgo kurdo, y otro con líderes y residentes de la ciudad de Sweida, en el sur del país.
Acuerdos con las FDS y la comunidad drusa
Los acuerdos, que llegan tras meses de difíciles negociaciones, no sólo integran a las FDS, que controlan el 26% del territorio, en las instituciones sirias. También garantizan el pleno reconocimiento de los derechos de ciudadanía para la población kurda, históricamente discriminada.
En el caso de Sweida, el pacto refuerza la autonomía local y los derechos de la comunidad drusa, en un momento en el que actores externos intentan instrumentalizar las tensiones sectarias. En particular, Israel ha expresado su disposición de “proteger” a los drusos, un discurso que se enmarca en el contexto de intensos bombardeos israelíes en territorio sirio, la consolidación de su ocupación de los Altos del Golán y declaraciones sobre una posible expansión regional.
Insurrección y masacres en la costa siria
Los anuncios llegan tras una semana trágica en Siria. Tres meses después del derrocamiento del régimen de Bashar Al Asad, las provincias costeras de Latakia, Tartús y Banias fueron escenario de múltiples emboscadas perpetradas por remanentes del antiguo régimen contra fuerzas del gobierno interino liderado por Ahmad Al Sharaa. Los enfrentamientos iniciales y los numerosos incidentes de violencia sectaria que les sucedieron se cobraron cientos de víctimas, incluido un gran número de civiles.
Al Sharaa condenó el 7 de marzo los crímenes, a lo que siguió la puesta en marcha de un comité centrado en investigar las violaciones y crímenes contra civiles ocurridas en la costa, con el compromiso de entregar los resultados en el plazo de un mes.
Durante décadas, el régimen sirio construyó una amplia red clientelar basada en la explotación de diferencias étnicas y religiosas. Por un lado, reforzó la identificación de la confesión alauí con el núcleo de poder del régimen, presentándola como el bastión de la estabilidad frente a la mayoría suní. Al mismo tiempo, incorporó a miembros de otras comunidades religiosas a su red de privilegios, de modo que la percepción de seguridad de cada grupo quedará supeditada a la lealtad al régimen.
El nuevo gobierno ha tratado de revertir esta dinámica incidiendo en una noción de ciudadanía que trascienda criterios religiosos o étnicos. Sin embargo, los largos años de discursos sectarios, sumados a la caída de Asad y al desempleo resultante de muchos de sus antiguos aliados, han propiciado un levantamiento de estos sectores en la costa siria, tradicional feudo de la dinastía Asad. La violencia reciente revela el intento de estos grupos de recuperar su estatus.
Una emboscada planeada para incitar el conflicto sectario
Los intentos de sabotear la frágil transición van de la mano de intereses regionales y geopolíticos que se ceban en el país en uno de sus momentos más delicados. Según Rob Geist Pinfold, experto en seguridad internacional, resulta evidente que “esta fue una emboscada planeada, diseñada para causar revuelo y poner a Siria rumbo a un conflicto sectario y a una guerra civil. Las tácticas habituales del régimen de Asad y sus aliados de fomento del sectarismo”.
En toda esta operación, se ha revelado como figura clave Ghiath Dalla, oficial de la Cuarta División del ejército de Asad bajo las órdenes de Maher al-Asad, hermano del dictador depuesto. Dalla, fundador de las Fuerzas Al-Ghaith dentro de la división, compuestas por unos 500 combatientes, “en su mayoría miembros de la comunidad alauita seleccionados en base a criterios sectarios”, según el sitio web Maa' Al-Adala, es considerado el responsable de la rebelión y las masacres contra las fuerzas de seguridad entre el 6 y el 8 de marzo. Es también responsable de múltiples atrocidades desde el inicio del proceso revolucionario en 2011, entre ellas las masacres de Muaddamia y Daraya en 2012, el asedio y la hambruna en Madaya y Zabadani, y el asedio de Ghouta Oriental.
¿Quién asesinó a civiles?
Las primeras emboscadas perpetradas por los remanentes de Asad dejaron 13 muertos entre las fuerzas de seguridad y sitiaron varios barrios en la región costera. En respuesta, desde Damasco se enviaron convoyes con miles de efectivos para enfrentar a los insurgentes y restablecer el control. Posteriormente, intervino la Seguridad General (un organismo policial creado tras la caída de Asad), junto con facciones aliadas y civiles armados que se sumaron a la ofensiva. Fue entonces cuando estalló el caos, dando paso a una escalada de violencia y asesinatos.
Según la Red Siria para los Derechos Humanos, los remanentes del régimen de Asad, a quienes califica como "grupos armados que operan fuera de la autoridad del Estado", son responsables del asesinato de más de 170 miembros de las fuerzas de seguridad pública del gobierno de Damasco y de más de 200 civiles. Por otro lado, alrededor de 400 civiles y miembros desarmados del antiguo régimen fueron asesinados por facciones armadas vinculadas a las nuevas autoridades, así como por civiles armados que se movilizaron hacia la región costera para participar en el enfrentamiento contra los remanentes de Asad junto a las fuerzas de seguridad pública*.
Según Fadel Abdul Ghany, director de la Red Siria para los Derechos Humanos, con quien hemos hablado para Público, "Las autoridades cometieron un error al incorporar grupos armados indisciplinados y permitir su participación en la entrada a las áreas costeras para enfrentar los ataques de los remanentes del régimen. La mayoría de las violaciones fueron cometidas por estos grupos".
El director de la red aclara que las facciones responsables de la mayoría de los asesinatos de civiles son La Brigada Abu Amsha y La Brigada Hamza, ambas pertenecientes anteriormente al Ejército Nacional Sirio apoyado por Turquía, y ambas objeto de sanciones estadounidenses tras ser acusadas de graves violaciones de derechos humanos. Tras la caída de Asad, el nuevo gobierno sirio buscaba integrarlas al ejército nacional, pero su control sobre ellas es limitado.
"Según nos han contado los residentes, en el momento en que pedían protección y llegaban los refuerzos de Seguridad General, estas facciones se retiraban y se dirigían a otros pueblos para continuar los abusos", señala Abdul Ghani.
La desinformación como arma
La insurrección armada de los remanentes del régimen de Asad en la costa y las masacres que siguieron estuvo acompañada de una intensa campaña de desinformación e incitación al odio. En el marco de esta campaña encontramos cuentas israelíes, estadounidenses y otras vinculadas a simpatizantes del régimen de Asad, muchas de ellas bots, según un análisis de 20.000 tuits publicado en el Arabic Post.
La campaña forma parte de “una estrategia para manipular el debate público y hacer que ciertos mensajes lleguen a más usuarios, creando una falsa impresión de apoyo”, destaca el medio. A la desinformación se suma la información errónea o manipulada que plaga las redes sociales, amplificada por figuras y plataformas con intereses en la región.
Según el analista Charles Lister, esta estrategia no es nueva y sigue el mismo patrón observado en conflictos previos: la difusión deliberada de falsedades para sembrar confusión y desviar la atención de los hechos sobre el terreno. En este caso, la campaña ha promovido narrativas contradictorias, como la negación de las masacres perpetradas por los insurgentes o la atribución de la violencia a actores externos sin pruebas claras. “El objetivo no es solo engañar, sino erosionar la confianza en cualquier fuente de información legítima”, advierte Lister.
Además, se ha identificado un esfuerzo coordinado para ampliar discursos y relatos que refuercen divisiones sectarias, “presentando el conflicto como una guerra civil inevitable en lugar de una insurrección de redes clientelares vinculadas al antiguo régimen”.
La importancia de la justicia transicional
En este escenario, el proceso de justicia transicional que reclaman organizaciones como el Foro de las Familias Sirias por la Libertad resulta crucial para consolidar una ciudadanía inclusiva y garantizar justicia para las víctimas.
Como advierte la escritora siria Sara Hunaidi, la Justicia transicional “debe tomarse en serio y abordarse con transparencia. Necesitamos rendición de cuentas, tanto para las facciones detrás de los ataques sectarios en la costa siria como para los remanentes del régimen de Asad que mataron a cientos de miles. Sin ella, el ciclo de violencia no terminará”.
*Datos procedentes de Syrian Network for Human Rights.
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