Opinión
Democratizar la naturaleza no es sostenible
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Por David Bollero
Periodista
Pocos se creen que en cinco meses el Algarrobico sea demolido, tal y como ha publicitado el Gobierno de España. Probablemente, ni el propio PSOE se lo cree. El anuncio forma más parte de la estrategia de lanzamiento en Andalucía de María Jesús Montero al frente del PSOE-A que de una intención real de resolver este esperpento inmobiliario en pleno Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. De no ser así, ¿acaso no se frenarían el resto de aberraciones que amenazan parajes naturales en España?
El hecho de que la propia Montero se plantara un día antes frente al Algarrobico para avanzar el anuncio del Gobierno da una idea muy clara de la intención del PSOE. Y si nadie se cree o, al menos, se muestra escéptico ante la intención de demoler el hotel ilegal en cinco meses, tampoco es creíble la postura medioambiental de Juan Manuel Moreno Bonilla en defensa de Doñana. En ambos casos, la primera intención es otra, postergando la protección del entorno natural al vagón de cola. Es imposible olvidar los intentos por parte del presidente de Andalucía de legalizar la explotación ilegal de los acuíferos en Doñana o sus sonados silencios acerca de los daños ambientales por valor de más de seis millones de euros que ha provocado la Casa de Alba, según informes de la Guardia Civil.
Más allá de la ‘batalla verde’ de Montero contra Moreno, la resolución del conflicto del Algarrobico no es tan compleja como llevan más de una década pintándola. Es una cuestión de voluntad política y de dinero, de mucho dinero, eso sí, pues asumir que levantar esa mole de hormigón en mitad de un parque natural es ilegal implica indemnizar millonariamente a quien se otorgó el permiso para ello. Ni hay voluntad política para ello ni ganas de rascarse el bolsillo.
Por otro lado, la pregunta es obvia: ¿por qué lo que sirve para el Algarrobico no se aplica para otros espacios naturales en España? Aberraciones medio ambientales consumadas se reparten por toda nuestra geografía nacional, porque históricamente ha primado el capitalismo sobre el ecologismo. Esos atentados contra la naturaleza ya no pueden deshacerse. Sin embargo, la larga lista de los que están por llegar bien podría detenerse pero, pese a la Agenda 2030 y la innegable necesidad de cuidar nuestro entorno, los billetes siguen cerrando bocas y llenando bolsillos.
Un buen ejemplo de ello es el plan del presidente de Aragón, Jorge Azcón, de invertir 250 millones de euros en pleno Pirineo aragonés para construir telesillas, aparcamientos, toboganes… Tal y como se ha vendido, este Plan Pirineo cuenta con respaldo estatal y se desarrollará al amparo de fondos europeos de los Planes Extraordinarios de Sostenibilidad Turística. Inaudito. Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF son solo algunos de los colectivos que han exigido paralizar este plan que únicamente busca hacer caja a costa del entorno natural. Otro Algarrobico más contra el que se recogen firmas .
Los intereses turísticos que, a fin de cuentas, son pretexto para que unos pocos se lucren precarizando el entorno y a los trabajadores, no deberían superponerse a la defensa de nuestros espacios naturales. Ni siquiera intervenciones artificiales que modifican agresivamente los parajes con la excusa de "democratizar" el disfrute de la naturaleza son justificables. El popular Caminito del Rey de Málaga es otro ejemplo de ello, atravesado por toneladas de hierros y pasarelas para hacer seguro un recorrido que no tiene por qué ser seguro.
Cuanto antes nos mentalicemos que determinados parajes no están al alcance de todo el mundo, mejor nos irá. No existe nada más sostenible que no alterar los ecosistemas. Hace décadas, acceder al campamento base del Everest era un hito que únicamente algunas personas podían alcanzar por la exigencia física que entrañaba. Y así debe ser. Esa falsa premisa de "democratizar" la naturaleza nos ha llevado a que el turismo de masas de instagramers descerebrados obligue a restringir el cupo de visitantes al Everest. Pan para hoy, hambre para mañana. Y sequías. Y desertificación. La nada.
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