Opinión
Necesitabais valor para ganar
Por Lucila Rodríguez-Alarcón
-Actualizado a
Lucila Rodríguez-Alarcón (@lularoal)
Los discursos del odio responden a la necesidad de seguridad de una opinión pública cansada y llena de miedos y de dudas. No se trata de crear algo juntas sino de destruir algo unidas
Se han normalizado discursos de odio que hace unos años eran impensables. Para contrarrestarlos solo existe una opción, crear una narrativa alternativa y valiente
El 16 de junio de 2016 moría asesinada a cuchillazos Jo Cox, una activista británica miembro del Parlamento británico. La mataba un neonazi inglés al grito de “Britan first”. Jo llevaba toda la campaña del Brexit apoyando la inmigración y explicando que la salida de el Reino Unido de Europa no iba a arreglar los problemas de nadie. Algunas, que habíamos trabajado en Oxfam, conocíamos a Jo. Jo moría por defender pacíficamente un modelo social de integración y cuidado de los más vulnerables, enfrentándose a un discurso emergente del odio, la separación y la antimigración. Algunas pensamos que eso iba a ser un punto de inflexión en la campaña del Brexit; no podía salir adelante un modelo que permitía y justificaba el asesinato de una demócrata. Pero el Brexit salió.
El marido de Jo, Brendan Cox, devastado por lo ocurrido, inició un viaje por toda la Europa del este para intentar entender cómo ese discurso del odio tan extremo y tan dañino se estaba extendiendo por nuestro continente. Lo que descubrió fue que los discursos del odio están construidos de un modo muy concreto respondiendo a la necesidad de seguridad de una opinión pública cansada y llena de miedos y de dudas. Mentiras sencillas, demagogias simples que aportan sensación de pertenencia a todas las personas que comparten un odio común. No se trata de crear algo juntas sino de destruir algo unidas.
Estos partidos en toda Europa han conseguido contaminar el debate público, abriendo falsos problemas para los que proponen soluciones imposibles como echar todos los migrantes o acabar con los movimientos libres de personas
Basándonos en ese trabajo realizado por Brendan Cox a través de su organización More in Common, en la Fundación por Causa empezamos primero a estudiar cómo se construye el discurso al que hemos denominado antimigratorio. Entre otras herramientas, todos los partidos de este tipo comparten cosas como elegir un enemigo común, el migrante; basar los argumentos en mentiras simplificando problemas altamente complejos y, finalmente, provocar para conseguir controlar el debate público llevándolo todo a su terreno. Estos partidos presentes en todos los países de Europa han conseguido contaminar el debate público, abriendo falsos problemas para los que proponen soluciones imposibles como echar todos los migrantes o acabar con los movimientos libres de personas. Las coincidencias en sus discursos y su forma de operar no son casuales, están organizados entre ellos y comparten asesores e ideólogos. Tanto es así que nosotras los hemos denominado la Franquicia Antimigración. Su crecimiento desde 2016 parecía imparable. Aunque en muchos países no conseguían juntar votos para acceder al gobierno su poder narrativo es tal que han logrado contaminar todo el discurso político de derechas. Ahora mismo se han normalizado discursos que hace unos años parecían impensables por su carga de odio, machismo, racismo o xenofobia. Tenemos un claro ejemplo en algunas de las cosas vividas en la campaña a las elecciones de la comunidad de Madrid.
Para contrarrestar esta narrativa del odio solo existe una opción, crear una narrativa alternativa que responda a las necesidades de estas poblaciones llenas de miedo y de tristeza. Esto viene de lejos, pero se está afianzado ahora. En 2001, con el ataque a las torres de gemelas, irrumpió el discurso de la securitización -el Estado te defenderá de los que vienen de fuera que son terroristas-, al que se sumó el miedo a perderlo todo derivado de la gran crisis del 2008, la sensación de fracaso de las revoluciones sociales del 2012, y lo acaba rematando actual tristeza derivada de la crisis de la Covid-19. Todo este tiempo los discursos de lo social y los derechos han estado centrados en hacer anti-campaña al discurso del odio. Unos siembran el odio y el resto responde, manteniéndose en ese marco narrativo.
Así han sido las campañas para estas elecciones de este pasado 4 de mayo. Ellos lanzan mierda y los otros la recogen y le dan la vuelta. Discursos de odio anti-migrantes, anti-partidos, anti-ideolgías sociales, a los que se ha respondido con más discursos anti. Apenas han transcendido las propuestas pro algo, y ha habido muy poca oferta sólida relativa a un modelo de sociedad y de valores a las que las personas que creemos en la comunidad y los derechos sociales podamos aferrarnos ciegamente.
Necesitamos propuestas ilusionantes que permitan recordar las razones para trabajar y construir en común. Necesitamos utopías.
El miedo y la tristeza colectivos necesitan de soluciones colectivas. Necesitamos propuestas ilusionantes que permitan recordar las razones para trabajar y construir en común. Necesitamos utopías. Todo esto implica un liderazgo narrativo en el que con mucho valor, se ignoren totalmente las propuestas del odio, se bloqueen y se aíslen evitando alimentarlas con la famosa contranarrativa que es reactiva. Necesitamos discursos en los que se propongan locuras que inspiren y nos devuelvan a ese espacio en el que recordemos que mejor todas juntas que separadas, que el bien de muchas es enriquecedor, que el amor genera más amor. Esta valentía es, por ejemplo, la de políticas como Jacinta Arden o Kamala Harris, que se han atrevido a meter en el debate público temas que, por su enfoque social, comunitario y de construcción de paz y justicia, eran propuestas rompedoras para su mercado, consiguiendo apoyos históricos en sus recientes procesos electorales. Eso ha faltado principalmente en estas elecciones y en general en estos últimos tiempos: valentía narrativa. Y no vale la excusa del apoyo mediático: ni Podemos ni Vox lo tenían cuando irrumpieron en la escena pública. Jo luchó con valor y la mató el miedo y la cobardía. Un discurso valiente y propio, orgulloso y convencido, lleno de amor y constructivo, sin contaminación y sin miedo a proponer ni vetar, es lo que nos salvará del odio, nada más.
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