Opinión
Por un río Manzanares renaturalizado y sin compuertas

Por Guillermina Garzón, Erika González y Agustín Moreno
Grupo de Agua de Ecologistas en Acción de Madrid
Las extraordinarias lluvias que han caído sobre Madrid en marzo con motivo de la borrasca Martinho han multiplicado por más de quince veces el caudal del río Manzanares. El volumen del agua ha llegado a superar los 50 metros cúbicos por segundo, cuando el habitual es de 3 m3/seg. Las lluvias y el deshielo de la nieve han obligado a desembalsar agua de las presas de Santillana y de El Pardo y el río ha bajado hecho un turbión. Emergencia ha llegado a pedir que no se transitasen las orillas del río entre Mingorrubio y el Puente de los Franceses; se limitó el tráfico en tramos de la M30 y M40, y se llegaron a suspender clases en la Universidad. En el recorrido urbano, el nivel del agua ha estado a centímetros de llegar a las compuertas existentes, con el consiguiente riesgo de desbordamiento e inundación de la ciudad.
Esto ha hecho que se abriera el debate sobre cómo minimizar el riesgo de inundaciones y otros efectos catastróficos en la ciudad de Madrid. En concreto, sobre dos cuestiones: cómo afecta la renaturalización al flujo del agua durante las grandes avenidas, y qué hacer con las compuertas.
En el año 2016, Ecologistas en Acción presentó un proyecto de renaturalización del río solamente manteniendo los aportes de un flujo mínimo constante y sin que apenas conllevara intervenciones rígidas.
A lo largo de estos últimos años, el mantenimiento garantizado de dicho aporte de agua ha permitido que el río recuperara una esperable fisonomía natural. La respuesta de auto-renaturalización del cauce se ha producido a una velocidad sorprendente.
El río ha remodelado, sobre su propio lecho de arenas, un cauce trenzado de islas vegetadas y barras arenosas que favorecen el reajuste del flujo del agua que serpentea, meandrizando a su alrededor y favoreciendo la disipación de energía. Con ello, no solo se ha restablecido la configuración geológica óptima de un río semiárido mediterráneo, si no también, la expansión de una vegetación autóctona de ribera y la implementación de su función como corredor faunístico. Todos podemos apreciar la enorme llegada de aves y vida acuática del río.
Esta sorprendente explosión de vida en el río Manzanares ha levantado dudas sobre el papel de la vegetación en el aumento de la rugosidad del cauce con la teoría de que su posible retención de caudal incremente el nivel local del agua. Claramente, no es así. Las islas y la vegetación que ha surgido apenas ocupan espacio sobre el amplio cauce. La vegetación se pliega con el paso del agua o resiste en el caso de los árboles ayudando a la ralentización de la su velocidad del agua. A ello hay que añadir que se practican desbroces sistemáticos de la vegetación para cumplir con los requisitos de mantener el porcentaje del cauce despejado que establece la Confederación Hidrográfica del Tajo. El bosque de ribera de álamos, sauces y carrizos del Manzanares ha demostrado, sin embargo, una perfecta adaptación durante las últimas crecidas, cimbreándose sobre sus raíces pivotantes, pero sin sufrir ningún daño ni desperfecto. Es decir, esta vegetación ha actuado positivamente disipando la alta energía de los altos caudales, disminuyendo la velocidad de flujo y retardando lo onda de la avenida aguas abajo.
La canalización del rio Manzanares de la década de 1950 preveía retener la lámina de agua estable temporalmente en la zona urbana, evitando sus largos estiajes. Estos estanques se controlaban por compuertas móviles capaces de alzarse ocasionalmente para amortiguar los desbordamientos. Tenían una función estética, no hidrológica ni hidrográfica. Con estas piscinas de aguas oscuras, malolientes y con mosquitos en verano, se quería dar una apariencia que no correspondía: ni el Manzanares es el Sena, ni Madrid es París.
Este modelo quedó limitado y obsoleto por el decaimiento de los aportes de caudales del río generando, a cambio, el estancamiento de aguas turbias y un lecho sucio y con desechos, cuando se vaciaban los estanques. El reciente soterramiento de la M30 conllevó la construcción de una nueva canalización muy amplificada, pero que conservaba las compuertas de las antiguas edificaciones de pasarelas del río.
Actualmente las compuertas no tienen ninguna función desde que se renaturalizó el río. Pueden ser un peligro ante grandes avenidas, ya que reducen la sección del río en un 50% y podrían provocar el desbordamiento fuera de la canalización. Usar las compuertas para frenar la energía cinética del agua no tiene ningún sentido, ya que se colmatarían enseguida y el agua caería con más fuerza por la subida artificial de nivel o rebosaría saliendo por las calles. Además, la falta de uso de dichas compuertas tiene el riesgo de que se desplomen al intentar moverlas.
Lo absurdo, por contradictorio, es que se pretenda cuestionar la renaturalización porque supone obstáculos al libre descenso del agua y defender la existencia de las compuertas para supuestamente frenarla. Justamente hay que hacer lo contrario para dar seguridad a Madrid: defender la renaturalización y retirar unas compuestas inútiles.
Por todo lo anterior, el Área de Agua de Ecologistas en Acción ya demandó al Ayuntamiento de Madrid la retirada de las antiguas compuertas para asegurar la correcta capacidad de desagüe durante las avenidas del tramo canalizado. Se solicitó por escrito el 10 de marzo de 2017, argumentando que las antiguas compuertas son inutilizables para formar estanques en la actualidad, y que limitan la correcta evacuación de flujo durante crecidas extraordinarias.
No va a ser la última vez que afrontemos situaciones parecidas de lluvias excepcionales. Ya ha sucedido recientemente. Con el cambio climático, la tendencia es a que se repitan los fenómenos meteorológicos extremos y sean más frecuentes e intensos.
Por ello, si las compuertas no tienen ninguna utilidad y suponen un riesgo, urge que, una vez superada esta crisis, el Ayuntamiento de Madrid y la Confederación Hidrográfica del Tajo acometan su desmontaje y retirada. Es una cuestión de seguridad ante las grandes avenidas que se puedan producir en el río en el futuro. Y, por supuesto, debemos seguir disfrutando de la renaturalización del tramo urbano del río Manzanares por sus indudables beneficios ecológicos, paisajísticos y ciudadanos.
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