Opinión
Vivir de los hijos hasta que puedan demandarte


Periodista
-Actualizado a
Pocas cosas me interesan y preocupan más que la maternidad y la infancia y, por eso, nada me indigna e interesa menos que la mercantilización de la maternidad y de la crianza. Hace días que no me quito de la cabeza el caso de la conocida influencer y su pareja que están siendo investigados por un presunto delito de malos tratos hacia su bebé de 40 días, después de que un informe de los médicos desvelara lesiones compatibles con una agresión provocada. Sin duda, lo que más me llamó la atención de este asunto, ya de por sí truculento, fue la publicación que esta señora compartió en cuanto la familia llegó a su casa y después de que la bebé pasase 18 días ingresada en una UCI neonatal. El 27 de enero, exactamente el mismo día que ella y su pareja fueron a declarar como investigados ante la autoridad judicial y seis días más tarde de la incoación de diligencias previas contra ellos, la influencer subía una foto de los tres y agradecía los rezos, la preocupación y el cariño a todo el mundo (menos al equipo médico que había salvado la vida de su hija) como si nada hubiese pasado. Una ya no sabe si esta gente tiene hijos porque lo desea o para cumplir con unos patrocinadores para los que la intimidad y el honor de las criaturas está al mismo nivel que el carrito y los lotes de leche en polvo que sus madres anuncian y que, por suerte, pueden dejar de pagar.
Con más pereza que ganas me puse a revisar el perfil de la influencer en donde pude ver un vídeo en el que, embarazada, advertía a propios y extraños de que para que otros se lucraran de su bebé lo haría ella primero, un argumento desgraciadamente repetido desde la irrupción de las revistas del corazón y que presume que los hijos son de nuestra propiedad. Sobran los ejemplos de las creadoras digitales que en la última década han convertido el asunto de la reproducción en un negocio rentabilísimo que se refleja en decenas de post patrocinados por marcas de puericultura y alimentación infantil. Ahora, la influencer y su pareja, atosigados por la prensa, piden respeto y que les dejen vivir una vida normal para enfrentar este proceso, pero ¿cómo se puede pedir semejante cosa cuando hay un vídeo de tu parto colgado en tu perfil de Instagram? El feminismo no cuestiona decisiones individuales, sino que busca las causas estructurales de las opresiones colectivas que nos afectan a todas las mujeres y, lamentablemente, las famosas no se libran de una precariedad que las empuja a vender su intimidad bajo la premisa de la libertad de elección. El patriarcado de consentimiento tiene estas cosas, nos hace creer que tenemos el control de la caja registradora pero no hay control posible cuando te pagan por mostrar tus vísceras, ecografía mediante. Supongo que una se acaba creyendo que le debe alguna explicación a la señora de Lugo que la ha apoyado desde la primera transferencia embrionaria.
Tengo mi propia intuición sobre la responsabilidad directa de la influencer en los presuntos malos tratos hacia su pequeña y como este es un artículo de opinión, opino que a esta madre le gustaría muchísimo que el nombre de su hija no estuviera en todas las tertulias y periódicos de este país como presunta víctima de violencia. Opino que ella no es culpable, opino que la quiere proteger y, opino, que desde que su hija ingresó en el hospital por primera vez ella desearía haber sido una persona anónima. Por supuesto, habrá quien aún crea que mientras no se enseñe la cara las criaturas su intimidad está siendo protegida, pero convertir la concepción, el embarazo y el parto en un espectáculo retransmitido para el público masivo al que a partir de entonces tendrás que alimentar con reflujo y fiebres, travesuras y rabietas, y pises y cacas patrocinados por Dodot, se vende y se paga muy caro. Por eso, los posts en donde sale un bebé, aunque no se le vea el rostro, duplican o triplican la media de las cuentas de las creadoras digitales, y las marcas lo saben.
Personalmente, me sigue interesando la maternidad más que nada porque dar a luz es sacar de la oscuridad lo que siempre se había mantenido oculto, es cuestionar el sistema, es protestar, es hablar de lo que nos ocurre y de lo que nos atraviesa a las mujeres, es una vía para la empatía y para el reconocimiento colectivo en un mundo que continúa siendo profundamente hostil para las madres y los niños. Por eso, leo continuamente a madres, veo series y películas de madres, sigo cuentas de madres y también cuestiono a las madres que les niegan a sus hijos el derecho a vivir una vida anónima y libre de injerencias. Y eso, a pesar de que comprendo que la tentación de subir contenido relacionado con las pericias de nuestras criaturas es apetecible incluso para quienes no vivimos de los seguidores ni tenemos patrocinadores.
Precisamente, son las madres y activistas feministas las que más han velado por los derechos de la infancia en la era digital, son ellas las que más han presionado a las autoridades y también las que finalmente han conseguido que el gobierno por fin se plantee regular por ley la exposición de los niños youtubers. Por eso, cada vez más madres influencers diversifican también sus contenidos, sabiendo que el negocio se les acabará de un momento a otro y que habrá consecuencias legales y reproche social, mientras los vídeos antiguos de sus hijos, que acumulan millones de visualizaciones, continúan colgados generando ingresos a costa de una huella digital que los perseguirá el resto de sus vidas. Cada vez más a menudo son esos niños, convertidos en adultos, los que relatan el calvario de explotación que vivieron durante toda su infancia. Confío en que el Gobierno se ponga las pilas de una vez y no tengamos que esperar a que sean todos ellos los que lleven a sus padres ante la Justicia. Será demasiado tarde.
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