sevilla
Este miércoles, 16 de enero, será elegido Juanma Moreno (PP) como primer presidente no socialista de la Junta de Andalucía, un hombre por el que nadie, ni los suyos, daba un duro antes del pasado 2 de diciembre y que se ha llevado el gato al agua tras unos comicios que acabaron con 36 años de hegemonía socialista. Sobre sus hombros recae ahora una gran responsabilidad desde el punto de vista de la derecha, la de hacer que funcione el experimento inédito que va a empezar a pilotar. Un Gobierno como este, de coalición entre PP y Ciudadanos, con apoyos externos de Vox, un partido de ultraderecha, no se había producido hasta ahora en ningún lugar en la etapa constitucional en España. Es también la primera vez que Ciudadanos entra en un Ejecutivo. Y, sobre todo, es una fórmula que ninguno de ellos descarta exportar al Gobierno de España, si acaban por salirles los números cuando el presidente Pedro Sánchez (PSOE) convoque las elecciones.
Con él viajan en esta aventura dos socios que andan mal avenidos en términos políticos, porque Ciudadanos quiere que no le penalice electoralmente el abrazo de Vox, pero que comparte con Moreno buenas relaciones personales y los principios ideológicos esenciales de la apuesta: bajos impuestos, apoyo a los emprendedores, mimar la escuela concertada y ampliar las oportunidades de negocio de compañías privadas y de la Iglesia católica a costa del sector público.
Serrano, magistrado condenado por prevaricar, es un antifeminista reconocido y autor de frases descarnadas sobre las mujeres
Por un lado, Moreno tiene a Francisco Serrano (Vox), un juez de familia, que estudió en Sevilla y ha desarrollado buena parte de su carrera en esta ciudad. Es un hombre amable de trato, pero tiene unas convicciones que incomodan incluso al PP. Antifeminista reconocido, es autor de frases descarnadas sobre las mujeres, como se puede comprobar en su cuenta de Twitter. Dos ejemplos. Uno: “Desde luego lo que no hay son mujeres liberales que se proclamen putas, brujas y bolleras. Eso está reservado para piojosas de ultraizquierda”. Dos: “El problema del feminismo actual es que lo dirigen mujeres que no lo son, desde su propia perspectiva de género. Odian al varón, su competidor”.
Serrano, que ejerce como portavoz de Vox en Andalucía, fue condenado por prevaricación por modificar las vacaciones establecidas en el régimen de visitas de un niño, sin consultar a la madre, para que se quedase con su padre dos días más y así asistiese a una procesión. Serrano apoyará a Moreno desde el Parlamento. De él y de sus once compañeros, de quienes no se puede decir que hayan llegado a la Cámara autonómica ocultando sus ideas, depende en última instancia la estabilidad, porque sus votos son necesarios para casi todo y, desde luego, para aprobar los presupuestos, habida cuenta de que ni el PSOE ni Adelante Andalucía le van a dar nada al nuevo Ejecutivo.
Marín, el vicepresidente
Y, por otro lado, mucho más cerca, Moreno tiene a Juan Marín (Ciudadanos), que será su vicepresidente, una persona con quien trabajará codo con codo en el Ejecutivo. Ambos mantienen una excelente relación personal, que se fraguó durante la pasada legislatura, cuando Marín apoyaba el Gobierno de Susana Díaz, y Moreno intentaba reventarlo. Es Marín un tipo de trato cercano, de maneras pausadas, incluso cuando entra a discutir los asuntos, a quien se le podría poner el apodo de El hombre tranquilo, como el título de la película de John Wayne, ambientada en Irlanda, dirigida por John Ford. Marín es un amante del western, un hombre que cuando llega a casa y tiene un rato para relajar la mente opta por el canal de cine clásico TCM.
Marín ha ultimado el nuevo gobierno con Elías Bendodo, lugarteniente y fiel fontanero de Moreno
Marín es quien ha dirigido la negociación en Andalucía y conoce todos los intríngulis del nuevo Gobierno y también su letra pequeña porque lo ha cerrado con Elías Bendodo, el lugarteniente y fontanero más fiel de Moreno, quien se perfila como el tercer pilar político del Ejecutivo. Los casi cuatro años de colaboración con el hegemónico PSOE de Andalucía le han servido a Marín para aprender numerosas cosas sobre la gestión de los tiempos y las estrategias políticas. Llega maduro al Gobierno después de haber ganado una apuesta el 2 de diciembre.
El hombre tranquilo se la jugó en la precampaña y la campaña, al decir que nunca más iba a hacer presidenta a Susana Díaz (PSOE). Apostó, tomó riesgos, comprometió su palabra y su credibilidad y la jugada le salió bien. Si Ciudadanos hubiera sacado un escaño más, Marín se hubiera metido en un buen lío, porque entonces los números le hubieran puesto ante un dilema complejísimo (con un diputado más para uno o para otro, PSOE y Ciudadanos hubieran sumado mayoría absoluta). Hubiera tenido que decidir realmente entre continuidad o cambio.
Ahora, sin embargo, cualquier combinación de gobernabilidad necesita de tres partidos y, después de 36 años, la mayoría de sus votantes y sus propios militantes, a quienes siempre les ha costado comprender el acuerdo de la legislatura pasada con Susana Díaz, no le hubieran perdonado que dejara pasar la ocasión de desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía. Fue Marín, con ese giro argumental, de calado, en la precampaña, quien cogió el martillo y los clavos con los que después de los comicios ha empaquetado el ataúd de los socialistas.
Tanto Marín y Moreno comparten un fondo católico, más o menos como el de tantos españoles de derechas, que no se muestra en su quehacer diario, pero que está ahí, en el fondo del armario. También han tenido los dos experiencia en la política local, Marín en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y Moreno en Málaga.
Ambos, sin embargo, han tenido vidas diferentes. Marín se echó el negocio familiar a la espalda desde muy joven, mientras Moreno entró en política pronto y fue presidente de las Nuevas Generaciones en Andalucía. En el haber sentimental, por tanto, de Moreno, se puede incluir que el anuncio de que había llegado a un acuerdo con Ciudadanos, lo hizo Moreno en un acto con las juventudes de su partido.
Moreno, el presidente
Moreno, quien le debe muchas cosas a su gran valedora en el PP, la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, también ha tenido varios cargos en el PP y en el Gobierno. Y no ha quedado exento de que le salpicasen, aunque, de refilón, algunas de las actividades comunes en ese partido en los años preGürtel, como los sobresueldos, y supuestos encuentros en que las advertencias que allí se trasladaban caían en saco roto. Esos años en Madrid le dieron también a Moreno experiencia de gestión. Fue secretario de Estado en el Ministerio de Ana Mato, y allí aplicó los recortes que imponía el presidente Mariano Rajoy, una cuestión que le han recordado una y otra vez.
Moreno y Marín trabajan para despejar las incertidumbres y desasosiegos que causa Vox en el ámbito de los derechos civiles
De la labor de ambos dependerá el éxito de la apuesta. Han llegado al Gobierno de la mano de una altísima abstención en la izquierda, de lo que ambos son bien conscientes, y con una situación de crisis en Catalunya, que podría calificarse como profunda crisis de Estado, y con un desgaste tremendo del PSOE, tras 36 años, y de su candidata, que se presentaba a los comicios tras dos años en la escena nacional. Moreno y Marín son perfectamente conscientes de la coyuntura particular que les ha llevado al Ejecutivo. Si ejecutan su programa -que prevé transferencias millonarias del presupuesto público a la Iglesia católica y a las compañías privadas- sin moderación ni recato, lo pagarán. El talante de ambos hace pensar que no va a ser así, sino que lleva a pensar que aplicarán las medidas que tienen previstas tratando de hacer el menor estropicio posible. De momento, los socios de ultraderecha que se han buscado han provocado ya la primera movilización de su mandato, incluso antes de que este arranque. El feminismo ya tiene convocada una manifestación esta semana a la puerta del Parlamento de Andalucía.
Moreno y Marín, sobre todo este último, han trabajado para despejar las incertidumbres, preocupaciones y desasosiegos que en el ámbito social, de los derechos civiles y de las libertades individuales, ha causado su alianza con Vox. Sin embargo, a casi nadie han convencido y de la letra estricta de sus acuerdos emerge con claridad cierta involución en estos campos.
Las relaciones de los tres adalides de la triple alianza en Andalucía estarán de alguna manera tuteladas, como lo han estado ya las negociaciones, desde Madrid. Este es el primer Gobierno que conforma el PP en la era de Pablo Casado y es también una apuesta estratégica de Albert Rivera, de Ciudadanos, que ha decidido probar el Ejecutivo después de 4 años en el Parlamento. Ambos compiten por el liderazgo en la derecha. Y en el caso de Vox no se trata ya de una tutela, sino de subordinación en sentido estricto. Serrano, por lo visto hasta el momento, tiene nula autonomía para tomar decisiones importantes. Todas se tomarán desde Madrid. Vox es un partido que si pudiera liquidaba el Estado de las Autonomías.
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