MADRID
Actualizado:Parecía imposible, pero al final está ocurriendo: el blindaje electoral del PP frente a la corrupción se está resquebrajando. Sus votantes huyen en masa hacia su marca blanca (Ciudadanos) o se convierten en un inmenso granero de nuevos abstencionistas, hasta socavar por primera vez el búnker de escaños que le garantizaba el desproporcionado sistema electoral español: si hoy se celebrasen elecciones generales anticipadas, el Partido Popular quedaría a tanta distancia de la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados que ninguna suma de posibles aliados le permitiría gobernar, a pesar de que el número de escaños de C's se dispararía.
Al mismo tiempo, esa gigantesca sangría de votantes conservadores desencantados hacia el estanque de la abstención provocaría la participación electoral más baja en casi 40 años: sólo un 68,3% del censo acudiría a las urnas, según las estimaciones del desk research del Observatorio Continuo que elabora el gabinete demoscópico Jaime Miquel y Asociados (JM&A) para Público, evaluando y ponderando las principales encuestas electorales de las últimas semanas.
Que este hundimiento del gran partido conservador se debe a los continuos escándalos de corrupción que implican a sus dirigentes más emblemáticos queda patente en que la otra formación política que se desplomaría sería la antigua Convergència –hoy renombrada Partit Demòcrata Europeu Català (PDECat)–, también inmersa en numerosos escándalos de corrupción, como se puede comprobar en la siguiente tabla comparativa completa de las estimaciones de JM&A frente a los resultados de las generales de 2016. En esta tabla, % c significa porcentaje sobre el censo, y %vv el porcentaje sobre los votos válidos:
Del estudio de esta tabla se deducen varios hechos notables. Primero, que la pérdida por el PP de 1,64 millones de votos equivale a la fuga de más de uno de cada cinco de los que le expresaron su apoyo en las urnas en la última consulta electoral para el Congreso. Eso, en votos válidos equivale a una pérdida del 20,8% de sus votantes en sólo diez meses de legislatura, algo sin precedentes.
En segundo lugar, aunque las cifras absolutas de los daños que sufriría el PDECat –unos 65.000 votos menos, con una caída de dos décimas porcentuales sobre los votos válidos, y una pérdida de dos escaños– parecen moderadas, en realidad suponen un durísimo varapalo de los catalanes al partido que ha gobernado Catalunya durante 27 de los últimos 37 años: casi el 14% de los votantes que le restaban le darían la espalda, cuando su base electoral ya se había reducido a menos de la mitad en las elecciones generales de estos seis años pasados.
Los batacazos de partidos conservadores por su corrupción interna acaban beneficiando a los partidos emergentes
Tercero, esos batacazos de partidos conservadores tambaleantes por su corrupción interna acaban beneficiando a los partidos emergentes. En el caso del PP, el trasvase de casi 600.000 de sus seguidores hacia Ciudadanos –según las estimaciones de transferencias de votos, pues no toda la ganancia de C's se debe a votantes populares– hace despegar definitivamente a la formación de Albert Rivera, que gana 21 de los 24 escaños perdidos por los populares y supera el listón del medio centenar de diputados.
En cuanto a Unidos Podemos, consolida y refuerza su posición en el Congreso, donde gana otros tres puestos hasta sumar 74 diputados con sus confluencias.
El PSOE, por su parte, logra mantener su nivel de apoyo total: su porcentaje de votos válidos se mantiene idéntico, pero aumenta su representación parlamentaria en dos escaños. Eso se debe al reparto territorial de los escaños, que podemos ver en el gráfico interactivo siguiente (pasando el cursor sobre las barras, aparecen los números exactos de diputados y su variación, comunidad por comunidad):
Por comunidades, el Partido Popular se descalabra en Andalucía (donde pierde 5 escaños), Madrid, Catalunya y las dos Castillas (donde pierde 3 en cada una) y Valencia, Galicia y Aragón (con 2 menos en cada una). También cae un escaño en Extremadura. Es decir, su desplome está bien repartido por la geografía española.
El PSOE obtiene ganancias –siempre a la espera del resultado de sus primarias internas, claro– en Catalunya (+2), Valencia y Andalucía (+1 en cada una), y pierde un escaño en Galicia y otro en Aragón.
El ascenso de Ciudadanos en escaños se produce casi siempre a costa de las pérdidas del PP
Pero donde se ve el fenómeno más importante de esta evolución electoral es en el ascenso de Ciudadanos, casi siempre a costa del PP: gana 4 congresistas en Castilla-La Mancha; 3 en Madrid y otros tantos en Castilla y León y en Andalucía; 2 en Catalunya y en Galicia, y uno en Valencia, Aragón, Extremadura y La Rioja. Sólo en esta última es a costa de Unidos Podemos, igual que uno de los 4 diputados que gana en la comunidad castellano-manchega.
Finalmente, Unidos Podemos sube dos escaños en Aragón y uno en Andalucía, Galicia y Valencia. En Catalunya no varía su cuota en el Congreso de los Diputados, pero vuelve a ganar claramente, con 12 parlamentarios, frente a los 10 de ERC y los 9 del PSC.
El descalabro del PP es especialmente vistoso en Andalucía, donde pierde la mayoría de diputados al Congreso y queda tres escaños por detrás del PSOE-A.
No obstante, donde sí se aprecia muy claramente el fin de una era bipartidista es entre la juventud: de los 386.000 jóvenes que han cumplido los 18 años desde la última cita con las urnas –y, por tanto, podrían votar por primera vez–, uno de cada tres se abstendría, pero el reparto de los otros dos tercios es muy revelador. Mientras un 20% de esos novatos se decantarían por Unidos Podemos, y otro 16% apoyaría a Ciudadanos, el porcentaje de los que expresan sus preferencias por alguno de los dos grandes es exiguo: un 12% por el PP y ¡sólo un 8%! por el PSOE.
Hace tiempo que doblan las campanas por el fin del bipartidismo y esa nueva era democrática sigue acercándose inexorablemente.
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