La memoria es peligrosa. Nos rearma de sentido. Recordar de dónde venimos es el combustible de nuestra lucha y nuestro compromiso. La ultraderecha lo sabe bien, por eso su afición a la reescritura y al tachón, cuando no al borrado. Y por eso, también, Guillem sigue vivo. 

Guillem Agulló, un joven antifascista de Burjassot, murió acuchillado hace 31 años. Lo hizo a manos a manos de un grupo de neonazis en la localidad de Montanejos, en la provincia de Castelló. Tenía tan solo 18 años. Su muerte conmocionó a la sociedad valenciana, que lo convirtió en un símbolo de la lucha contra el fascismo y la intolerancia.

Desde muy joven, Guillem mostró un gran interés por la política y se unió a movimientos sociales y antifascistas. Su asesinato sumergió a su familia en una larga lucha por su memoria y, especialmente, por hacer justicia ante los intentos de desligar aquel asesinato de un crimen de odio con motivaciones ideológicas.

El proceso por el que pasó la familia fue narrado en La mort de Guillem, una película dirigida por Carlos Marques-Marcet. Sorprendentemente, la sala situó los hechos lejos del contexto político, estimando que la muerte de Agulló fue consecuencia de una "riña de chavales".

Ahora, pasados 31 años del asesinato de Agulló, los herederos ideológicos de aquellos que acabaron con su vida, tratan de hacer lo propio con su memoria. No en vano, este jueves hemos sabido que el concejal de Parques y Jardines del Ayuntamiento de València, Juan Manuel Badenas (Vox), ha anunciado que va a retirar el nombre del antifascista Guillem Agulló al paseo de los Jardines de Viveros con este nombre, al considerar que fue "una imposición" de una parte de los valencianos que ya "no es la mayoritaria".

Este anuncio se produce apenas dos días después de que el PP y Vox hayan decidido eliminar el premio Guillem Agulló, instaurado en 2016 por acuerdo de todos los grupos parlamentarios de Les Corts, dando con ello "la espalda" a la lucha contra la xenofobia.

El borrado va viento en popa. El PP, en su ardua labor por blanquear el fascismo, no duda en dar alas a la ultraderecha apoyando su odio desde las instituciones. Un odio que, por cierto, no tarda en alcanzar las calles. Y es que estas decisiones se producen unos días después de la agresión grupal a un casal juvenil en Castelló, durante las fiestas de la Magdalena, que se saldó con un joven herido e ingresado en la UCI.