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Actualizado:Son las 21.30 horas del lunes 23 de octubre en el Ministerio de Trabajo y los secretarios de Estado de Empleo y de Derechos Sociales, Joaquín Pérez Rey y Nacho Álvarez, nadan entre papeles y bucean entre párrafos. Unas horas antes, por la tarde, Yolanda Díaz se había desplazado a La Moncloa para mantener una reunión al máximo nivel con el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, con el objetivo de desbloquear el acuerdo programático para un Gobierno de coalición.
No es la primera vez que los líderes de PSOE y Sumar se citan en persona para afrontar una situación complicada. Ese es el guion de todas sus negociaciones: sus equipos sientan las bases de los acuerdos, y Sánchez y Díaz atan los cabos que terminan de darle sentido.
Esta vez ni siquiera bastó con eso. En casi dos meses de negociación, ambas partes se han remitido alrededor de una quincena de borradores en los que, hasta hace unos días, los tachones y borrones superaban con creces a la letra limpia que iba conformando, medida a medida, el acuerdo.
Por eso, después de la reunión de Sánchez y Díaz, Pérez Rey y Álvarez seguían dándole vueltas a un pacto que terminó de cerrarse, según algunas fuentes por la noche, según otras de madrugada. Fuera cual fuese la hora, el equipo negociador de Sumar terminó en el apartamento de Yolanda Díaz (dentro del edificio ministerial) rematando los últimos puntos y comas del texto; la misma vivienda en la que Díaz ha cerrado en alguna ocasión algunos de los más importantes acuerdos alcanzados con la patronal y los sindicatos.
A la una de la madrugada, apuntan fuentes de la negociación, la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial no concitaba el acuerdo de las partes, y por momentos amenazaba con frustrar, al menos, la idea de anunciar un pacto el martes.
La presión del PSOE para un acuerdo rápido
Entre la fase de los escollos y el desbloqueo del pacto sucedieron muchas cosas y se remitieron muchos borradores, aunque un elemento clave, que se vivió durante todo el fin de semana y el lunes, fue la presión del PSOE para tratar de cerrar un acuerdo rápidamente.
El objetivo de los socialistas era presentar el acuerdo como tarde el martes. Las razones: algunas políticas y otras de calendario puro. Las primeras tienen que ver con ganar una semana adicional para cerrar otros acuerdos. En el PSOE confían que pueda servir de "presión" para acelerar el desbloqueo de las conversaciones tanto con PNV, EH Bildu y BNG como con Junts y ERC.
El apretado calendario y la agenda internacional de Sánchez era otro de los factores, nada menor. El presidente del Gobierno viaja el miércoles a Bruselas para participar en la Cumbre Social Tripartita y en el Consejo Europeo. No volverá a España hasta el viernes por la noche. El PSOE quería celebrar este mismo sábado su Comité Federal, órgano donde debe convocar la consulta a la militancia para ratificar el pacto.
Díaz también viajaba a Bruselas este martes por la tarde así que solo quedaba despejado el martes por la mañana. Porque no se quería dejar pasar la oportunidad del acto público entre los dos líderes.
Cuando se estaba a punto de cerrar un acuerdo el lunes por la tarde una fuente de Sumar comentaba que "las prisas de Sánchez es lo mejor que le podía pasar a la clase trabajadora". "Una negociación siempre es difícil, aunque es cierto que llevábamos tiempo trabajando, tenemos experiencia juntos y el acuerdo estaba maduro", reflexionaban en la cúpula de Ferraz tras el anuncio del pacto.
El anunció no llegó hasta la mañana siguiente, cerca de las 8.00, junto con la convocatoria del acto en el que presidente y vicepresidenta segunda escenificaban la rúbrica del acuerdo, la consumación de su alianza política para una nueva legislatura, que comenzó antes de las elecciones, cuando ambos se conjuraron para frenar a la derecha y a la ultraderecha el 23 de julio.
Desde las filas del PSOE quieren ahora "cambiar el foco", aunque sea unos días. Pasar del debate público sobre las exigencias de amnistía de Junts a las medidas sociales que pretende impulsar la coalición progresista. "Este documento es el corazón del Gobierno. Desde aquí trabajaremos", señalaban fuentes de Moncloa al término de la firma.
El simbolismo del Museo Reina Sofía
El Museo Reina Sofía fue el escenario elegido por ambos para estampar su firma en sociedad, el museo que en su entrada está flanqueado por el obelisco del escultor Alberto Sánchez que formó parte de la Exposición Universal de 1931. El título de esta obra es El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.
Todo parecía ensayado para resaltar el simbolismo del acto y de la firma del acuerdo, que, al fin y al cabo, se hizo en un museo. En los cuadros mitológicos, los pintores dibujan un pequeño ángel semidesnudo con un arco y unas flechas para representar al amor, el dios Eros o Cupido en escenas románticas; en los retratos de la realeza, el monarca retratado va a caballo y porta insignias y uniformes si lo que se pretendía era destacar su valor y destreza en la batalla; el caos sobrecogedor que desprende el Guernica de Picasso es capaz de remover conciencias con sólo una mirada fugaz.
Sánchez y Díaz eran los protagonistas absolutos del día y de la escena. Fueron los últimos en entrar en una sala abarrotada entre invitados y medios de comunicación. "Hoy es un día para estar contentos", afirmaba sonriente un dirigente socialista del máximo nivel.
El presidente del Gobierno y la vicepresidenta segunda (a Sánchez se le escapó un coloquial "vice" en un momento de su intervención) entraron directamente por detrás a la tribuna. Fueron recibidos por unos entusiastas aplausos. Firmaron formalmente el documento antes de que Díaz iniciara su intervención.
Los equipos negociadores también formaron parte de este particular cuadro, y entraron en comitiva juntos (que no revueltos), en fila india y con cierto aire desenfadado. En primer lugar, liderando el paseíllo, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, seguida del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. Tras ellos, Nacho Álvarez, Joaquín Pérez Rey y Josep Vendrell, jefe de Gabinete de Yolanda Díaz.
Antes se habían retratado, juntos y por separado, en los jardines del Museo. Ya dentro del Auditorio Sabatini figuraban además prácticamente todos los ministros del ala socialista, además de Alberto Garzón y Joan Subirats, integrantes de Unidas Podemos. Del actual Ejecutivo las ausencias más significativas fueron las de Ione Belarra e Irene Montero. Ambas tenían otros asuntos en su agenda. La ministra de Igualdad estaba en Bruselas a esa hora y la ministra de Derechos Sociales presidía el Consejo Territorial del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia.
¿Y ahora qué? "Las negociaciones avanzan y todo cogerá velocidad a partir de ahora", insisten en el PSOE. ¿Será un ritmo alto o un ritmo lento? Esa es la gran incógnita. El PSOE no quiere hablar de fechas de investidura públicamente. Pero las opciones se reducen ya a la horquilla entre los días 6 y 27 de noviembre, último día para evitar una repetición electoral de la que nadie quiere hablar ni en las filas socialistas ni en las de Sumar.
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