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Repudio de la CELAC a la represión de Dina Boluarte en Perú

Inna Afinogenova en La Base
Inna Afinogenova en La Base.

Llevamos varios programas hechos sobre Perú, un país que ya lleva dos meses de protestas muy intensas, hay más de medio centenar de muertos a manos de la policía, hemos visto escenas de detenciones arbitrarias realmente vergonzosas, hay una sola cosa en medio de ese caos que parece permanecer estable.

La convicción de la élite racista peruana, y de la propia Dina Boluarte por descontado, de que todas esas personas que protestan son delincuentes desestabilizadores, y de que lo que hay que hacer es, por un lado, seguir pretendiendo que ni la policía, ni la élite que la envió a reprimir, son responsables de las muertes, y por el otro, seguir sin atender ninguna de las demandas de los manifestantes. "No voy a renunciar", dice Boluarte. Sean diez muertos, cincuenta o sesenta.

Parece que realmente no se esperaban que las protestas se prolongarían durante tanto tiempo, que la vacancia y el encarcelamiento de Pedro Castillo –o lo que llamamos golpe, sí, lo llamamos así– tendría semejante reacción por parte de amplísimos sectores de la población, y ahí se les ve, a Dina Boluarte y a su entorno, con las mismas estrategias que a principios de diciembre.

En fin, a saber quién les asesora, pero esa táctica es tan sumamente lamentable que llama la atención precisamente por eso: por lo pésima que es.

Y si bien, a principios de diciembre solo algunos líderes de Latinoamérica se atrevieron a pronunciarse claramente sobre lo que ocurría allí, a estas alturas ya a pocos les quedan dudas acerca de la naturaleza de ese gobierno.

Prueba de ello fue la cumbre de la CELAC que se celebró estos días en Argentina y que se convirtió en una plataforma de denuncia de la represión a la que están sometidos los manifestantes peruanos.

Gabriel Boric, presidente de Chile, cuyo gobierno a principios de diciembre condenó "la ruptura del orden democrático" por parte de Pedro Castillo, un mes y medio y más de sesenta víctimas después, pronunció un discurso que generó un profundo malestar en el entorno de Boluarte. 

Criticó a esa misma policía que el 21 de enero ingresó armada en la Universidad de San Marcos, la universidad pública más grande de Perú, y detuvo arbitrariamente a 200 personas que fueron a manifestarse de distintos puntos del país a Lima y acamparon allí.

Unas escenas que como bien dice Boric, recuerdan a las dictaduras del Cono Sur. En Chile, en el Chile de Boric, tantas veces acusado de tibieza en su corto periodo de gobierno, lo tienen claro, pero la derecha peruana celebró esa incursión en la Universidad.

Porque si vieron nuestro anterior programa sobre Perú, sabrán que la derecha peruana acusa a Evo Morales de conspirar con el fin de anexionarse parte del territorio peruano. Por lo tanto, los manifestantes son todos comunistas evistas a sueldo del Estado boliviano y lo que hay que hacer es mandarlos a casa.
Así están las cabecitas en aquel país.

Luego de que Boric pronunciara su discurso, la cancillería peruana le transmitió al embajador chileno su profundo malestar, avisando, eso sí, que Dina Boluarte "no cambiará el rumbo", tal y como se lo pidió Boric.

En general, la Cancillería peruana parece que ha tenido mucho trabajo escribiendo comunicados luego de la CELAC, porque Boric no fue el único que habló sobre Perú y no precisamente en los términos que a la cancillería peruana le agradarían.

La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, sabe muy bien lo que son los golpes de Estado: su compañero Manuel Zelaya fue uno de los primeros líderes de izquierdas de Latinoamérica víctima de un golpe en toda regla. Le pasó en 2009, luego de convocar una asamblea constituyente, precisamente. Algo que forma parte de las demandas también en Perú.

Ellos sabrán si seguir expulsando cancilleres de los países que condenan la represión, como lo hicieron con el canciller mexicano, si seguir emitiendo comunicados avisando que no darán ni un paso atrás (que eso, luego de más de 60 muertos, como que nos quedó claro), o si, como les insta Boric, deciden cambiar algo de rumbo para intentar parecerse algo menos a las dictaduras del Cono Sur de los años 70–80.

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