CORUÑA
Día y noche, haciendo relevos, manteniendo el buen humor y el estómago lleno, gracias al compromiso de todas, familias incluidas. Son alrededor de 20 personas, aunque en algunos momentos la cifra aumenta. El cierre en el hospital comarcal de Verín lo protagonizan tanto trabajadores del Sergas como el vecindario, no solo de la comarca sino de todo el territorio damnificado por el desmantelamiento del centro hospitalario.
"Hay muchos afectados por la decisión de eliminar paulatinamente los servicios de salud de Verín", explica Iolanda Domínguez, médica de atención primaria en Vilardevós y miembro de la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública de Monterrei. "El cierre de la sala de partos tuvo mucho eco y repercusión, pero el problema es más amplio. Contra todo eso estamos aquí, cerrados día y noche, vigilantes".
El 2 de diciembre de 2019, a las 8 de la mañana, comenzó el cierre. Primero fueron profesionales sanitarios, pronto se unió el vecindario, horas después de que aquella gerente del área Sanitaria de Ourense, Félix Rubial, anunciara que se cerraba la sala de partos y que a partir de ese momento todos los nacimientos que dependían de Verín se producirían en el Complejo Hospitalario de Ourense, a 74 km de las instalaciones verinenses, a casi una hora en coche, si el tránsito de la capital de las Burgas lo permite.
"Hay muchos usuarios del hospital comarcal que viven a 70 km de la capital comarcal", cuenta Domínguez. "En un territorio donde no hay un transporte público eficaz, el coste personal de los traslados a un hospital tan alejado son altísimos, tanto económicamente como en horas invertidas y malestar: estar lejos de la casa, tener que comer fuera… y todo esto si el paciente dispone de coche propio, porque si tiene que pagar un taxi...".
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Domínguez cuenta que el cierre de la sala de partos fue solo la gota que hizo desbordar el vaso. "El nacimiento de bebés es un tema socialmente lleno de aristas: el otoño demográfico, los derechos de las comarcas vaciadas, la lucha feminista… ingredientes que ayudaron a crear un altavoz fuera de Ourense, incluso fuera de Galicia. Y el eco llegó de fuera nuevamente a las comarcas damnificadas, que reaccionaron más contundentemente, si cabe", analiza.
"Pero las deficiencias en Verín son muchas. Recientemente eliminaron la consulta de dermatología y redujeron la atención quirúrgica. Lo más simpático es que hay especialistas con plaza en propiedad en el hospital comarcal que en realidad atienden en Ourense capital", revela.
Luego del cierre y la rápida respuesta ciudadana, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, insistía en que parir en Verín no era seguro. "En un hospital con pocos partos al año, los profesionales no están preparados", dijo. Estas declaraciones, además de irritar a los profesionales verinenses, encontraron respuesta en sus propias hileras políticas. Hay un tópico de la información política que asegura que el PPdeG no gobierna nunca solo, sino en permanente y tácita coligación con el PP de Ourense, liderazgo por Xosé Manuel Baltar.
Con el conflicto de la sala de partos el tópico se concretó. La Diputación, gobernada por los populares con el apoyo de Democracia Ourensana, hizo una declaración de protesta contra el cierre. Incluso antes de que se hiciera efectiva la medida, la Mancomunidad de Municipios de la Comarca de Verín también había aprobado por unanimidad, con la participación de los alcaldes del PP, una declaración similar.
A pesar de todo, durante el mes de diciembre Feijóo se mantuvo firme y consiguió apoyos, entre ellos el del Colegio de Médicos de Ourense, que preside José Luis Jiménez. "La decisión fue técnica", subraya Jiménez. "Podemos discutir sobre si los plazos para el cierre y la comunicación a los profesionales y a la ciudadanía fueron óptimos, pero lo cierto es que no hay pediatras. Y sin pediatras, no hay suficiente seguridad para parturientes y neonatos».
Mas la firmeza del Gobierno flaqueó en pocos días. La continuidad de la protesta vecinal y los conflictos que se produjeron con los nuevos nacimientos que hubo en Verín, obligaron la Xunta a modificar su decisión. El gerente del hospital de Verín, Miguel Abad, dimitió aún en 2019 y fue relevado por Guillermina Agulla, profesional de amplia experiencia, ya retirada, que volvió a la gestión para resolver un problema que la Xunta quiso delimitar a una cuestión laboral. "Tenemos que enterarnos de que hay escasez de profesionales médicos en determinadas áreas, la pediatría es una de ellas", subraya Jiménez.
"Ahora el problema estuvo en Verín, pero veremos carencia en otros lugares próximamente". Pero Feijóo, luego de la asunción de Agulla, anunció que retejaba la decisión del cierre definitivo, que la sala de partos verinense abriría nuevamente en febrero. "Agulla demostró que sí se podían contratar pediatras, ella contrató dos, y que el problema no era económico, sino de modelo", explica Iolanda Domínguez.
"La Galicia rural, la Galicia interior, la Galicia envejecida está siendo laboratorio de un modelo de gestión de la salud pública donde lo principal no es la atención a la ciudadanía. En esta ocasión la movilización frenó el intento porque el PP no puede permitirse perder los votos de este territorio en las próximas elecciones. Pero debemos estar atentos y en guardia. Primero, para verificar que la reapertura en Verín se da en las óptimas condiciones, y después para denunciar el desmantelamiento en otros lugares, como ya ocurrió y como ya ocurrirá".
La salud pública, un negocio por explorar
Las cifras presupuestarias y la estrategia de gestión del Sergas en la Era Feijóo indican que la política sanitaria en Galicia procura explotar la salud como un negocio. Aprovechando el shock general de la crisis de 2008, y sus consecuencias para las arcas públicas, la Xunta reenfocó su atención sobre la sanidad en base a dos criterios fundamentales: todo aquello que puede ser ejecutado a través de empresas privadas, se privatizará, y se primarán todas aquellas prácticas sanitarias que tengan valor económico añadido. En la práctica, esto supuso, por ejemplo, la puesta en marcha del modelo Álvaro Cunqueiro de Vigo, un hospital que se construyó a través de una concesión y en el que, a día de hoy, solo se mantiene bajo dominio público lo estrictamente relacionado con los profesionales sanitarios, privatizando la gestión de la limpieza y de la alimentación.
En el día a día, la medicina gallega prima sobre todo los diagnósticos y las intervenciones, cada vez efectuadas en menores establecimientos, en un proceso de centralización hospitalaria que beneficia las ciudades y vacía los centros comarcales y la atención primaria, que ayudaron a vertebrar el territorio.
"Los cuatro grandes problemas de la sanidad gallega son la merma en el servicio de atención primaria, el vaciamiento de los hospitales comarcales, la gestión de las listas de espera y la precariedad profesional". Quien así lo define es Manuel Moreira, médico de atención primaria en Vigo y miembro de la Plataforma SOS Sanidad. Veterano en las protestas contra la gestión del Sergas, se felicita de la protesta en Verín.
"El poder tiembla cuando la ciudadanía se enfrenta a él y reclama lo que le pertenece. Esto fue lo que sucedió con el cierre de la sala de partos: el vecindario salió a la calle masivamente y el Gobierno no pudo ignorarla. Es fundamental que haya movilización cuando se produce cualquier abuso o se intentan degradar los servicios públicos. Cada comunidad que se rebela porque no tiene pediatra, porque le cierran el centro de salud… es una fuerza que se opone a un modelo nocivo que solo acabará con mayor desigualdad social y con más gasto, cuyo destino serán los bolsillos de las empresas sanitarias privadas".
Moreira explica que la argumentación económica para justificar los recortes es una falacia. "En 2008, antes de la crisis, el gasto por habitante en salud pública rondaba en Galicia los 1.492 euros por habitante y año. En ese tiempo, la cifra, en el caso de Francia, superaba los 2.400 euros. El porcentaje del PIB dedicada a la sanidad era en 2008 del 6,25%; en Francia, del 8,48%. Así que no había un gasto excesivo que había que cortar. La restricción de la inversión fue una excusa para reorientar el modelo. Y de hecho, los resultados de ese giro no se traducen en un mayor ahorro", continúa Moreiras.
"Por dar un ejemplo, en el caso del hospital Cunqueiro de Vigo, el ahorro comparativo entre que fuera el Sergas o una empresa privada quien gestionara el servicio de limpieza tenía solo que ver con los costes de personal. Una vez que el personal de limpieza consiguió unas condiciones muy semejantes a la de los empleados públicos, ¿sigue siendo lo privatizado más barato? El servicio cuesta igual en lo laboral pero hay que dejarle margen de beneficio a la empresa privada que lo gestiona, algo que en el caso de un servicio público no tiene coste añadido".
¿Hay realmente carencia de médicos, como afirma José Luis Jiménez? "Sí, faltan médicos. Pero eso no lo puede justificar todo", afirma Iolanda Domínguez. "Yo trabajo en Vilardevós y el Sergas ignora tanto el relieve de mis horas de descanso como las del personal de Enfermería, así que la excusa profesional no es suficient". Manuel Moreira es más radical.
"No hace falta aumentar el número de doctores, lo que sí necesitamos es organizar de una manera más efectiva la carrera médica. Lo que está marcando la barrera para trabajar es el MIR (curso de internos residentes que deben hacer todos los profesionales de la Medicina para especializarse en su área). Es necesario aumentar las plazas y enfocar los puestos disponibles hacia los campos donde hay carencias: pediatría, medicina de familia, anestesistas…". Para José Luis Jiménez, la ampliación de las plazas del MIR no va a resolver determinados problemas.
"En un contexto de mayor demanda que oferta, los lugares con menos población pierden atractivo. Hoy un pediatra, por ejemplo, puede trabajar dónde quiera. ¿Va a querer trabajar en Verín o en una ciudad con otros servicios y comodidades? He ahí la cuestión".
Moreira coincide en que hay esas dificultades. "La propia gestión de la sanidad pública favorece ese desequilibrio. Si el Sergas elimina el acompañamiento de un facultativo en los primeros años de vida de un bebé y al mismo tempo ese programa se convierte en la oferta estrella de un seguro privado, ¿hacia dónde van a ir los pediatras? Por supuesto que tal vez cuesta encontrar profesionales que quieran ir a los hospitales comarcales, pero la Xunta debe ser creativa. Por ejemplo, garantizando la rotación y la formación continua o aumentando la puntuación profesional por haber trabajado en los territorios menos atractivos. Hay, evidentemente, preconceptos culturales que van a ser difíciles de desterrar, pero ahora mismo no se está haciendo nada".
País enfermo, país rentable
Desde hace años el Sergas busca debilitar el poder de los hospitales situados fuera de las ciudades. El cambio en la gestión de las áreas sanitarias, con la integración de amplios territorios y una base demográfica muy desparramada en un modelo centralizado solo produce problemas. Mas la causa del empobrecimiento del servicio tiene un sentido para los responsables de la política sanitaria. "Si quieres crear un mercado para la sanidad tienes que explotar aquellas áreas donde hay negocio, un negocio fácil. Una política de prevención y de atención básica no genera dinero. La sobrediagnosis y la práctica hospitalaria sí pueden monetizarse", ilustra Ramón Veras, médico de atención primaria en A Coruña y también miembro de SOS Sanidad. "En Galicia, las autoridades sanitarias ignoran las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para incidir sobre las condiciones socioeconómicas para mejorar la calidad y esperanza de vida. Y en cambio hay una campaña institucional, a través de desgravaciones fiscales, para generalizar el uso de seguros privados. Seguros básicos que dan una falsa sensación de que estamos atendidos, que quieren sustituir a largo plazo todo aquello que era universal y público en los centros de salud".
La degradación de la atención primaria es evidente y generalizada. No se planifican los descansos del personal ni se cubre la demanda de medicina de familia. En muchos lugares si falta el médico se suspenden las consultas, generando listas de espera y disconformidad en la primera línea de frente de combate a la enfermedad. "Se busca que haya una percepción social de que el sistema no funciona, de que para tratar un problema de salud no se puede confiar en lo público y hay que pagar el seguro privado", afirma Manuel Moreira. Los listados de espera son consecuencia directa de la precariedad profesional. Pocas contrataciones, en muchos casos temporales. Personal sanitario que va acumulando contratos por pocos días, ausencia de relieve, sobreexplotación… y la ciudadanía del otro lado hallando que todo funciona peor de lo que funciona.
"En cambio", continúa Veras, "el Sergas hace un esfuerzo por la denominada medicina tecnológica. Todos los problemas se van a solucionar gracias a la tecnología. La realidad es otra. La sobrediagnosis en base a pruebas que antes no estaban tan generalizadas no está evitando ni una sola muerte. Por ejemplo, que detectemos todas las variaciones en los nódulos tiroideos o en la próstata genera un mercado: pruebas, intervenciones, seguimiento… pero, con franqueza, nada de eso supone una mejora general en la esperanza de vida". Tal y como recomienda la OMS, la medicina del siglo XXI tiene que incidir sobre los hábitos vitales de la ciudadanía. Tiene que atender los desequilibrios motivados por la escasez de trabajo y las exigencias sobre la salud de un cada vez más inhumano mercado laboral, la alimentación, el transporte, la contaminación… "Confío en que las autoridades tengan que acomodarse a los objetivos de sostenibilidad en todas las áreas de la gobernación, también en la sanidad", comenta Veras.
"¿Cómo es posible que no haya ningún programa de prevención de la obesidad? Mucha gente lo ignora pero hizo más por la salud la prohibición de fumar en espacios públicos que la inversión en más medicinas o en más maquinaria en los hospitales. Pero para eso hay que mantener profesionales de atención primaria, fortalecer su presencia en sus comunidades más allá de las consultas, favorecer un uso habitual de la sanidad que no se resuma en consumir medicamentos o hacer resonancias cada vez que tenemos tos o nos duela la cabeza. Que no nos digan que el problema de la salud es el gasto. Porque en verdad ocurre lo contrario: el modelo sanitario público actual está insertado en un engranaje de gasto basado en el descubrimiento y tratamiento de la dolencia, digamos leve, que es muy lesivo para el erario y poco efectivo para mantenernos sanos".
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