Madrid
Actualizado:Ana, María, Ester, Inés, Marta, Olvido o Rosa son nombres ficticios. Pero estas mujeres, que prefieren guardar el anonimato para preservar la identidad de sus hijos e hijas y para no complicar sus procesos judiciales, comparten una historia común. O al menos un final similar: todas ellas denunciaron a sus parejas por haber abusado sexualmente de sus hijos e hijas y todas acabaron perdiendo la custodia del menor, con visitas restringidas o teniendo que verlos en un Punto de Encuentro Familiar una vez a la semana.
A todas ellas la justicia las señala por haber manipulado a los menores y les atribuye lo que se conoce como Síndrome de Alienación Parental (SAP), una supuesta patología que no está reconocida por la Organización Mundial de la Salud ni por ninguna otro organismo internacional ni institución psiquiátrica o sanitaria y cuya utilización en los procesos judiciales está expresamente desaconsejada por el Consejo General del Poder Judicial. También la Asociación Española de Neuropsiquiatría advierte sobre su uso cada vez más extendido en sentencias judiciales como “argumento para justificar los cambios de custodia y otras acciones legales de enorme repercusión para el niño o la familia”.
Si bien no existen datos oficiales sobre el uso de esta “teoría pseudo-científica” o “ciencia basura” (junk science), como la llaman muchos expertos en psiquiatría y psicología, su uso está ampliamente extendido en los juicios en los que se debate la custodia de los menores y se cuela en las sentencias y resoluciones judiciales a través de los informes de los equipos psicosociales o de los psicólogos forenses que evalúan a los menores. Así lo atestiguan un amplio grupo de expertos en psicología, derecho y madres entrevistadas por Púbico para este especial.
Hasta tal punto está extendido este patrón de comportamiento, que tal como relatan algunos de los profesionales consultados, muchas madres dudan o desisten de interponer una denuncia cuando tienen indicios de que su pareja podría estar abusando de sus hijos e hijas por miedo a acabar perdiendo la custodia de los menores.
“Esto le pasa a cientos de mujeres, no son casos aislados. Es un modo institucionalizado de violencia”, afirma la abogada María Ángeles Moreno, que en los últimos años se ha especializado en litigios por supuestos abusos sexuales a menores.
“Las madres que denunciamos abusos sexuales por parte de nuestras parejas hacia nuestros hijos tenemos un problema. La gran mayoría los casos se sobreseen por falta de pruebas, porque no se cree el testimonio del menor o porque este no sabe verbalizar los hechos. Y muchos de los informes que emiten los equipos psicológicos de los juzgados de lo penal concluyen que existe una influencia o una manipulación de la madre contra el padre. Si el caso llega a juicio, habitualmente esta interpretación se traslada a la sentencia, que en su gran mayoría es absolutoria para el padre”, afirma María, una madre que denunció abusos a su hija desde que esta tenía dos años.
Estas denuncias por abusos, que se ven en un proceso penal, suelen ser coincidentes con un proceso civil de divorcio, en el que se dirime la custodia de los hijos. “Cuando el proceso vuelve a al juzgado de lo civil, en muchos casos acaban realizando un cambio de custodia y entregándole los hijos al padre”, añade María.
Poco después de presentar la denuncia por supuestos abusos hacia su hija, un juzgado de lo civil tomó medidas cautelares para proteger a la hija de María y decretó visitas vigiladas del padre en un punto de encuentro. A ella le concedieron la custodia de la niña, el disfrute de la casa familiar y se estableció una pensión. Cuando el caso de abuso se vio en el juzgado de lo penal y regresó nuevamente al juzgado de lo civil, a ella le quitaron la custodia y le impusieron un régimen de visitas restringido que hoy se mantiene, un año después.
¿Qué hubo entre una decisión y otra? Un SAP. El informe emitido por los servicios psicosociales de los juzgados afirma que la madre tiene obsesión por llevar a su hija a los médicos y que no se descarta una manipulación materna y del entorno familiar de la menor en contra del padre. En la entrevista no detectaron ningún rechazo de la menor hacia su progenitor, pero esta exploración se realizó un año después de que la niña relatara los hechos por primera vez y cuando tenía 3 años. En estas condiciones, explican diversas psicólogas, el testimonio de la menor tiene poco sentido.
“Tenemos un problema. En el juicio penal se nos juzga a las madres. El abuso se sobresee por falta de pruebas, y en el juicio civil nos castigan aunque nadie nos haya condenado"
“Tenemos un problema. En el juicio penal se nos juzga a las madres. El abuso se sobresee por falta de pruebas, y en el juicio civil nos castigan aunque nadie nos haya condenado. Te aplican la terapia de la amenaza: o te retractas o te quitamos la custodia. A mí nadie me ha condenado y en el juicio civil me quitan la custodia porque dicen que he hecho algo malo. ¿Cómo se come esto?”, se pregunta María.
A Ana, el informe del psicólogo forense de su hija determinó que el problema era ella porque tenía "preocupación mórbida enfermiza" y la hija de Ester salió de la entrevista con la indicación de una "Interferencia parental", pero ni rastro de posibles abusos sexuales. Todos estos términos que apuntan a un Síndrome de Alienación Parental, que, tal como relatan diversos expertos, no suele utilizarse de forma directa, sino a través de múltiples sinónimos.
Estos informes psicológicos son los que, de forma prioritaria tienen en cuenta los jueces y juezas para determinar un sobreseimiento en la fase de instrucción penal por falta de pruebas, o el sentido de las sentencias.
"Efectivamente hay un problema que es que en las situaciones de divorcio contencioso, cuando se produce una denuncia por abuso sexual, se tiene a interpretar que es una estrategia de una de las partes para vengarse de la otra. Esto es lo que se entiende a veces desde las instituciones", resalta Carmela del Moral, analista jurídica de Save the Children.
La consecuencia inmediata de la aplicación de este supuesto síndrome, es el descrédito de la madre, que a partir de ese momento se arrastra a lo largo de todo el proceso judicial y las acciones que emprenda. Cualquier actuación posterior de la madre en el proceso de protección de sus hijos e hijas incrementará la sombra de sospecha sobre ella. Es, tal como lo relatan algunos expertos, la tormenta perfecta.
Castigo a las madres y desprotección de los menores
Otras expertas van más allá en la explicación de la utilización del supuesto síndrome. La psicóloga Sonia Vaccaro, especialista en violencia de género, afirma que el SAP afecta a las mujeres en muchísimos sentidos. Lo que logra es que el maltratador o abusador siga en contacto con ellas, siga ejerciendo maltrato hacia ellas a través de los hijos y logra también que se empobrezcan, porque tienen que continuar el litigio en sede judicial y poniendo recursos para poder proteger a sus hijos e hijas. Pero sobre todo viola los derechos humanos de las criaturas y las madres". Esta experta afirma que se trata de "una construcción patriarcal que se utiliza como castigo disciplinario hacia las mujeres que son madres".
"Cuando el SAP hace su aparición en los procesos judiciales lo destruye todo. Es como una bomba atómica"
"Cuando el SAP hace su aparición en los procesos judiciales lo destruye todo. Es como una bomba atómica. Destruye la credibilidad de las mujeres y este descrédito las acompaña durante toda las actuaciones judiciales y el resto de su vida", afirma la jueza Isabel Gimenez, miembro del colectivo de Mujeres Juezas de España.
El juez argentino Carlos Rozanski, un especialista en temas de abusos sexuales a los menores, explica en numerosas entrevistas que durante siglos no hizo falta inventar teorías como ésta porque la violencia sexual se descalificaba afirmando que los niños mienten. "Cuando hace unas décadas se comenzó a saber que los niños hasta cierta edad no pueden fantasea sobre situaciones sexuales no vividas, que no mienten sobre estos temas, comenzó la preocupación entre los pedófilos y es entonces cuando comienzan a crearse teorías falsas en donde lo que se hace, en lugar de decir que los niños mienten, es decir que son las madres las que les lavan el cerebro a sus hijos para hacerles creer que fueron abusados". Para este jurista, el SAP es una "construcción para descalificar de forma sistemática a las madres protectoras".
Diversas madres y expertas consultadas por este diario, afirman que esta tremenda frustración con un sistema judicial que en numerosas ocasiones acaba por culpabilizarlas y la imposibilidad de proteger a sus hijos, empuja a muchas mujeres a plantearse incumplir los regímenes de visitas con sus exparejas o incluso a desaparecer con sus hijos para protegerlos, a sabiendas de que están cometiendo un delito.
¿De dónde sale el Síndrome de Alienación Parental?
El término fue acuñado y desarrollado por el psiquiatra norteamericano Richard Gardner en 1985, y desde entonces se dedicó en cuerpo y alma a desarrollar su teoría, de la que publicó unos de 30 libros en algo más de dos décadas. A pesar de que su principal actividad no fue la psicología clínica, comenzó a ser contratado en litigios en los que se debía decidir la custodia de los hijos, actuando como perito de parte de familias acomodadas a las que cobraba grandes cantidades de dinero por su intervención. Se calcula que participó en en cerca de medio centenar de procesos.
Sus principales clientes eran hombres acusado de abusar sexualmente de sus hijos e hijas. Gardner defendía la idea de que los menores abusados deben permanecer con su abusador, pues alejarlo haría inútil las terapias.
Desarrolló toda su teoría en torno a la idea de que los niños pueden ser "programados", se les puede "lavar el cerebro" y esto puede ser realizado por un progenitor, que casi siempre es la madre. El fin último de este "lavado" es denigrar la figura del padre, lo que justificaría, según Gardner, la resistencia que existe en estos menores "enfermos" a relacionarse con su progenitor. Este médico afirmaba que, incluso en casos en los que existieran denuncias por abusos sexuales o malos tratos por parte del padre hacia el menor, se debía mantener la relación.
Gardner desarrolló su teoría en la convicción de la existencia de madres paranoicas y obsesionadas en el odio hacia sus maridos, que suele manifestarse según él tras una separación o divorcio y en el contexto de los juicios. Grardner consideraba que a las madres podían llegar a concebir las ideas más absurdas, como que un padre hubiera abusado de sus propios hijos y que estas fantasías se las traspasan a sus hijos. Esto, según su teoría, formaría un vínculo patológico entre la madre y sus hijos, que no se puede tratar mientras los menores sigan conviviendo con la madre.
Entre los métodos que describió este médico para acabar con esta programación de los menores, está la llamada "terapia de la amenaza", que supone amenazar al niño o a la madre con retirarles la visitas y el vínculo para forzar que esta accesa a las visitas con el padre.
Tal como explica Sonia Vaccaro, se trata de una "pseudo-ciencia" o "junk-sciece" sin ninguna base científica.
"Lavar el cerebro, es algo muy específico, técnico y grave que sólo pasa en contextos muy duros y específicos, y no puede ser limitado a un sólo objetivo como el de no querer ver al padre”, detalla Vaccaro. “Una programación de este tipo produce psicosis. Los niños soldados son un ejemplo, y no se recuperan más".
INFANCIAS ROTAS. OPINIÓN:
- Un sitio por el que empezar por Cristina Fallarás
- Romper la mordaza para hacer visibles los abusos por Estrela Gómez Viñas
- El cuidado del testimonio de los menores en el procedimiento judicial por Carmela del Moral
-Yo, una vez, tuve seis años por Alicia González
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