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Atrapado en Marruecos, refugiado en Francia: las dos caras de sobrevivir a la tragedia de Melilla

Motwkel y Ta Jir son dos refugiados sudaneses que consiguieron cruzar la frontera el fatídico 24 de junio de 2022. El primero pudo pedir asilo en España y ahora vive en Francia. El segundo fue devuelto en caliente a Marruecos, donde sigue atrapado.

Derecha: Ta Jir, superviviente de la tragedia de Melilla, en una casa de Beni Melal (Marruecos) tras ser devuelto por la Guardia Civil el 24 de junio. Izquierda: Motwkel Atem Hassam, en un pueblo de Francia, donde vive como refugiado tras conseguir quedar
Izquierda: Ta Jir, superviviente de la tragedia de Melilla, en una casa de Beni Melal (Marruecos) tras ser devuelto por la Guardia Civil el 24 de junio. Derecha: Motwkel Atem Hassam, en un pueblo de Francia, donde vive como refugiado tras conseguir quedarse en Melilla después de la tragedia. Cedidas

"Jamás podré olvidar ese día ni todo lo que nos hicieron. El peor recuerdo es el de esa sensación clara de que iba a morir allí. Nos pegaban y nos gaseaban, a un lado y al otro. Alrededor había mucha gente muerta y herida".

Hace un año exactamente que Motwkel Atem Hassan y Ta Jir recorrían el mismo camino, aunque sus destinos fueron totalmente diferentes. Los dos amigos, sudaneses de escasos 20 años, cruzaron el paso fronterizo de Barrio Chino, entre Nador y Melilla, aquel trágico 24 de junio, cuando la frontera se convirtió en un agujero negro.

Aguantaron los golpes, respiraron los gases lacrimógenos, esquivaron cadáveres y compañeros inconscientes. Atravesaron toda la maraña de cuerpos y vallas, de gendarmes marroquíes y guardias civiles, y pisaron por fin territorio europeo.

Lo recuerdan con tristeza, "con mucho dolor", coinciden ambos. Motwkel habla con Público desde Sisteron, un pequeño pueblo francés de 8.000 habitantes, 130 kilómetros al norte de Marsella, donde vive de manera regular junto a otros tres refugiados sudaneses que también sobrevivieron a la tragedia. Ta Jir, en cambio, escribe a este medio cuando puede conectarse a Internet, desde algún lugar de Beni Melal, en el centro de Marruecos, a 600 kilómetros de Melilla.

Un juego cruel

En el juego cruel de las fronteras, Motwkel ganó el premio tras salvar la vida: ejercer el derecho a pedir asilo, quedarse en Europa. Sin embargo, Ta Jir volvió a perder y malvive en Marruecos mientras sigue soñando con cruzar, pero con miedo constante a ser detenido. Según Amnistía Internacional, al menos 87 sudaneses siguen encarcelados tras su arresto anterior o posterior a la masacre. Llegó a haber hasta 300 detenidos, muchos de ellos condenados a varios años de prisión. 

"He intentado cruzar a España otras nueve veces desde aquel viernes negro"

"He intentado cruzar otras nueve veces desde aquel viernes negro, pero no lo he conseguido. La vigilancia es ahora mucho mayor. Nadie puede acercarse a la valla de Melilla", explica Ta Jir a través de Facebook. Los datos del Ministerio del Interior respaldan sus declaraciones. 

Hasta junio de 2023 solo 53 personas han llegado a Melilla por vía terrestre, frente a los 954 que lo lograron en el mismo periodo de 2022. Desde la tragedia, el puesto para pedir asilo en la frontera de la ciudad autónoma no ha registrado ninguna solicitud, según Amnistía Internacional.

Lo único que diferencia las historias de uno y otro son apenas unos minutos y la suerte. Motwkel pudo correr rápido y llegar hasta el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla, como otros 133 refugiados, la mayoría sudaneses.

Ta Jir, aunque logró cruzar todas las vallas, fue retenido por la Guardia Civil y devuelto, entregado a los gendarmes marroquíes que le golpearon, le maniataron y, después de varias horas al sol, lo subieron a un autobús que lo dejó tirado a cientos de kilómetros de la frontera, al igual que a otros 500 supervivientes, según Amnistía Internacional.

Este sudanés es una de las 470 personas devueltas de forma ilegal desde Melilla, según el Defensor del Pueblo y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Público localizó a Ta Jir en Casablanca (Marruecos) días después de la mayor tragedia en una frontera terrestre española. El suyo es uno de los más de diez testimonios que recogió este diario entre supervivientes que llegaron a cruzar todas las vallas y que fueron devueltos en caliente.

Entre los relatos estaban los de personas heridas y menores de edad que Público encontró en una escuela abandonada de la ciudad, en la que vivían entre basura y cartones, con las heridas aún abiertas, más de cien personas migrantes que aquel 24 de junio intentaron entrar a Melilla.

Ta Jir, refugiados sudanés superviviente a la tragedia de Melilla, durante su entrevista con 'Público' en junio de 2022 en Casablanca, Marruecos.
Ta Jir, refugiados sudanés superviviente a la tragedia de Melilla, durante su entrevista con 'Público' en junio de 2022 en Casablanca, Marruecos. Jairo Vargas

"Había 13 guardia civiles frente a nosotros. Nos tiraban gas lacrimógeno, nos rociaban con espray y nos pegaban con las porras. No podíamos pasar y nos rendimos. Nos esposaron y nos entregaban de dos en dos a los marroquíes. Como vieron que o no estaba herido, un gendarme me dio seis golpes con la porra y me dejó en el suelo. Horas después me llevaron esposado a un autobús. Había cuatro personas con brazos o piernas rotas", relataba Ta Jir a Público en Casablanca hace un año.

Refugiados, no migrantes

No pudieron recurrir legalmente su devolución, porque no consta en ningún expediente. No había traductores en la valla, tampoco abogados. No tuvieron ocasión de pedir asilo. Solo hubo violencia a ambos lados de la frontera, aunque el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha defendido una y otra vez la actuación policial, que las devoluciones fueron legales, y que entre ellas no había personas vulnerables.

"No se ha hecho justicia. ¿Pero a quién le importa? Nadie quiere a los migrantes"

La Fiscalía española, que archivó el caso tras meses de investigación, tampoco fue a Casablanca para preguntarle a Ta Jir y a sus compañeros qué pasó el fatídico 24J. "No se ha hecho justicia. ¿Pero a quién le importa? Ni en Marruecos ni Europa quieren a las personas migrantes", escribe con decepción.

El problema es que no son solo migrantes, sino refugiados. El perfil de Ta Jir y el de Motwkel son prácticamente idénticos, aunque solo el segundo ha logrado el estatus legal que merece. Conseguirlo casi le cuesta la vida. "Había tanta gente aplastada y nos atacaban tanto que perdí el conocimiento durante varios minutos", recuerda Motwkel.

Se conocieron en Marruecos hace dos años, después de pasar por Libia, Níger, Chad y Argelia. Ambos son de Darfur, una región de Sudán asolada por un conflicto armado desde 2003. Nunca vieron su país en paz, vivían en campos de refugiados y las milicias armadas habían asesinado a miembros de su familia.

Eran refugiados de guerra décadas antes de que estallara en abril el último conflicto armado en el país, que ha desatado una nueva crisis humanitaria en la región de Jartum, la capital sudanesa.

Prácticamente todos los sudaneses que pudieron quedarse en Melilla tras el 24 de junio consiguieron la tarjeta roja, que les permite vivir de forma regular en España mientras se resuelve su solicitud. La mayoría, apuntan diferentes ONG, han preferido marchar a otros países donde tienen familiares o conocidos, como Reino Unido, Francia y Alemania. Algunos siguen en España, sin respuesta definitiva a su petición de asilo. Aunque ninguno ha querido recordar para Público aquel "viernes negro" en el que al menos ellos salvaron la vida.

Un año en las calles de Marruecos

Si Ta Jir hubiera podido pedir asilo en España, muy probablemente habría corrido la misma suerte que Motwkel, que ahora, cuando puede, le envía dinero para comprar comida o para que pueda pasar alguna noche bajo techo.

"No puedo volver a mi país porque el conflicto allí va a peor", dice Ta Jir

"Yo ahora vivo en un piso con varios compañeros, pero hemos pasado todo este año durmiendo en la calle, junto a las carreteras. Buscamos cualquier trabajo para ir sobreviviendo, pero aquí no hay mucho, casi nadie nos ayuda. La actitud de la gente con nosotros ha cambiado mucho desde el pasado 24 de junio", explica Ta Jir, que seguirá intentando cruzar.

"No puedo volver a mi país, aunque quisiera. El conflicto va a peor. Sé que puedo morir en el intento, pero no hay más opciones", lamenta.

Un sueño cumplido

Para Motwkel, la vida ahora se llena de todas las posibilidades negadas a su amigo. Su intención es estudiar, quizás una formación profesional sobre electricidad, que ya comenzó durante los ocho meses que pasó en España.

"Yo no quería irme del país, aquí hay gente buena y solidaria. Me trataron muy bien después de todo. Pero me ofrecieron ir a Francia con un programa europeo de reubicación de refugiados junto a otros amigos y lo acepté", explica.

Izquierda: Motwkel junto a varios compatriotas en los montes de Marruecos, antes de cruzar a Melilla. Derecha: El joven sudanés en Francia, donde residen legalmente.
Izquierda: Motwkel junto a varios compatriotas en los montes de Marruecos, antes de cruzar a Melilla. Derecha: El joven sudanés en Francia, donde residen legalmente. Cedida

"El sufrimiento de todos estos años ha valido la pena", asegura Motwkel antes de entrar a su clase de francés. "Yo he cumplido un sueño. Estoy en Europa, en un lugar seguro donde vivo con dignidad y lejos de la guerra", dice.

No esconde sus "sentimientos encontrados" cuando le llegan mensajes de los que siguen atrapados en Marruecos o de compatriotas que buscan todavía a los que nunca cruzaron. "No se me ocurrirá decirles que no lo sigan intentando. Tienen el mismo derecho que yo. A todos nos empuja la guerra", apostilla. 

"Lo peor es cuando me llaman familiares de desaparecidos aquel día"

"Lo peor es cuando me llaman familiares de desaparecidos aquel día", asevera. "Perdí a muchos amigos, buenos compañeros de viaje. Sé que algunos murieron, otros están desaparecidos. ¿Qué puedo decirle a la madre de un amigo cuyo nombre no está en las listas de muertos ni de encarcelados?", añade.

Entre todos los que faltan, hay un nombre que siempre recuerda: Mazen Daffa Allah. "Ibamos a cruzar juntos aquel día. Cuando yo llegué a Melilla pregunté a los que conseguimos cruzar. Me dijeron que había muerto", recuerda el joven. El nombre de Mazen ocupa el puerto 57 de la lista de fallecidos y desaparecidos que han elaborado la AMDH y Amnistía Internacional. Es imposible saber si su cadáver está en la morgue de Nador.

"El sufrimiento es enorme, todavía trabajo para superar este trauma, pero no es fácil", reconoce. Él puede esperar que cicatrice, pero sabe que muchas familias en Sudán tendrán una herida abierta de por vida mientras no sepan qué ocurrió con sus seres queridos.

Hasta 80 desparecidos todavía

Según la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) de Nador, más de 80 personas siguen desaparecidas. Solo sus familiares y algunas organizaciones los están buscando, pero la tarea no es sencilla. Sin apenas colaboración de Marruecos y con el Gobierno de Sudán asediado por tropas rebeldes, las comunicaciones son escasas y la realización de pruebas de ADN están paralizadas.

"No puedo juzgar a la sociedad española ni a la europea por no haberse puesto de nuestro lado"

Solo uno de los 23 fallecidos, que según Marruecos estaban en la morgue de Nador, ha sido identificado y enterrado por su familia. Se llamaba Adam Bikhit y era sudanés. Varios familiares pudieron viajar a Nador desde Reino Unido para reconocer el cuerpo y darle sepultura el pasado abril, nueve meses después de la tragedia.

"Pero las familias de Sudán no tienen recursos económicos para hacer este viaje ni para solicitar los visados", explicaba Omar Naji, presidente de la AMDH de Nador. AI también denuncia los obstáculos de Marruecos para que las familias acudan a identificar a sus muertos. España tampoco ha hecho nada por las víctimas.

"El dolor es enorme, nadie ha hecho nada para esclarecer lo que pasó. Pero yo no puedo juzgar a la sociedad española ni a la europea por no haberse puesto de nuestro lado en aquel momento. En todos los países hay gente buena y gente mala", reconoce Motwkel.

Su objetivo ahora es estudiar, convertirse en técnico electricista y poder ayudar a su familia en algún momento. Antes tiene que localizarla. "No sé nada ellos desde hace años. Ni ellos de mí tampoco", dice. "Ojalá pueda encontrarlos pronto. Ellos también necesitan ayuda", apostilla.

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