barcelona
Rabia, vergüenza, impotencia. Son los tres sentimientos más compartidos en la Plaça Sant Jaume esta tarde, donde cientos de personas se han manifestado contra la libertad provisional de La Manada. Pese a la inmediatez con la que se ha convocado la concentración (la noticia se ha dado a conocer sobre las cinco de la tarde), a las 19h unas doscientas personas empezaban a reunirse. Una hora más tarde ya eran más de 500.
"Como mujer siento mucha impotencia, me da vergüenza esta justicia", decía Marisol Blanco, que se ha acercado a la plaza directamente desde el trabajo. Le temblaba la voz y se le empañaban los ojos cuando hablaba de lo que siente, como a muchas otras mujeres que han acudido a la convocatoria.
Entre gritos de "es criminal la justicia patriarcal" y "si no digo sí, también es no", se encontraba también Gala Pin, concejala del Distrito de Ciutat Vella, que asistía a título personal. No había políticos en primera fila, que han cedido el protagonismo a la sociedad civil. "Siento que la mitad de la población [las mujeres] no importamos", afirmaba la regidora. Se quejaba de la justicia de manera global: "Es todo, es que mientras Urdangarín puede elegir prisión y todavía no se acerca a los presos catalanes, ahora además dejan a los violadores libres".
Pilar siente "vergüenza ajena". Esta tarde, los Comités de Defensa de la República (CDR) habían convocado concentraciones en los barrios de la ciudad por la libertad de los presos catalanes. Pero en cuanto han conocido la noticia, han decidido disolver las protestas y sumarse a la manifestación feminista. "Inmediatamente nos hemos unido para venir aquí", contaba emocionada.
La plaza se iba llenando de personas y pancartas que expresaban la frustración ante la decisión de la Audiencia de Navarra. "¿Y nosotras somos las feminazis?" rezaba una. "Nos han violado a todas", otra. "No es justicia, es machismo", la más repetida. Mujeres de todas las edades se daban cita para dar forma al estallido social que representa para muchísimas mujeres la acción de la justicia en el Estado español.
"Estoy fatal, siento mucha rabia e impotencia" expresaba Mercé Puig, otra de las asistentes. Su amiga, Empar González, añadía que "no existe la justicia". Otra mujer se unía a la conversación con este periódico. "¿Cómo iba a denunciar la menor a la que violaron en Razzmatazz sabiendo todo lo que le está pasando a la superviviente de La Manada?" se preguntaba.
Cerca de las ocho de la tarde, las mujeres que pertenecen a las principales plataformas feministas catalanas leían un manifiesto. Entre otros argumentos, insistían en que "aprovechar la inconsciencia de una mujer para violarla no le quita gravedad a la agresión". Sobre todo, subrayaban que "se ha de pasar del no es no, al hace falta un sí". Pedían a las asistentes que cuidaran sus energías porque "vendrán más movilizaciones". De hecho, llamaban a la movilización permanente.
La indignación se apoderaba de la plaza y comenzaban los gritos que la canalizan: "sola, borracha, quiero llegar a casa" clamaban las más jóvenes contagiando a las demás. "Ni piernas, ni brazos, machitos a pedazos" comenzaba otros grupo, enseguida secundado. "Estamos hasta el culo de tanto machirulo" cantaban intentando poner humor a la desidia. "Mi cuerpo, mi vida, mi forma de follar, no se arrodilla ante el sistema patriarcal". Las caras lo decían todo, de la desolación a la ira las mujeres concentradas chillaban para sacar todos esos sentimientos negativos que estaban, quizá hoy más que nunca, a flor de piel.
Conscientes de la magnitud de la decisión judicial y del nivel de contestación de la ciudadanía, las convocantes volvían a asegurar que volverán a llenar las calles. "La noche es nuestra, ninguna agresión sin respuesta", coreaban en respuesta las concentradas. Otras llevaban fotos de los 5 violadores de La Manada, junto a la frase "si ellos salen, nosotras ocupamos las calles".
Aunque en la manifestación también había hombres, la voz cantante la llevaban las mujeres. En el espacio que quedaba entre la pancarta y el resto de asistentes se concentraban los periodistas y fotógrafos, la mayoría hombres. Una manifestante se ha acercado a comentarles que entendía que tuvieran que hacer su trabajo, pero que no hacía falta que estuvieran "en todo el meollo".
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