El consumo de ansiolíticos y sedantes no deja de crecer en España, ahora en un contexto de deterioro de la Atención Primaria sanitaria, que es la que debe atender los casos leves de ansiedad, insomnio o trastornos emocionales. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) del Ministerio de Sanidad ha notificado un incremento del 110% en el consumo de diazepam, más conocido por su marca comercial Valium, lo que sitúa a España como el país del mundo donde más se toma esta benzodiacepina.
Este dato está incluido en el último informe anual de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), órgano que se encarga de garantizar la disponibilidad de sustancias sujetas a control que van destinadas a usos médicos. En el informe, correspondiente al año 2022 y presentado a principios de este mes de marzo, se detalla que España es el país donde se consume más diazepam, actualmente la tercera benzodiacepina con mayor uso en el mundo, un escalafón en el que se sitúan a continuación Portugal, Montenegro y Bosnia y Herzegovina. Y el incremento porcentual del consumo que ha experimentado España sólo ha sido superado por Sierra Leona, Kenia y Uruguay.
Según la JIFE, que tiene su sede en la Oficina de la ONU en Viena, la producción mundial de diazepam ha fluctuado de forma notable en los últimos años hasta alcanzar un nivel sin precedentes en 2021, con 59 toneladas. Italia, India, China y Brasil son los mayores productores de esta benzodiacepina, que es la que está más extendida en el mundo, la que se distribuye en un mayor número de países.
En 2021 y 2020, España se posicionó como el primer país del mundo en consumo de benzodiacepinas
El diazepam no es tampoco el tranquilizante que más se toma en España, país que ya en los anteriores informes de la JIFE, los de 2021 y 2020, apareció como el primero del mundo en consumo de benzodiacepinas en general. Los datos del Observatorio del Uso de Medicamentos de la AEMPS reflejan que es el tercero, por detrás del alprazolam (Trankimazin) y el lorazepam (Orfidal), que es el más consumido. Pero en la última década, el consumo de diazepam ha ido aumentando progresivamente, desde 6,9 dosis diarias por cada mil habitantes en 2011 hasta las cerca de 11 dosis de 2021.
La estadística del observatorio constata el creciente consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes que ha experimentado España en los últimos años, con una subida de diez puntos en las dosis diarias por cada mil habitantes: de 83 en 2010 a 93,30 en 2021. El mayor consumo se registra con los ansiolíticos, cuyo uso ha aumentado en la última década de 54,9 dosis diarias por cada mil habitantes a 59,2.
Esas dosis diarias se traducen en los 85,92 millones de envases de psicolépticos, mayoritariamente benzodiacepinas, que se han llegado a dispensar en un año en nuestro país, lo que los ha situado como los fármacos más consumidos en España después de los analgésicos, según el Informe anual del Sistema Nacional de Salud publicado en 2021.
Récord histórico en el consumo de benzodiacepinas
Las alertas sobre el creciente uso de las benzodiacepinas llegan desde diferentes frentes. La Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas, EDADES, elaborada en 2022 por el Plan Nacional sobre Drogas, revela que el consumo de hipnosedantes en España ha alcanzado el máximo de su serie histórica: el 23,5% de la población de entre 15 y 64 años los ha tomado alguna vez, con o sin receta, y 713.000 personas se iniciaron en su consumo en el último año.
Ese 23,5% de quienes han tomado benzodiacepinas alguna vez en la vida era en 2005 un porcentaje que no llegaba ni al 9% -8,7-, un índice que en el caso del consumo más frecuente, el que usa como referencia el del último mes, se sitúa en un 9,7% de la población en el tramo de edad encuestado, casi el triple del que se registraba hace 17 años.
El consumo de hipnosedantes se halla mucho más extendido entre las mujeres en todos los tramos de edad
De acuerdo con los resultados de esta encuesta, el consumo de hipnosedantes se halla mucho más extendido entre las mujeres en todos los tramos de edad y con mayor diferencia en el de 35 a 64 años. Y en ambos sexos, el mayor consumo se da a edades más avanzadas, entre los 55 y los 64. Además, ocho de cada diez de las personas que los han tomado alguna vez en la vida aseguran que siguen con exactitud las indicaciones del médico, un 8,2% declara haber tomado estos fármacos un menor tiempo al indicado por su facultativo y un 8,6% reconoce un menor consumo en función de la dosis.
¿Y por qué se consumen tantos ansiolíticos, tantos sedantes, tantos somníferos? Un estudio de la Confederación Salud Mental España con la Fundación Mutua Madrileña, presentado esta misma semana, refleja que cerca de la mitad de la población española reconoce haber padecido alguna vez un ataque de ansiedad o pánico y un 42% una depresión en algún momento de su vida. Y el último Informe del Sistema Nacional de Salud, publicado en 2021, constata un notable incremento de los casos de ansiedad: de un 57,8% entre la población en general en 2013 a un 74,6 en 2019; y de los de insomnio: del 43,9 al 60,7%, mientras que los de depresión se han mantenido estables en torno al 41%.
Los resultados del estudio de la Confederación Salud Mental conducen, además, a uno de los factores que se consideran determinantes en el creciente consumo de tranquilizantes en España: el 95,4% de los psicofármacos consumidos por la población que padece alguno de los trastornos citados anteriormente se obtuvieron mediante receta médica y en más de la mitad de los casos prescritas por médicos en las consultas de Atención Primaria. Pero la situación de deterioro progresivo que sufre la puerta de entrada al sistema sanitario público en muchas comunidades autónomas, con huelgas y protestas de sus profesionales por falta de tiempo y efectivos para prestar un correcto servicio a los pacientes, hace también más difícil la atención que precisan las personas que llegan a los centros de salud con problemas de ansiedad o depresión.
"Manga ancha" con los ansiolíticos durante la pandemia
Los médicos de Atención Primaria consultados para el estudio, titulado La situación de la salud mental en España, aducen que "la presión de tiempo en consulta, la falta de recursos alternativos y la ausencia de formación para otro tipo de intervenciones conduce a la prescripción de psicofármacos". Más aún, esos profesionales reconocen que durante la pandemia hubo un "periodo de manga ancha" a la hora de recetar ansiolíticos y sedantes, "ante la situación de desbordamiento y la ausencia de otras herramientas al alcance".
Según explican estos médicos, los problemas leves y prevalentes en la población, como la ansiedad, una depresión menor o un trastorno mixto, son los que suelen asumir inicialmente las consultas de la Atención Primaria, y si el caso no evoluciona o empeora, se deriva al centro o unidad de salud mental.
El uso de fármacos no soluciona el problema de fondo de trastornos como la ansiedad o la depresión
A falta de tiempo, de personal sanitario suficiente, las benzodiacepinas, que tienen un efecto rápido, se convierten en un recurso fácil para abordar esos trastornos leves. Sin embargo, no resuelven el problema de fondo. Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense y expresidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), advierte de que estos fármacos calman, detienen durante unas horas el proceso de alerta de activación fisiológica que se produce con la ansiedad, pero no solucionan las causas que han provocado ese trastorno, que, por tanto, continuará. Y, además, crean hábito, dependencia.
Las cifras de consumo de benzodiacepinas en España son, según Cano, cuarenta veces superiores a las de Alemania, donde su uso frecuente está relacionado con la adicción. Y en nuestro país, en cambio, se ha hecho común su prescripción, porque, a su entender, no hay profesionales especializados en la Atención Primaria para atender las necesidades de la población que acude con problemas de salud mental.
"La Atención Primaria está más deteriorada que nunca -subraya el catedrático de Psicología-. No hay suficientes médicos, no hay buena organización, cada vez se les exprime más, se van más profesionales de ella. Y casi la mitad de los pacientes que acuden a sus consultas tienen síntomas emocionales, con una probabilidad muy alta de que les receten benzodiacepinas, antidepresivos, porque el médico no tiene tiempo ya para escuchar los problemas, sólo para preguntar qué le duele y prescribirle algo".
Antonio Cano dirigió un ensayo clínico en 22 centros de salud de ocho comunidades autónomas, el PsicAp, en el que participaron más de un millar de pacientes de Atención Primaria con problemas de ansiedad: unos fueron tratados únicamente con benzodiacepinas y otros recibieron atención psicológica. El resultado fue que dentro del primer grupo sólo entre el 10 y el 20% mejoró su estado después del tratamiento, mientras que en el segundo el porcentaje de quienes lograron una recuperación óptima llegó al 70% de los participantes.
Un gasto de 23.000 millones de euros al año
Este experto sostiene que la atención psicológica reduciría sensiblemente el gasto que, según sus estimaciones, origina el consumo frecuente de ansiolíticos y sedantes: en torno a 23.000 millones de euros anuales, entre costes sanitarios por tratamientos y pagos de pensiones por incapacidades causadas por el abuso de estos fármacos o por accidentes de tráfico o caídas provocadas por su consumo. Tan es así, asegura Cano, que un 27,5% de los conductores fallecidos en un accidente y el 42,8% de los peatones muertos por un atropello habían tomado benzodiacepinas, según datos de un balance anual de la Dirección General de Tráfico.
La dificultad estriba en que sigue habiendo muy pocos profesionales de psicología en las consultas de Atención Primaria. Según datos del sindicato CCOO, en 2020 había un total de 351 psicólogos clínicos trabajando en los centros de salud de toda España, sólo 32 más que los que había en 2018, y seis comunidades autónomas no tenían ninguno. Y médicos de cabecera tampoco es que haya muchos, 29.737, lo que supone una media de 0,8 por cada 1.000 habitantes, según el último Informe del Sistema Nacional de Salud. Madrid, Ceuta, Melilla, Baleares, Canarias y Murcia están, incluso, por debajo de esa media nacional.
Rosa Cuadrado, responsable de Acción Sindical estatal de la Federación de Sanidad de CCOO, considera que los profesionales de la psicología y de la enfermería de la salud mental deberían forma parte de las unidades de apoyo con las que cuenta la Atención Primaria, de la misma forma que se dispone de servicios de fisioterapia, pediatría, odontología o trabajo social en los centros de salud.
La falta de esos profesionales especializados y de suficientes médicos de familia para atender la demanda diaria en las consultas impiden, a juicio de Cuadrado, una adecuada atención a los problemas psicológicos, ansiedad y depresión, fundamentalmente, que llegan a los centros de salud. "Y el médico va a tratar de paliar de alguna manera el sufrimiento de esas personas y lo hace con fármacos, porque no tiene tiempo para más", dice esta responsable sindical.
A las carencias de la Atención Primaria se suman, según la portavoz de CCOO, las listas de espera de las consultas especializadas de salud mental, que pueden tardar varios meses en atender por primera vez a un paciente con un trastorno de mayor gravedad, cuyo caso no puede ser despachado con una simple receta de benzodiacepinas, demora que llega a ser aún mayor para la siguiente cita.
"Lo que hace falta es una voluntad para paliar el déficit de profesionales de la salud mental -subraya Rosa Cuadrado-. En la Atención Primaria ya son conscientes del aumento de estas patologías, aunque sean leves, pero necesitan un tratamiento pautado, especializado y con cierta periodicidad”.
La encuesta de Salud Mental España refleja con el siguiente dato la importancia que tiene la atención que prestan los profesionales sanitarios especializados en este campo: el 70,2% de los personas que acuden a la consulta de un profesional de la salud mental dice encontrarse mucho mejor o mejor que antes de comenzar la terapia.
Disminuye la percepción del riesgo de tomar tranquilizantes
Uno de los datos más llamativos de Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España es el que refiere una disminución de la percepción del riesgo del consumo entre las personas que toman tranquilizantes y sedantes. Según este sondeo, entre quienes consumen hipnosedantes una vez por semana o más ha bajado la percepción de riesgo del 86,8% que se registraba en 1999 al 80,4% en 2022, mientras que el de quienes los toman una vez al mes o más ha descendido del 70% al 60%.
La última encuesta del Plan Nacional sobre Drogas ha recogido por primera vez un cuestionario relacionado con la salud mental, en cuyos resultados se "aprecia claramente cómo existe una correlación entre la idea o el intento de suicidio y el consumo de todo tipo de sustancias (legales o ilegales), siendo mayor el consumo en todas con respecto a la población nacional". El sondeo revela que el mayor número de casos de ideas de suicidio, intento o planes de suicidio se da entre la población que consume hipnosedantes, con porcentajes que se sitúan en torno a veinte puntos por encima de las drogas ilegales.
En cuanto a la prevalencia de las patologías declaradas por la población española de 15 a 64 años con riesgo de suicidio, la más habitual es la ansiedad, con un 53,7%, seguida de la depresión, con un 52,5, y el insomnio, con un 26,1%.
La Guía sobre el Buen Uso de las Benzodiacepinas, publicada por la Sociedad Científica Española sobre el Alcohol, el Alcoholismo y otras Toxicomanías, detalla los riesgos del abuso de los ansiolíticos y sedantes que surgieron en los años 60 como un gran avance para suplir a los barbitúricos, que ofrecían un mayor riesgo de sobredosis. "Las benzodiacepinas son la forma más rápida y barata de tratar la ansiedad y el insomnio. Pero no es menos cierto que no siempre lo más rápido y barato es lo mejor", se advierte en el prólogo de la publicación.
En la guía, publicada con la financiación del Ministerio de Sanidad, se hace referencia a numerosos estudios en los que se concluye que las "benzodiacepinas pierden rápidamente su eficacia como hipnóticos o como ansiolíticos" y en personas mayores de 65 años están asociadas a un deterioro del funcionamiento cognitivo, reducción de movilidad y de las habilidades para conducir, y mayor riesgo de caídas, circunstancias que se agravan con un tratamiento prolongado.
La Agencia Española del Medicamento advierte que el uso de benzodiacepinas puede "conducir a una dependencia física y psicológica"
"Con frecuencia –se explica en la guía-, los beneficios terapéuticos de las BZD (benzodiacepinas) tienden a disminuir con su consumo continuado, debido al efecto de tolerancia. Sin embargo, los pacientes siguen tomándolas porque al dejarlas experimentan efectos de rebote y síntomas de abstinencia, que incluyen los síntomas por las cuales fueron inicialmente prescritas (ansiedad, insomnio y somatizaciones de la angustia). Y en el consumo a largo plazo, los pacientes tienen la sensación de que la medicación les está ayudando, pero en realidad el mayor beneficio es sólo el alivio de los síntomas de abstinencia”.
En su página web, la Agencia Española de Medicamentos advierte de que el uso de las benzodiacepinas puede "conducir a una dependencia física y psicológica", lo que ocurre principalmente, añade, tras la toma de forma ininterrumpida del medicamento durante un largo tiempo. Para reducir el riesgo de dependencia, la AEMPS aconseja que se tomen únicamente bajo prescripción médica, no aumentar de ningún modo las dosis prescritas ni prolongar el tratamiento más tiempo del recomendado y consultar regularmente al médico para que decida si debe continuar tomando esos fármacos.
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