Hay algo que desentona en la Sala Simón Bolívar de la madrileña Casa de América, entre espejos antiguos, enormes lampadarios de cristal, frescos de estilo renacentista y frisos de madera dorada. "Quiero empezar sumándome al llamado del Gobierno español, denunciando el ataque ruso a Ucrania como flagrante violación del derecho internacional que condenamos y cuyo cese pedimos". Son las duras palabras de Enrique Ojeda Vila, Director General de Casa de América.

En un contexto internacional de altísima tensión, el debate sobre la libertad de prensa y periodistas en zonas conflictivas se tiñe de matices todavía más sombrías. Seguimos con aprensión la suerte de todo un pueblo a través del testimonio que los corresponsales documentan a pie de calle, abriéndose paso entre el desconcierto y la rabia por un acto que socava los cimientos mismos del Derecho Internacional Humanitario.

Hoy más que nunca, es imprescindible volver a hablar de la importancia de crear una red de apoyo para aquellos periodistas cuyo trabajo se ve afectado por las amenazas y persecuciones diarias. Germán Rey, miembro del Consejo rector de la Fundación Gabo, es muy claro al respecto.

"Uno de los peligros y de los problemas grandes que tiene la libertad de expresión en el mundo, y particularmente en América Latina, es la violencia contra periodistas y específicamente el asesinato de periodistas. Cuando inicia su libro [Periodistas en el punto de mira] Bernardo Díaz Nosty señala que el paisaje que ha encontrado es un paisaje árido y espinoso, pero clarificador.”

Narcodemocracia mexicana

Edith Rodríguez Cachera, vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras (RSF), reitera su inmensa preocupación por la situación en América Latina: "hablamos todo el rato de asesinatos —que es importantísimo— pero hay muchas más violencia que el asesinato. El año pasado hubo alrededor de 600 o 700 periodistas agredidos cada 12 horas en México (...). Apenas respiramos de una historia que nos metemos en otra desde que empezó el año".

Un panorama aterrador que tiene mucho que ver con la estructura corrupta de Estados fallidos, tales como Honduras, Cuba, Venezuela y Nicaragua; o como aquellos países como Colombia y México donde la transición democrática nunca acabada ha contribuido a dar una percepción engañosa de la salud del Estado de derecho. La libertad de expresión es un arma potente para el fortalecimiento de la democracia. Cuando el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador utiliza la táctica trumpiana de hostigamiento público contra la prensa, es el mismo Estado de derecho que se ve debilitado.

Aunque Lydia Cacho, periodista y escritora mexicana, remarca un elemento esencial: "Cuando hablamos de la narcodemocracia mexicana, lo que la gente no recuerda es que hubo un gobernador en el Estado de Quintana Roo que le regaló un terreno inmenso frente al mar a Pablo Escobar (...). Y desde entonces, todo estos gobiernos empezaron a vincularse directamente con la delincuencia organizada. En ese momento empezaron las narrativas que descalificaban a los reporteros que estábamos haciendo investigaciones".

Un denso entramado en el que las fuerzas militares y el poder político garantizan la supervivencia de los narcotraficantes y viceversa. Lydia Cacho es una de las víctimas de este aparato de poderes ilegales: en 2005 con la publicación de su libro Los Demonios del Edén, destapó una red de pornografía y prostitución infantil. Tras su investigación fue perseguida, ilegalmente arrestada y torturada durante veinte horas.

Solamente 14 años después fueron encarcelados los autores materiales e intelectuales de dichos delitos: el ex gobernador del estado central de Puebla, Mario Marín Torres; los empresarios Kamel Nacif Borge y Juan Nakad Sánchez; y el ex jefe de la Policía Judicial, Adolfo Karam Beltrán.

"Yo soy una privilegiada porque en México tengo visibilidad", admite la mexicana. Pero muchas veces las víctimas son periodistas que trabajan en medios pequeños con pocos recursos, o medios del Estado sin ningún tipo de independencia. "El autoritarismo se está extendiendo tanto" afirma la vicepresidenta de RSF, "que ya no es necesario matar, por eso suben los encarcelamientos. (...) Es una tendencia global y es importante recalcar el perfil: son periodistas vulnerables".

El trabajo riguroso de Bernardo Díaz Nosty aspira a dar visibilidad a todos los periodistas cuya voz sigue siendo brutalmente silenciada. Michell Simón de 29 años, presentadora de televisión mexicana, ha sido la última víctima, el cadáver envuelto en sábanas fue encontrado el pasado martes en la carretera Picacho-Ajusco al sur de Ciudad de México.