Un lago seco detrás de tu imagen al estilo Ghibli: la enorme huella ecológica que genera la IA
El crecimiento imparable de la inteligencia artificial tiene graves consecuencias sobre el consumo de agua y energía. Expertos advierten que sin regulación y conciencia, podría acelerar la crisis de los recursos.

Madrid--Actualizado a
Las redes sociales llevan varios días repletas de imágenes reconvertidas al estilo de Ghibli –el mítico estudio de películas anime– y preguntas a Grok, el chatbot de la red social X –todavía hoy conocida como Twitter–, que ha desarrollado el empresario ultraderechista Elon Musk. Este tipo de herramientas de Inteligencia Artificial (IA), plantea muchos dilemas, y uno de ellos es su huella ecológica. A pesar de la naturaleza virtual inherente a internet, no es baladí el gasto energético e hídrico, así como las emisiones de gases derivados de ChatGPT y sus congéneres. Cuando uno de los usuarios interrogó a Grok por el agua que consumía por cada respuesta, esta respondió que, al menos de manera indirecta, utilizaba medio litro.
No podemos dar este dato por bueno. Entre otras razones, porque los centros de datos, donde se materializa el impacto de su uso, cuentan con muy poca transparencia en cuanto a su huella ambiental, explica a Público María Prado, portavoz del área de Clima, Energía y Movilidad de Greenpeace. La ecologista califica de "escándalo" la escasa información disponible en esta materia. Esta es, además, una de las caras de la Inteligencia Artificial (IA) generativa que más preocupaciones suscita.
"Todo en internet consume, desde los vídeos hasta el acceso a información", remarca Javier Andaluz, responsable de Energía y Clima en Ecologistas en Acción. El estudio Clicking Clean, que Greenpeace realizó en 2017, determinaba que la nube hacía uso del 7% de la electricidad mundial. Los centros de datos consumieron tanta energía como Francia en 2022, según destaca el Informe sobre la Economía Digital que la ONU publicó el año pasado.
De acuerdo con un estudio realizado en 2023 por investigadores de la Universidad de Colorado Riverside y la Universidad de Texas Arlington, el entrenamiento del modelo lingüístico GPT-3 en los centros de datos estadounidenses de Microsoft pudo haber evaporado hasta 700.000 litros de agua potable. "Esta información se ha mantenido en secreto", subraya el artículo. Los autores también previeron que la demanda mundial de IA podría representar de 4.200 a 6.600 millones de metros cúbicos de extracción de agua en 2027. Es decir, entre cuatro y seis veces más que la extracción total anual de agua de Dinamarca o la mitad del Reino Unido.
"Surge la alarma", continúa Prado, ya que estas herramientas suponen un impacto sobre "las emisiones de gases, el consumo hídrico y la demanda de energía". Y lo hacen "en un contexto de crisis climática", por el cual resulta imprescindible pensar en "la descarbonización y el uso eficiente del agua", insiste Prado. En este sentido Andaluz advierte de que la inteligencia artificial "nos puede distraer del objetivo de descarbonizar el sistema eléctrico".
Sin embargo, "la IA es una tecnología transversal que va a impulsar todos los procesos de la economía digital y más allá", explica a este medio Alejandro Sacristán, consultor sobre innovación tecnológica y metaverso. "Es una carrera imparable", añade. El experto considera que puede haber un problema a largo plazo "si no se hace sostenible ese uso de la IA, y en medio del colapso de los recursos, la tarea es difícil".
Centros de datos en lugares de sequía
El uso diario de la electricidad y del agua son dos de los principales factores. En el caso de la electricidad, porque realiza "operaciones de cálculo que necesitan potencias de instalación muy importantes", indica Andaluz. Esto también requiere de un considerable consumo hídrico, ya que se utiliza sobre todo para la refrigeración de los servidores.
El de Ecologistas en Acción critica que en España cada vez más centros de datos se ubican en lugares "con pocos recursos hídricos". Aragón cuenta con más del 10% de todos los centros de datos en el Estado, siendo la tercera autonomía con más de estos puntos, tan solo detrás de Madrid y Barcelona. Tanto Andaluz como Prado inciden en que este territorio es uno de los más vulnerables frente a las sequías en verano.
El principal problema reside en que, "a diferencia de otros sectores como el agrícola, a los data centers no se les puede eliminar la refrigeración", indica Andaluz. Es decir, que reciben una posición "preferente" en el suministro de agua "por encima de otros usos, incluido el de boca humana".
Con este panorama, la tecnológica Meta, de Mark Zuckerberg, construirá un centro de datos en Talavera de la Reina, según aprobó el Consejo de Gobierno de Castilla La Mancha el pasado mes de octubre. Este proyecto recibió la consideración de "especial interés", una categoría que permite acelerar los plazos, incluidas las evaluaciones sobre el impacto ambiental. Cáceres y Badajoz albergarán un campus de centros de datos cada uno, aunque ambos proyectos pretenden utilizar energías renovables y que no consuman agua.
Una cultura participativa frente al "capitalismo salvaje"
Las empresas privadas progresan en el desarrollo tecnológico a pasos agigantados, y Andaluz lamenta que los gobiernos vayan a la cola en materia legislativa para regular la industria y poner coto a su avance depredador. Para hacer frente a esta situación, "necesitamos una participación pública sosegada", declara Prado.
"Hay que enfocar este tema de otra manera", coincide Sacristán. "Por las buenas, la apuesta es cambiar el modelo de sociedad. Por las malas, el capitalismo salvaje con esto nos 'matará' a todos". El consultor sobre innovación tecnológica propone la creación de asambleas ciudadanas o bancos públicos para proyectos locales de IA, si bien destaca que las posibilidades son múltiples. "Lo que no puede permanecer al margen del desarrollo y la enseñanza de la IA es la ciudadanía", concluye.
Referencia:
Pengfei Li et al. Making AI Less "Thirsty": Uncovering and Addressing the Secret Water Footprint of AI Models. DOI: https://doi.org/10.48550/arXiv.2304.03271.
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