Madrid
Actualizado:El escándalo de los datos de millones de usuarios de Facebook en manos de Cambridge Analytica para tratar de influir en el voto ciudadano ha sacudido la red a lo largo del planeta y pone de manifiesto, una vez más, la importancia de la protección de la intimidad personal en la red.
Compartimos alegremente nuestras preferencias, imágenes, relaciones, filias y fobias en perfiles de redes sociales y cada vez que usamos un buscador. Al mismo tiempo, alimentamos gigantescas bases de datos cuyo uso real desconocemos, salvo que exista una denuncia. Y aunque parezca obvio, es bueno recordar que nuestros datos son el motor del negocio de los grandes de internet.
El catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) Víctor Sampedro, embarcado ahora en el proyecto Dietética Digital, tiene una visión muy crítica sobre el uso de los datos que realizan los gigantes de internet como Google, Apple, Facebook y Amazon, los llamados GAFA por su acrónimo, que “monopolizan de facto la comunicación digital”. Según su opinión, estas plataformas “inmediatamente mercantilizan el rastro que dejamos en la actividad digital”.
Existe, según este experto, un problema de percepción entre los usuarios. “Creemos que usamos Facebook para conectarnos con nuestros amigos, pero en realidad nos conectamos a un nodo central de una red que convierte toda nuestra actividad en dólares, en dinero, ya sea ofreciendo a sus clientes públicos sumamente segmentados, como sujetos de experimentación para adaptar aún mejor el impacto de ciertos mensajes”, sostiene este investigador.
La abogada Paloma Llaneza, especializada en nuevas tecnologías y socia directora de Razona Legaltech, afirma sin dudar que en las redes somos productos. “En realidad no eres cliente, sino que bajo la forma de usuario de conviertes en producto; es decir, cuando no sabes cuál es el producto, el producto eres tú”, ironiza.
“Somos datos andantes”, sostiene la periodista Marta G. Aller, autora del libro El fin del mundo tal y como lo conocemos (Planeta, 2017). “El modelo de negocio de Facebook es rentabilizar los datos que le regalamos, porque no es una ONG”, comenta, y se pregunta: “¿Por qué Facebook es gratis?”. “Es que si no pagas por el producto, es que el producto eres tú”, razona.
"Si no pagas por el producto, es que el producto eres tú"
Por su parte, el experto en comunicación digital Pablo Herreros, autor del libro Sé transparente y te lloverán clientes (Alienta Editorial, 2018), cree que para los grandes de Internet somos “tres cosas: el usuario, el producto y el productor". Mientras, el consultor y director de Evoca Media Pepe Cerezo recuerda que “en economía sólo hay dos modelos básicos de negocio o ‘pagas por algo’ o ‘alguien lo paga por ti’, y en la economía digital pagamos con nuestros datos”.
Sin embargo, legalmente no deberíamos ser el ‘producto’. Ofelia Tejerina, abogada de la Asociación de Internautas y miembro del Grupo de Expertos de Derechos Digitales del MINETAD, puntualiza a este diario: “Según la ley, somos usuarios”. No obstante, reconoce que la realidad muestra cómo las redes sociales “coleccionan usuarios para utilizarlos en una actividad económica”, quizá no tanto como "producto" en sí, sino más bien como "proveedores".
“Les dejamos nuestros datos para una serie de finalidades concretas, y esto es lo que está protegido por ley; cualquier otro tipo de tratamiento deberá ser objeto de las responsabilidades que en su caso corresponda”, afirma Tejerina. En EEUU, ya han iniciado acciones legales contra Facebook por la última filtración de datos.
El arte de mirar para otro lado
“¡Qué escándalo, en esta casa se juega!”, decía el capitán Renault en la famosa escena de Casablanca (1942) en la que, mientras clausuraba el local de Rick, recogía tranquilamente sus ganancias. Una situación comparable a la que plantea el hecho de que Facebook, en este caso, reconociera que conocía la existencia de un uso ilícito de datos de millones de usuarios (¿o ‘productos’?). Concretamente, en el caso de Cambridge Analytica, desde 2015.
El consultor y experto en derecho digital Borja Adsuara reflexiona sobre la postura de la red social: “Han mirado para otro lado, cuando sabían perfectamente que desde hace muchos años todas las aplicaciones están no sólo viendo nuestros datos sino los datos de nuestros amigos”, comenta.
En este punto, Adsuara distingue entre dos aspectos del manejo de los datos por parte de las empresas: “Una cosa es conocer los gustos y preferencias de la gente para poder brindar mejor información o más personalizada, de una forma leal y transparente, y otra –como lo que parece que ha hecho Cambridge Analytica- es conocer los ‘demonios’ de la gente y exacerbarlos para conseguir su voto, y eso no parece tan leal”. “Por tanto”, prosigue, “no es tanto por la tecnología que, bien usada es muy útil para incluso para salvar vidas”.
Por su parte, Ofelia Tejerina explica que “es perfectamente lícito ofrecer el uso de datos personales para recibir la prestación de un servicio, y los límites los ponen el propio titular y la ley”. “No concibo esa entrega de datos como si fueran el "precio" por un servicio, porque legalmente no pierdes el control sobre esa información, ya que puedes revocar el consentimiento u oponerte al tratamiento”. En lo que esta abogada plantea radica uno de los problemas de la última filtración de datos de Facebook y Cambridge Analytica: los datos de millones de estadounidenses fueron extraídos y usados para una finalidad, la propaganda política, para la que no habían dado consentimiento.
¿El final de la inocencia?
El escándalo de Facebook y Cambridge Analytica supone, en cualquier caso, un torpedo en la línea de flotación de la economía digital: la confianza. A Adsuara le preocupa que se pueda quebrar la confianza no sólo en Facebook, sino en general en el big data y en la inteligencia artificial. “La intención del uso de los datos, la finalidad, lo es todo”, asegura Adsuara, “porque al final el problema en este caso es que mediante el uso de esas técnicas se está cometiendo un delito electoral, que es intentar manipular unas elecciones”, como parece que trataba de ‘vender’ Cambridge Analytica.
“Si Facebook pierde la confianza de quienes le regalan sus contenidos y sus datos, estará perdida”, comenta por su parte Herreros, quien pese a creer que este último escándalo “supondrá un punto de inflexión”, la gran mayoría seguirá compartiendo su intimidad y sus gustos y fobias en Facebook.
“La intención del uso de los datos, la finalidad, lo es todo”
Pepe Cerezo, por su parte, considera que “ha llegado el momento de superar esta etapa de adolescencia en la que se pensaba que las empresas de internet actuaban de forma desinteresada”. “Es previsible”, vaticina este experto, “que paulatinamente aumenten los servicios de pago en los que la gestión de la privacidad pueda ser un valor añadido para ciertos usuarios”.
En una línea parecida, Marta G. Aller ve que “se está produciendo una toma de conciencia interesante sobre algo que sabemos que lleva una década siendo así, pero que de repente, la gente lo entiende”. “En realidad”, afirma, “nos estamos cayendo del guindo con este sector, porque pensábamos que se podían autorregular y podrían ser custodios de nuestros datos que voluntariamente y de forma legal les hemos cedido, pero a lo mejor no es buena idea que sean jugador y árbitro al mismo tiempo”.
Inconscientes, confiados o ‘buena gente’
Según Paloma Llaneza, “en modo alguno la gente es consciente” de que son (somos) el producto de los gigantes de la red. “Y además, el sistema está diseñado para que no seamos conscientes”. “La gente sigue valorando su intimidad, pero no es consciente de la trascendencia; habría que preguntarle a la gente si le gustaría que le pusieran un chip en la cabeza -estoy segura de que todos dirían que no- y, sin embargo, cuando suben algo a Facebook, a WhatsApp o a Instagram, le están diciendo a Facebook (la empresa matriz) lo que piensan, es todo muy íntimo”, opina Llaneza.
Tampoco Pablo Herreros cree que, en general, la gente es consciente de que es parte esencial del modelo de negocio de una red social. “Hay quien piensa: ‘¿A mí qué más me da que usen mis datos para vender publicidad, si yo no tengo nada que ocultar?’. Y no somos conscientes de la pérdida de libertad que nos jugamos y de cómo puede afectarnos ser ese producto que alegremente permitimos ser”, afirma este experto.
Más crítico aún con esta realidad, el catedrático Sampedro asegura que, “en el fondo, si la gente dice que no le importa que le espíen es porque les han convencido de que no valen nada, y que en cambio se tienen que hacer valer a través de una marca digital, que sólo alcanzarán como ovejas, trabajando sin parar, en las granjas de datos que son las redes sociales”. “El analfabetismo digital es total, llevamos 30 años utilizando unos protocolos de internet que desconocemos por completo”, añade.
"Si la gente dice que no le importa que le espíen es porque les han convencido de que no valen nada"
Sin embargo, Borja Adsuara apunta a una característica típicamente española para explicar este asunto: “No somos unos inconscientes, somos buena gente”. Este consultor cree que los españoles nos solemos fiar dentro y fuera de internet. Y pone como ejemplo la gran estafa de las preferentes de los bancos, que se comercializaron en masa basándose en la confianza de las personas en el director de su sucursal bancaria.
“En España, el ‘todo el mundo es bueno’ funciona, solemos confiar en el correcto tratamiento de nuestros datos”, apunta Adsuara, que añade además que no se suele tener el conocimiento técnico necesario para comprobar que eso es así, así como para oponerse a un uso ilegítimo de los datos personales. “Te tienes que fiar”, lamenta.
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