madrid
Sara Toledano es psicóloga y desde 2022 se ocupa de la Dirección Técnica y de Innovación en la Fundación Manantial. Recientemente, esta organización ha presentado el informe #Rayadas. La salud mental de la población joven en España, un estudio pionero que ha querido situar en el centro del debate público la preocupante situación emocional de la juventud en nuestro país.
Bajo la misma idea, tiempo atrás, la fundación había puesto en marcha una campaña en TikTok con el objetivo de tratar de comprender sensitiva y sensiblemente a los jóvenes, "con sus propias palabras y en sus propios canales".
El aumento de ansiedad, depresión, ideas de suicidio, problemas relacionados con la alimentación o autolesiones son los signos más visibles y alarmantes del malestar de las nuevas generaciones. "Vivir con tristeza, desesperanza, sufrir falta de concentración o tener problemas para dormir de manera frecuente", sin embargo, son dinámicas que "no deberíamos asumir como normales", tal y como advierten los expertos.
Una de las conclusiones más impactantes del informe, elaborado por Toledano, junto a Gema Gutiérrez e Ilana Mountianes, es que hasta el 45,8% de las personas de entre 16 y 32 años asegura no encontrarse bien a nivel emocional, mientras que un 38,3% se siente sola. Unas sensaciones que se enmarcan en un contexto donde el suicidio es ya la primera causa de muerte entre los jóvenes.
¿Qué está ocurriendo? ¿Cuáles son las causas que combinadas nos han conducido a esta situación? Y, ¿qué se puede hacer para revertirla? Estas preguntas que ya se hace buena parte de la sociedad son algunas de las que Toledano aborda en esta entrevista con Público. La clave, empezar a comprender que la salud mental es una cuestión que "va mucho más allá de lo individual". Al fin y al cabo, "los seres humanos crecemos dentro de relaciones sociales que, sin ninguna duda, nos afectan".
Esta es la generación de los hijos que saben que van a vivir peor que sus padres. ¿En qué medida puede influir el contexto socioeconómico y político en la salud mental de los jóvenes?
Hay una parte del informe en la que preguntamos a la gente de 16 a 24 años, que es la población con la que hemos estado trabajando, cuáles eran las preocupaciones que más afectaban desde su punto de vista a su salud mental. El resultado de estos datos es revelador y tiene que ver con lo que comentas.
Lo primero que ellos plantean es que su preocupación fundamental tiene que ver con la inestabilidad económica. Hasta el 82,5% de las personas a las que preguntamos dijeron que su principal preocupación era que su familia tuviese problemas económicos. El desempleo (72%) y el futuro a nivel social (70%) son los siguientes focos. También aparecen temas como la crisis de las instituciones públicas, el acceso a la sanidad (65%), la crisis climática, las guerras, la creciente desigualdad o la discriminación.
De modo que sí. En base a los datos que tenemos con esta investigación concreta que hemos hecho, podemos decir que el clima político, social y económico, la falta de oportunidades que perciben los jóvenes, afectan a su salud mental.
Sin embargo, se suelen individualizar los problemas de salud mental. Muchas veces, se sitúa la responsabilidad en el propio sujeto que tiene sufre ese malestar...
Totalmente. Ese es uno de los objetivos de este informe. Cuando se plantea la preocupación generalizada —ha habido muchos artículos e incluso posicionamientos a nivel internacional de organismos como la OMS y de la ONU— por la salud mental de los jóvenes, sobre todo a raíz de la pandemia, no podemos pensar que se trata de una epidemia a nivel individual. Que precisamente esta situación sea tan generalizada lo que da cuenta es de la influencia de los determinantes sociales en la salud mental de toda esta generación, sin ninguna duda.
Aparte, hay otras cuestiones, no a nivel tan macro, sino también a nivel un poco más contextual que tienen que ver, por ejemplo, con la increíble exigencia que siente esta generación para poder tener éxito en la vida. Existe una presión muy grande en cuanto a la imagen, promovida por la cultura de la idealización y las redes sociales, que tiene una influencia indiscutible en su autoestima. También de apología a las vidas perfectas, que están lejos de la realidad cotidiana de la mayor parte de la población.
Entonces, sí creo que es importante pensar los problemas de salud mental, al menos el malestar emocional de esta generación, en términos de contexto. Los seres humanos crecemos en un contexto, crecemos dentro de relaciones sociales. Lo que ocurre en ellas nos influye, sin ninguna duda, nos afecta. La salud mental es una cuestión que va mucho más allá de lo individual, aunque luego cada quien tiene más o menos soporte social para poder atravesar las situaciones difíciles.
¿Podríamos decir que es más probable que una persona con menos recursos tenga problemas de salud mental que una persona que pertenece a una clase social más acomodada?
El apoyo social, entendiendo el apoyo social de forma amplia, es decir, que las condiciones de vida económicas y sociales sean favorables, pero también las redes y oportunidades que tengan las personas, es uno de los determinantes más potentes de la salud en general, no solo de la salud mental, según la OMS. Por lo tanto, a la luz de los datos que tenemos, sí. Podemos pensar que tener unas buenas condiciones sociales, al menos, amortigua el riesgo de tener problemáticas relacionadas con la salud mental.
¿Qué responsabilidad tienen las instituciones públicas? El Ministerio de Educación apenas dedica cinco millones de euros para atender con profesionales de psicología a los alumnos de los educativos...
La responsabilidad no tiene que ver solo con incrementar el número de recursos profesionales en los entornos donde están los jóvenes como, por ejemplo, el ámbito educativo, que es lo que estás planteando. La responsabilidad tiene que ver con poner en marcha políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de las personas y, con ello, su salud mental. Ese es el objetivo de las políticas públicas, en general.
Pero también hay una responsabilidad compartida con la sociedad. Hay que analizar qué condiciones de vida están produciendo el malestar y mejorarlas. En este sentido, en relación con la autoexigencia y las expectativas que comentaba antes, está claro que hay algo que tiene que ver con que se les está pidiendo a los jóvenes algo que excede las posibilidades de llevarlo a cabo.
¿Se te ocurre alguna medida concreta?
Cualquiera que permita que estas personas puedan tener una vida digna en el futuro. Desde la vivienda al empleo, se trata de tener cierta seguridad, de poder generar proyectos de vida. También ayudaría promover la diversidad y la inclusión, como valores, para que los alumnos puedan tomar distancia de las expectativas digitales que se generan y puedan también sentirse libres de vivir sus propias vidas.
Además, en nuestro informe hay una parte importante, que era una preocupación grande de las familias, el profesorado y orientadores escolares, relacionada con la educación en el uso de tecnologías. En definitiva, todo lo que tenga que ver con mejorar el impacto que están teniendo las tecnologías en el estado emocional.
Sobre el tema de las tecnologías y, en particular, de las redes sociales... ¿Cómo condicionan estos canales la forma de vivir, de pensar y de sentir de esta generación?
Lo que nos está diciendo, sobre todo el profesorado, que es quien está ahí con la preocupación y también poniendo en marcha distintas estrategias para poder atender esto, es que lo que les preocupa es, por una parte, la influencia que tienen las redes en el modo de pensar de los jóvenes, desde la lógica de la interacción y estimulación permanente, que está influyendo en su capacidad de atención.
Y, por otra parte, señalan también que toda la polarización que existe en las redes también está condicionando sus visiones del mundo. Si bien ellos no son ajenos y conocen bien el funcionamiento de las burbujas de la información, donde solamente encuentras contenidos de un tipo y no hay mucha diversidad, eso no quita que esa polarización les condicione en las formas de afrontar su día a día.
Pero, sobre todo, lo que más influye es esa idea de perfección que se proyecta. Es el valor que impera en estos canales. Todo esto produce una cierta disonancia entre lo que encuentran en el mundo y lo que aspiran a ser.
A los chavales les preocupa también el tema del acoso en redes. Esto, por ejemplo, es un tema que salió que no hemos podido profundizar mucho más, pero que sería una de las recomendaciones para profundizar en futuros informes. Hay mucha preocupación por encontrarse en situaciones de ciberbullying o de grooming, de acoso por parte de adultos...
Además, no quería dejar de mencionar la alteración de los patrones de sueño. El hecho de que casi toda la vida social esté en la red, puede estar haciendo que la gente pase demasiado tiempo ahí y que renuncien a horas de sueño por estar, por ejemplo, con el móvil. Esto afecta al bienestar emocional. La relación no es directa, está mediada por todo lo que hemos mencionado antes, pero hay evidencias de que influye.
¿Crees que hemos apartado el dolor y las emociones negativas precisamente bajo la expectativa de alcanzar esa supuesta felicidad que nos venden las redes sociales?
Es paradójico. Por un lado, estamos viendo que esta generación puede hablar mucho más abiertamente sobre la vulnerabilidad, sobre la fragilidad o el malestar, pero simultáneamente lo que sienten como exigencia es que no se puede estar mal. Estos modelos ideales promueven que la vida tiene que ser perfecta, que todo tiene que ir estupendamente... Y, a su vez, esto está ocurriendo mientras existe esta conversación abierta sobre que la vida duele.
¿Esta forma de eludir el dolor nos puede estar haciendo caer en la trampa de patologizar en exceso el malestar?
Otro de los hallazgos más importantes del informe fue, precisamente, que cuando cuando les preguntábamos a los chicos y a las chicas si se identificaba con algún diagnóstico, buena parte de ellos lo hacía. ¿Esto por qué ocurre? Que muchos etiqueten su malestar en términos diagnóstico tiene que ver precisamente con este fenómeno de la patología.
Ellos buscan en Internet cuando se sienten mal, igual que buscan cómo se hace una receta de cocina, buscan "¿Esto que me pasa es ansiedad?" y rápidamente se autoidentifican. También ocurre cuando hay alguna persona de su entorno cercano que ha sido diagnosticada y se identifican ellos con la misma problemática que tiene esa persona, se autodiagnostican.
El porcentaje de personas que había obtenido un diagnóstico por parte de un profesional era tres veces más pequeño del que se había diagnosticado en Internet. Asimismo, el porcentaje de autodiagnóstico en relación con la búsqueda de ayuda, con pedir ayuda a un profesional, es menor. De hecho, la respuesta más frecuente es aislarse. Esto tiene que ver con esto que estábamos hablando antes, con esta percepción negativa que tiene sentir malestar relacionada con el juicio que puedan hacer sus iguales. Hay un porcentaje muy pequeño que pide ayuda a profesionales (25%).
¿Existe un sesgo de género a la hora de reconocer el malestar o de pedir ayuda?
Por lo general, piden más ayuda las mujeres jóvenes, en concreto, las mujeres que tienen estudios más altos. Es decir, la mujer universitaria de entornos urbanos es, digamos, el perfil que más ayuda pide. Sí que se reconoce ese sesgo de género en, prácticamente, todos los indicadores que hemos medido. Las chicas sienten que su salud mental es peor, la valoran peor, se identifican con más diagnósticos... El porcentaje de chicas que se identifican con un diagnóstico de ansiedad es bastante más elevado que el de los chicos, por ejemplo. Hay diferencias entre el malestar percibido y la situación de salud mental percibida por parte de las chicas y por parte de los chicos.
¿Tiene esto que ver con la educación emocional?
Muy probablemente tenga que ver. Es un tema complejo. No hay en este terreno de la salud emocional causa y efecto. Pero, evidentemente, igual que te contaba que el contexto socioeconómico influye, los valores patriarcales influyen en la exigencia los estereotipos de género y, así, influyen en la exigencias que perciben las chicas. Esto, lógicamente, afecta a su fuerza y bienestar.
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