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¿Son las nuevas palabras surgidas en las redes sociales una perversión o una evolución de la lengua?

Los hablantes calificamos la evolución de la lengua de dos maneras, mediante el rechazo o la aceptación del cambio.

Un teléfono móvil que contiene en su interior numerosas aplicaciones de redes sociales
Un teléfono móvil que contiene en su interior numerosas aplicaciones de redes sociales. Pixabay

El lenguaje en las redes sociales se caracteriza por una constante innovación. Seguro que muchos de los términos que surgen allí desaparecerán, pero otros lograrán incorporarse a la lengua. Esta innovación no es caótica, como a algunos les podría parecer, sino que utiliza muchos de los recursos que son comunes al cambio lingüístico en los idiomas del mundo.

Como los seres vivos, las lenguas se encuentran en constante cambio. Al igual que nos sucede a los humanos, toda lengua tiene una historia que, en un pasado distante, la une a otras con las que forma una familia.

Los cambios que experimenta un idioma de manera paulatina pueden afectar todos los ámbitos de su existencia. Estos cambios van desde lo más básico, como la pronunciación, hasta aspectos complejos, como la organización de las palabras para comunicar ideas. Y, por supuesto, incluyen el inventario mismo de las palabras, al que se le añaden muchos elementos nuevos.

Justo en este último ámbito es donde más podemos sentir el dinamismo y la vitalidad del cambio en el lenguaje. También es donde más podemos reaccionar ante él.

Aceptación o resistencia

Los hablantes solemos evaluar este constante cambio con una de dos actitudes opuestas. Una actitud, más bien positiva, ve en este cambio un proceso natural, similar al de la evolución biológica. En esta visión, el cambio es además inevitable.

La otra actitud es menos entusiasta. Muchas sociedades a lo largo del tiempo han mostrado una resistencia o incluso un rechazo hacia el cambio lingüístico. Los estudios mismos del lenguaje comenzaron con un intento por preservar el sánscrito intacto para su uso religioso. Algunos casos más recientes han buscado no sólo mantener la lengua, sino también eliminar las influencias externas.

En el griego moderno se trató de eliminar la notoria presencia del turco en su vocabulario. Durante el Reich alemán, se buscó sustituir léxico de procedencia extranjera con términos nativos. En la actualidad, la Academia Francesa y la Real Academia Española suelen aparecer en los titulares por sus ofensivas contra el uso de términos de origen inglés, llamados anglicismos.

El rechazo al cambio

En el caso de las redes sociales, la innovación lingüística es todavía más evidente. Toda la comunicación mediada por la tecnología es un laboratorio de innovación lingüística. Además, el relajamiento y el descuido de las reglas ortográficas en las redes sociales están bien identificados y estudiados.

Aunque es fácil imaginar el rechazo que estos cambios o innovaciones tienen en los usuarios de la lengua, ¿cómo deberíamos considerar estos cambios? ¿Como una evolución o como una perversión?

Para responder, sería bueno revisar una colección de ejemplos de este tipo de innovación. Nuestro Diccionario del Español Especializado en Redes Sociales (ERES) es útil para esto. Incluye términos nuevos, o neologismos, que no aparecen en los grandes diccionarios, como el de la Real Academia Española. La primera edición del ERES (2022) es el resultado del trabajo de lingüistas en formación en la Licenciatura en Idiomas de la Universidad de las Américas Puebla.

Ámbitos formal e informal

El ERES incluye dos tipos de términos. Por un lado, recoge términos de diversas áreas del conocimiento y el quehacer humano que aparecen abundantemente en tutoriales, foros de discusión y conversaciones en línea, donde la gente comparte sus saberes y experiencias. Por otro lado, incluye palabras nuevas del habla informal y popular, a veces prosaica, de la comunicación digital.

La primera edición del diccionario tiene 357 palabras o entradas. Estas entradas cuentan con 492 significados distintos y 621 ejemplos de uso.

Una parte significativa de estos términos, 194, fueron tomados de otras lenguas. La mayoría, 157, entraron de forma literal, mientras que 37 experimentaron cierta adaptación. Esto no es sorprendente.

Los préstamos, nada nuevo

El préstamo lingüístico es central al enriquecimiento del vocabulario y suele introducirse al inicio en los manuales que explican la creación de nuevas palabras. Esto sucede en manuales en inglés y español. Justo por eso, instituciones como las academias de la lengua atacan, a veces inútilmente, el uso de estos términos prestados, en particular cuando vienen del inglés.

Por cierto, en el diccionario ERES el inglés es la lengua con más préstamos, 163. Sin embargo, también hay préstamos de otras lenguas, como el francés y el japonés, con siete términos cada una. Además, hay algunas palabras del chino, coreano, danés, griego, hindi, italiano, latín, sánscrito y suajili.

Neologismos autóctonos

Ahora bien, en este diccionario existen muchos otros ejemplos que usan elementos ya existentes en el español para crear nuevas palabras. Este es un recurso común en las lenguas del mundo y estudiado en idiomas como el macedonio, el árabe y el chino, por mencionar tres ejemplos distantes y no relacionados.

En el ERES encontramos neologismos que resultan del acortamiento de una o más palabras. Aparecen términos técnicos como parvo, derivado de parvovirus, o cardio, de cardiovascular. Hay términos coloquiales, como ps, que sustituye a pos o pues, y con temáticas sociales como cis, para hablar de una persona cisgénero.

Aparecen neologismos que eliminan letras en diferentes lugares, y no sólo al final de otras palabras. Un ejemplo es tmb, que significa también, o vdd, que sustituye a verdad.

Incluso se encuentran acrónimos, donde se elimina el final de varias palabras, como en Latam, por Latinoamérica o América Latina. También hay ejemplos de inicialismos, que sólo conservan la primera letra de algunas palabras, como en hp, por hijo de puta, y tkm o tqm, por te quiero mucho.

Creatividad lingüística

Además aparecen palabras nuevas que requieren una gran creatividad. Un ejemplo es la fusión de varias palabras en una sola, como en conspiranoico, de conspiración y paranoico, plandemia, de plan y pandemia, y perrhijo, de perro e hijo. Junto a términos donde se usan partículas comunes en el español, como en biofilia o microcemento, aparecen casos más permisivos, con palabras extranjeras, como en autolike.

El ERES documenta algunas formas que se derivan de errores ortográficos. Esto se debe a que las palabras incluidas son escogidas con métodos estadísticos aplicados a grandes colecciones de comentarios. El diccionario incluye seis de estos casos que aunque indican su error de origen, reconocen su frecuencia. Un ejemplo es aver, que debería escribirse a ver.

Errores versus evolución

Por todo lo anterior, es claro que la innovación lingüística en las redes sociales no es caótica. La falta de atención a las reglas ortográficas es real, pero es un tema distinto. Los usuarios de estos medios utilizan los mismos recursos que son comunes en las lenguas del mundo para evolucionar.

Si hay algo novedoso en estos medios es el acceso de los usuarios a grandes audiencias y la velocidad que le da esto a la propagación de los los cambios. Eso hace que algunos vean este espacio de producción del lenguaje como un gran laboratorio de innovación lingüística.

Las nuevas palabras producidas con estos recursos pueden no gustarnos. Sin embargo, eso no las hace perversas, al menos no con un sentido de daño o destrucción de la lengua. Además, debemos recordar que no todos los neologismos, sea cual sea su procedencia, pasarán a la lengua. Al final, sólo el tiempo y los hablantes en su conjunto decidirán cuáles lo harán.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation.

The Conversation

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