ZARAGOZA
"Goya habla de la igualdad de género ya en el siglo XVIII. Se da cuenta de cómo es la mujer, y no la pone como inferior ni como superior, sino como igual", explica Manuela Mena, conservadora del Museo del Prado y una de las principales expertas en la obra del pintor aragonés, del que destaca cómo sus obras fueron las primeras en las que "las mujeres comienzan a dirigirse al espectador, algo que no pasa en Bayeu, Murillo y otros. Las figuras que miran al espectador en un cuadro son las que trasmiten en mensaje de la obra".
De hecho, hasta que él comenzó a pintarlas, las escenas en las que mujeres y hombres realizan actividades juntos en plano de igualdad, desde mirar cuadros hasta compartir juegos, apenas menudeaban en la pintura europea. Por el contrario, la presencia de la mujer se dispara en su obra hasta suponer la mitad de los personajes en la serie Los Caprichos y la totalidad en Los cuadernos de Sanlúcar, una colección elaborada en 1795 en la que “todos los personajes son mujeres, desde una actriz famosa como La tirana hasta un esbozo de la duquesa de Alba. Se trata de mujeres en su intimidad que, seguramente, fue pintando mientras pensaba en cómo hacer La maja desnuda.
Mena, que recientemente pronunció en la Casa de la Mujer de Zaragoza la conferencia ¿Por qué sabía Goya tanto de las mujeres?, sitúa esa innovación en la obra de Goya en el tránsito del siglo XVIII al XIX. "En el cambio de siglo comienza a pintar cuadros en los que la mujer domina al resto de los personajes", algo inusual hasta entonces en la pintura europea.
Goya, considerado uno de los principales precursores de la pintura moderna, adoptó un papel de "moralista" en el que la denuncia sobre la situación de la mujer en su época abarcó varios campos. "Denunció también la ignorancia, por la falta de educación, que llevaba a la mujer a una situación social inferior, y representa totalmente la violencia, con la mujer a la que le pega el marido, la que está metida en la cárcel y es torturada, o la que no puede separarse, que no tiene libertad, a la que pinta atada", anota la conservadora.
En La boda el último tapiz que realizó para la corona, pone sobre la mesa los matrimonios de conveniencia con una escena en la que "incluye todas las problemáticas del momento, de finales del siglo XVIII, y plantea si realmente la mujer podía casarse con libertad".
Sus miradas sobre la mujer, que incluyen varios trabajos sobre la maternidad en distintos estratos sociales, incluyen otros aspectos. De hecho, se prodigó en la elaboración de obras con mujeres trabajadoras, a las que añadió un tratamiento inédito hasta la época. Las Tejedoras forman parte de la metáfora, no del costumbrismo. Su trabajo significaba dinero y libertad", señala Mena.
"Los mismos problemas que ahora"
¿A qué se debe ese interés de Goya por la mujer y a qué responde esa forma de representarla? "Por mi experiencia –señala Mena-, los hombres que saben de las mujeres son muy inteligentes y sensibles, son capaces de entender a la mujer, y Goya es ese tipo de persona sin ninguna duda. No había apenas mentalidades como la suya en esa época".
En este sentido, añade, fue "uno de los primeros artistas, no el único, al que le interesa tanto describir al hombre como a la mujer, y se vuelca en ello desde el principio, pintando desde la niñez a la vejez, a la buena y a la mala, a la inteligente y a la idiota".
Para la conservadora, el pintor aragonés siempre tendió más a transmitir las emociones y sentimientos de quienes tenía a su alrededor que los suyos propios. "Lo que más le interesó fue saber qué sienten los demás. Le interesaba la condición humana. A Goya se le ve como alguien innovador, que rompe con lo anterior, pero lo que a él lo que le interesó siempre era observar cómo eran los demás, la locura de los seres humanos".
En este sentido, Mena mantiene que la obra de Goya sobre la mujer "no descubre nada nuevo: está viendo cómo son, cómo viven en su sociedad y cuáles son los problemas a los que se enfrentan, que son los mismos que ahora, la desigualdad y la violencia, y los va señalando".
"Utilizaron su persona, por política y por dinero"
Mena se hizo cargo de las obras de Goya en 1996, cuando, en un cambio de estructura del museo, dejó la subdirección para pasar a hacerse cargo de una sección. "No fue casual –asegura- Son procesos que la vida va encaminando. Elegí la de Goya porque me parecía que era la que necesitaba mayor atención, más estudio moderno. El resto de los artistas habían sido estudiados con más calma desde el punto de vista histórico-artístico, pero eso no había ocurrido con Goya".
La conservadora rechaza las visiones románticas sobre la vida y la obra del pintor aragonés. "No era tan atormentado como se dice. Eso es una leyenda que surge en el siglo XIX, cuando el romanticismo crea una figura cercana al loco. Pero en realidad se trata de alguien muy racional, aunque con una forma de ver las cosas única, personal, nueva, suya, sin pensar en quienes tiene a su alrededor, totalmente individual".
Sin embargo, sí vivió una época tormentosa, con los reinados de Carlos IV y Fernando VII, el paso de figuras como José Godoy, la guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz, entre otros episodios históricos. "Con Goya nos enfrentábamos, y todavía nos enfrentamos, a pasiones artísticas enfrentadas fuera de la historia del arte –explica Mena-. Le utilizan, utilizan su persona; unos por política, otros por dinero. Y eso ha hecho que a lo largo de 200 años se haya ido haciendo alteraciones de su figura".
Su vida sentimental también ha sido objeto de manipulaciones legendarias, que le atribuyen numerosas relaciones fuera de su matrimonio, entre otras con la duquesa de Alba de la época. "Hay una leyenda. Goya está casado con Josefa Bayeu desde joven y está con ella hasta que muere. No sabemos que tuviera nada más. Esos romances son leyendas románticas, no hay pruebas de ninguno de ellos", apunta Mena.
Las dos majas de Goya
Una de esas leyendas, quizás de las más extendidas sobre el pintor aragonés, gira en torno a los cuadros de Las majas, la desnuda y la vestida, y sitúa como supuesta modelo a la misma aristócrata con la que se le atribuía el romance. Mena rechaza esa versión: "No sabemos quiénes son esas majas", señala.
Se trata de dos cuadros encargados por Manuel Godoy, el hombre fuerte del reinado de Carlos IV, para la parte privada de su palacio, donde debían formar un conjunto con La venus del espejo de Velázquez y con otra atribuida a Tiziano.
"Es posible que la vestida estuviera tapando a la desnuda en determinados momentos, parece que había un marco doble que podía levantarse, y mostrar una u otra, según quien entraba en la sala. Había muchas estampas de tipo pornográfico, para la época, con juegos de ese tipo", explica Mena.
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