Entrevista a Julián Casanova"Podemos estar muy cerca de ver una dictadura en Europa"
El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza publica 'Franco', una biografía en la que de forma sucinta y sintética aborda los grandes asuntos transversales que marcaron la figura del dictador desde la cuna a la sepultura.

Madrid--Actualizado a
Julián Casanova, catedrático de Historia en la Universidad de Zaragoza, es uno de los mayores expertos que hay en España sobre el franquismo. Por eso no sorprende que, coincidiendo con el quincuagésimo aniversario de la muerte de Francisco Franco, publique una biografía sobre el dictador. Franco (Editorial Crítica), explica Casanova, es un libro escrito con una clara vocación didáctica, pensando, sobre todo, en explicar quién fue este personaje a "esos jóvenes que creen que la democracia no ha hecho nada".
Miembro del comité de expertos que ha asesorado al Gobierno en la organización de los actos por los cincuenta años de la muerte de Franco, Casanova asiste con preocupación a la reivindicación de la figura de Franco que se está produciendo en España tras la irrupción de Vox y alerta del riesgo que corren las democracias europeas con el auge de la ultraderecha.
Su biografía sobre Franco es cortita y al pie: apenas 400 páginas para relatar la vida de una figura que marcó la historia de España durante 40 años.
La era digital ha cambiado la forma de leer historia: la gente huye de los tochos de mil páginas. Pero también ha cambiado la forma de escribirla. Mi reto era sintetizar sin perder la complejidad, así que he puesto mucho cuidado en la narración. Mi libro es una síntesis en la que hago justicia a la mayor parte de los colegas que han escrito sobre Franco, algo que es muy importante para un historiador. Conviene no perder el norte cuando llegas a sitios donde ya han estado otros.
Usted ya había escrito mucho sobre Franco, ¿por qué una biografía ahora?
Creo que había llegado el momento de abordar una biografía clásica entendida como la búsqueda del hilo conductor de la persona desde la cuna a la sepultura, pero abordando además temas transversales. Algo tiene que haber pasado para que una persona de orígenes humildes acabe enterrado como un faraón. Yo sitúo al personaje en un telescopio para que la gente que no lo sabe sepa quién fue. Además, creo que este libro es la culminación de mi trayectoria académica, en la que, es cierto, he escrito mucho sobre Franco y el franquismo.
¿Qué pasó para que Franco ocupara un lugar en la historia que en principio no estaba destinado para él?
Franco era un general que no tenía que explicar a las clases dominantes de dónde venía. No es como Hitler, un cabo frustrado, o Mussolini, que tenía que justificar sus orígenes revolucionarios. Franco es otra cosa: él estuvo en África, dio un golpe de Estado junto a otros militares en 1936 y llegó aclamado al poder. A partir de ese momento no necesitó ninguna sofisticación ni tampoco demostrar nada a nadie. Una vez ganada la guerra, se puede decir, parafraseando al historiador Ian Kershaw, que todo fluía en la dirección del Caudillo. El carisma entonces se lo da la Iglesia Católica, el palio, la convención de la guerra civil como una cruzada. Pero solo en 1953, con la firma de los acuerdos de Estados Unidos y del Concordato con el Vaticano, es cuando puede decir: "Por fin he ganado la guerra civil."
Usted le da mucha importancia al contexto internacional, que casi siempre fue favorable a Franco y le ayudó a consolidar su poder.
A Franco le va llevando hacia adelante el contexto internacional, claramente. Primero el nazismo; luego la caída del nazismo le convierte en un paria, pero más tarde la Guerra Fría lo acoge y le da alas. Mientras tanto, en el interior de España era todopoderoso porque había ganado una guerra civil con rendición incondicional de sus enemigos. Y en el momento que tú planteas la historia como rendición incondicional, los vencedores pasan a cuchillo a los vencidos.
La represión y la venganza fueron señas de identidad de la dictadura.
El momento más duro de la represión y las políticas de exterminio del franquismo coinciden con el momento en que Europa está bajo la bota nazi, en los primeros años 40. La posguerra hubiera sido igual de dura en España, pero con los alemanes ocupando Francia la atmósfera fue todavía más inclemente para quienes habían perdido la guerra. Ahí está, por ejemplo, el caso de Lluís Companys, detenido por los nazis en Francia y entregado a España para que fuera fusilado.
En el libro, sin embargo, narra que públicamente Franco se desmarcaba de la represión.
Franco podía estar tranquilo: tenía la unidad del Ejército, había ganado la guerra de forma incondicional y gozaba del apoyo del Vaticano. Sin embargo, él siempre se desmarcó de ese pasado infame y sucio: según la propaganda, Franco no reprimió a nadie, eran otros los que lo hacían. Él estaba allí gracias a la Providencia para traer la gloria a España. Hasta su hija Carmencita le dijo a Stanley G. Payne que la represión le ponía enfermo y que entró a la guerra con desgana. Hombre, eso es una tomadura de pelo: en España no se movía nada sin su visto bueno, sobre todo en los primeros años de la dictadura.
En ese sentido, usted destaca la capacidad de Franco para reinventarse: pasó del fascismo más brutal a presentarse como un abuelo hogareño que velaba por el bien de España.
Pero es que tuvo tres décadas para hacerlo. Si hubiera muerto en 1945, Franco hubiera pasado a la historia como un fascista más, sería un paria como Hitler o Mussolini. Además, tuvo a su disposición un gran servicio de propaganda y publicidad: Franco empezó con la radio, pero conoció la televisión, y eso hay que tenerlo en cuenta. Duró más que Hitler, Mussolini y Stalin, y cuando alguien dura tanto te tienes que preguntar el porqué de esa persistencia. No puedes centrarte solo en una faceta porque Franco cambió, y le hicieron cambiar, con el mundo. Ahora, lo que no dejó nunca de ser es un militar que había ganado una guerra civil. Los lazos de sangre marcados por ese conflicto funcionaron hasta el final del franquismo, incluso más allá de la muerte del dictador.
La corrupción y el enriquecimiento de Franco y de su familia, que utilizaba el patrimonio nacional como si fuera suyo, también están muy presentes en su libro.
El tema de la corrupción es muy importante porque el mito era la austeridad. Franco, su mujer, su hija y hasta su hermana Pilar Franco se presentaban ante la sociedad bajo el manto de la austeridad. Su hermana Pilar decía que Franco se compraba hasta los calzoncillos. Sin embargo, Pilar Franco, con 11 hijos, murió con un patrimonio impresionante. Y lo mismo se puede decir del resto de la familia. A partir de 1950, año en que Carmen Franco se casa con Cristóbal Martínez-Bordiú, la familia de éste también entra a saco en el patrimonio nacional.
¿Se comportaron Franco y su mujer, Carmen Polo, como reyes sin corona?
Sí, Carmen Polo se comportaba como una reina sin corona y exigía que a su hija la trataran como a una princesa. Cuando su nieta Carmen Martínez-Bordiú se casó con Alfonso de Borbón en 1972 también pidió el mismo trato para su nieta. De hecho, Cristóbal Martínez-Bordiú presionó para que Franco nombrara a Alfonso de Borbón como sucesor de Franco en lugar de su primo Juan Carlos, pero Franco no accedió pese a las presiones familiares.
¿El cambio del príncipe Juan Carlos por su primo Alfonso de Borbón como sucesor de Franco fue una posibilidad real?
Realmente, no. Para empezar, Franco no designó a Juan Carlos de Borbón porque le diera la gana. Era muy difícil que cambiara su decisión porque con Juan Carlos estaban los tecnócratas del Opus Dei, que dominaban la política desde que entraron en 1957 con el plan de estabilización, y luego estaba Carrero Blanco, que era franquista al 200% y el único que podía susurrar al oído al dictador. A Carrero nadie le iba a decir que podía hacer o no Franco. Además, Don Juan, que entonces era el jefe de la Casa Real española, ya había dejado claro que su sobrino Alfonso de Borbón no tenía derechos. Todo este episodio de la sucesión muestra la miseria, la inclemencia y la manipulación, pero no explica la historia de Franco.
¿Quién era realmente Franco entonces?
Para comprender a Franco es importante tener en cuenta, sí, la corrupción, el mito de la austeridad y todo eso, pero Franco básicamente era un militar que gana una guerra. Las armas están hasta presentes hasta el final de su dictadura. Cuando los del búnker, que estaban acongojados, le preguntaban por el futuro, él siempre respondía lo mismo: "Confíe usted en las fuerzas armadas. No se preocupe".
¿El Ejército fue el sostén de la dictadura, sobre todo en los últimos años, o gozaba Franco de más apoyo social del que pensamos?
Las Fuerzas Armadas fueron las grandes responsables de que nadie saliera a las calles el día que murió Franco, pero en 1975 el franquismo tenía una importantísima y numerosa base social para actuar en caso de que algo hubiera fallado el día de su muerte. No estaba ya solo el Ejército, sino que estaban también toda la Policía, incluyendo un entramado importante de Policía secreta, la Guardia Civil y sobre todo decenas de miles de excombatientes armados de la Guardia de Franco.
¿Su muerte fue un alivio para el país o una conmoción?
El día que murió Franco nadie salió a la calle a celebrarlo, estuvimos todos muertos de miedo. La gente fue a verlo al velatorio durante tres días, pero nadie, y nadie es nadie, salió a la calle; nadie celebró nada, aunque muchos lo celebraran en la intimidad. Eso indica en la España que estábamos en 1975 y porque la Transición iba a ser tan larga y complicada.
¿Qué opina usted de la Transición?
Al principio nos dijeron que la Transición era inmaculada, pero solo empezamos a poner un poco de orden en el asunto cuando tocó revisarla. Tengo que reconocer que el rey Juan Carlos ayudó mucho, porque fue el timón, pero años después unos elefantes lo pusieron en su sitio.
¿Cómo cree que ha evolucionado la imagen de Franco entre la ciudadanía en estos 50 años después de su muerte?
La figura de Franco siempre ha aguantado mejor que su dictadura el juicio de la historia. Ha habido mucha aureola mítica y mística en torno a él. Y tenía más apoyo social del que la gente cree. Le pasaba un poco como a Hitler, que todos los demás eran muy malos, pero oye, Hitler había librado a Alemania del paro y todas esas cosas. En relación con Franco llegó un momento en que había tanta historiografía, habíamos llegado tantos a un acuerdo, que el único problema pendiente estaba en las cunetas. El resto ya estaba prácticamente saldado.
¿No estamos asistiendo a una reivindicación de su figura en los últimos tiempos? ¿No está perdiendo parte de la sociedad española el pudor en ese sentido?
Pero esto no ocurre solo en España. Es un problema universal. Estamos viendo como criminales de guerra y dictadores en todo el mundo acaban siendo modernizadores en la percepción de muchísima gente después de un tiempo. Ocurre con Franco, pese a los numerosos costes sociales, económicos y medioambientales que trajo su dictadura.
¿El empuje de Vox tiene algo que ver en ello?
Franco y el franquismo ya no son percibidos como una cosa nostálgica, esos 30 o falangistas levantando el brazo para celebrar el 20-N que se reunían una vez al año en el Valle de los Caídos. Ahora tenemos una ultraderecha moderna que cuenta con más medios, y más ahora con el apoyo de Elon Musk, que les va a dar un impulso impresionante.
¿Por qué en España nos cuesta tanto hacer memoria histórica?
Los historiadores por lo menos hemos hecho nuestro trabajo. Gente como Ángel Viñas, Enrique Moradiellos, Javier Rodrigo, Matilde Eiroa o Paul Preston han hecho su trabajo. Que no nos vengan con el cuento de que la memoria democrática contamina, intoxica y adoctrina. Esa acusación parte de unas personas que revitalizan y reactualizan el autoritarismo, el fascismo y a Franco. Quien no ha hecho su trabajo ha sido una parte de la clase política. Si a ello le sumas la llegada de la era digital, la irrupción de Vox y todo el apoyo internacional que tiene la ultraderecha, pues es evidente que nosotros los historiadores jugamos en segunda división. Pese a ello, tenemos que hacer un esfuerzo y no desfallecer.
¿A qué se refiere?
Algo gordo está pasando en el mundo. Hay muchos jóvenes que creen que la democracia y el autoritarismo son lo mismo. Los que ahora advertimos de que puede llegar un nuevo autoritarismo hemos leído mucho a otros que en el pasado también advertían de lo que podía ocurrir. Tenemos que advertir de lo que puede venir, pero eso sí, sin dramatismos, simplemente recordando que es la sociedad civil la que decide. Si la sociedad civil quiere que la democracia sea frágil y la banaliza, entonces vamos a tener un problema en forma de racismo, aporofobia, homofobia, etcétera, y ya veremos qué pasará.
¿Estamos cerca de ver regímenes autoritarios otra vez en Europa o en España?
O una dictadura...
O una dictadura, sí.
Yo no digo que no pueda ocurrir. Podría, pero espero que no, sobre todo por esos jóvenes que creen que la democracia no ha hecho nada. Es verdad que hay mucho ruido, mucho grito, mucho insulto y mucha agresividad en los parlamentos, pero mientras uno no tenga armas para el militarismo y el Ejército esté subordinado al poder civil, la historia no va a ir para atrás. Ahora, en el momento en que, por ejemplo, Trump crea que puede entrar a saco también en el Ejército, y que los militares empezaran a opinar, entonces sí estaría asustado. Mientras eso no ocurra, Europa tiene que pensar que tiene una sociedad civil y una sociedad política suficientemente fuerte.
¿Cómo valora la polémica que se ha generado con los actos del Gobierno por los cincuenta años de la muerte de Franco? ¿Qué dice de nosotros como país que la figura del dictador siga siendo tan controvertida en 2025?
Es increíble que se ponga en duda que los historiadores, 50 años después de la muerte de Franco, puedan investigar aquel período o que un Gobierno, como gestor público, pueda hacer exposiciones. Pero esto es producto de lo que ha pasado en los últimos años en España. Ahí está Vox. Y luego tenemos la radicalización de determinados medios de comunicación, medios que me acusan de escribir al dictado de Pedro Sánchez, por ejemplo. Quien me conozca sabe que eso es una broma de mal gusto. Y después, respecto al Gobierno, es verdad que ha tenido una idea un poco ambigua de si conmemoraba el 50 aniversario de la muerte de Franco, la Transición o la democracia. Tendría que haberlo aclarado. Y es verdad también que quiere contraponer a la ultraderecha, desde luego, pero los historiadores no podemos meternos en la gestión pública.
¿Cómo interpreta la ausencia de Felipe VI en ese primer acto de conmemoración? ¿No le parece muy elocuente?
No soy nadie para decirle al rey lo que tiene que hacer, pero me pregunto quién le está asesorando para que no se dé cuenta de que su padre venía del franquismo y de que fue un elemento trascendental en la Transición. Yo creo que hay un mal asesoramiento, pero, repito, yo no soy nadie para decir si el rey tiene que ir o no tiene que ir.
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