barcelona
Pilar Aymerich (Barcelona, 1943) es una de las fotógrafas de cabecera de Catalunya. Sus imágenes del tardofranquismo, la Transición y los personajes de la época, como Mercè Rodoreda, Maria Aurèlia Capmany u Ovidi Montllor, han marcado a varias generaciones y han inmortalizado anhelos, esperanzas y cambios.
Habiendo comenzado ya la octava década, esta fotógrafa pionera publica sus memorias visuales en La Barcelona de Pilar Aymerich (Comanegra y Ajuntament de Barcelona). Además de imágenes icónicas, hay algunas de inéditas, como las que también se han mostrado y se mostrarán en dos exposiciones este año para celebrar su obra después de ganar el premio Nacional de Fotografía, otorgado por el Gobierno español en 2021. En 2005, la Generalitat ya le había galardonado con la Creu de Sant Jordi.
Aymerich recibe a Público en su casa, donde tiene el estudio, todavía con cámaras y focos, y en las paredes, fotografías y carteles de exposiciones propias y ajenas: "Yo no me jubilaré nunca. No contemplo qué vida podría hacer yo fuera de la fotografía". Las manifestaciones feministas de los 70, su vínculo con la lucha por la igualdad hoy y la memoria, la colectiva pero también la que pasa por figuras capitales del país como Montserrat Roig, marcan el hilo de la conversación: "Ahora se habla más de mujeres gracias a las mujeres, a un movimiento feminista vivo".
Acaba de publicar el libro y tiene varias exposiciones planificadas. ¿Lo ve como unas memorias?
Sí, en realidad sí. Creo que es una memoria visual, pero también personal, porque en los pies de foto yo explico lo que sentía cuando hacía la fotografía, lo que pasaba a mi alrededor. Esto no lo explicamos nunca, las personas que nos dedicamos a la fotografía. Son unas memorias de una época muy concreta, comprende justo los finales del franquismo y la Transición. Son unos años a los cuales no se ha dedicado demasiado tiempo a hablar. Ahora se empieza a hacer, pero a nivel político, no ciudadano.
¿A qué se refiere?
A lo que significó la Transición para nosotros, las personas que salíamos a la calle, que queríamos cambiar las leyes.
¿Por qué apenas se empieza a hablar ahora?
"[En la Transición] la gente de la calle tenía unas esperanzas que no se cumplieron"
Primero, yo creo que es que ha pasado suficiente tiempo. Y segundo, yo creo que el ciudadano piensa que nos hemos quedado en la mitad. Que todo lo que intentaron hacer los padres después de la muerte de Franco se ha ido diluyendo. Y entonces los jóvenes se encuentran con un mundo que tampoco ha cambiado como nosotros queríamos que lo hiciera. Tengo la esperanza de que estos jóvenes cambiarán algo más lo que nosotros hicimos, o quizás no, claro... El futuro siempre es una incógnita.
¿Qué es lo que frenó estos cambios?
Se tuvieron que hacer muchos pactos después de 40 años de dictadura y la cosa fue bajando como un suflé. Pero, claro, te vas haciendo mayor y piensas... Después de 40 años de dictadura, con todas las instituciones completamente copadas por los franquistas, ¿se podía hacer algo más? Hay gente que dice que no, pero mucha gente dice que sí... La gente de la calle tenía unas esperanzas que no se cumplieron.
¿Y como recuerda aquellos años, tanto a nivel personal como profesional?
"Durante el franquismo, Barcelona era una ciudad triste, gris, inhóspita"
Los recuerdo como años de esperanza y de alegría; estábamos contentos. Por fin nos habíamos sacado todo aquel peso de encima de nuestra infancia, la Barcelona triste, gris... Cada día salías a la calle porque cada día pasaba algo. Cuando no eran unos, eran otros. Todo el movimiento feminista, por ejemplo, al comienzo quedó un poco como escondido dentro de toda la Transición, pero después se ha ido revisando y fue un gran cambio. Aunque no se haya solucionado todo; nos continúan matando, una lacra que es impensable. Yo creo que no hay la voluntad real de acabar con esto.
La ciudad ha sido su medio natural, sobre todo para trabajar. ¿Cómo ha marcado su trayectoria?
Yo soy ciudadana, soy urbana. Salto de ciudad en ciudad. Barcelona es mi cuartel general. Yo creo que las ciudades siempre tienen influencia en la gente. Barcelona, para mí, es una ciudad para pasear. Es una ciudad muy gráfica, porque tiene muchos barrios diferentes, te puedes encontrar el modernismo, el gótico, la arquitectura más moderna. Es una ciudad abierta y viva. Lo que da miedo es que esta ciudad se vaya desactivando por el turismo, por la falta de cura de la ciudad.
¿Teme que Barcelona pierda la propia identidad?
"Yo soy ciudadana, soy urbana"
Tengo miedo de que Barcelona acabe como un parque temático. Esto es lo que me hace más miedo.
Usted está situada en Gràcia. ¿Cómo ha ido cambiando?
Gràcia siempre sido un barrio luchador, emprendedor, hay mucha juventud... Sí que hay turismo, pero no hay esta cosa tan masiva. Esperamos que continúe así.
Nació en el Carmel.
Yo nací en una pequeña torre del Carmel. Mi abuela tenía bronquitis crónica y entonces se hizo hacer una torre pequeña pero con mucho de jardín, muy bonita. No era una de las grandes torres que después había hacia Horta. En el Carmel eran más de trabajadores, gente de clase media. Siempre he sido del Carmel, pero no he subido nunca más porque siempre me ha dado mucha pena; todas aquellas torres las tiraron a tierra e hicieron casas de pisos. Me he quedado solo con el recuerdo.
En el libro hay fotografías de cuando ya había barracas.
Fue un barrio donde no había ninguna planificación urbanística. Migrantes de otros lugares del Estado español que llegaban, si podían hacerse una casa, se la hacían... Pero no había canales de limpieza, no había una infraestructura de barrio. Quedó absolutamente colapsado. Muchas veces pasabas y decías "uy, pero si aquí había una calle!" y de golpe estaba tapado por una casa. Los barrios de aquella época, en pleno franquismo, no tenían ni pies ni cabeza. No había habido ninguna voluntad de estructurar los barrios y la ciudad. Ha sido después. En aquel momento no había ni agua, ni alcantarillado... Dependía mucho del barrio. Barcelona era una ciudad bastante inhóspita.
Ahora el Carmel se ha convertido en un icono por el turismo masivo, con los búnkeres...
"El turismo desvirtúa las ciudades, tengo miedo de que Barcelona acabe como un parque temático"
De pequeños, nosotros íbamos a los búnkeres con los niños de las barracas del otro lado del Carmel, junto al Parque Güell. Íbamos a hacer volar estrellas. Teníamos siete u ocho años. Y ahora cuando ves todos estos botellones... El turismo desvirtúa las ciudades y esto es un problema gordo.
Antes de dedicarse a la fotografía, estudió teatro. ¿Cómo marcó esto su carrera?
En el teatro estás plasmando unas situaciones, una escenografía, y con la fotografía pasa lo mismo. Muchas personas han dicho que en mi fotografía se nota mi profesión teatral anterior. Cuido mucho el decorado donde pongo las personas. Hay un encuadre que siempre es muy perfecto. Si no lo veo bien, ya no aprieto el disparador... Supongo que me viene del teatro. Lo que pasa es que fue una decisión completamente intuitiva.
¿Dedicarse a la fotografía?
Sí. No tenía ninguna razón para dedicarme a ella, y aparte no lo había hecho nunca. Fue en Londres, al ver aquella ciudad viva, las grandes manifestaciones de la guerra de Vietnam... Fue allí donde decidí que si no escribía, podía escribir con la mirada.
En aquel momento era una profesión sobre todo de hombres.
La fotografía documentalista era un medio de hombres. Había muy pocas mujeres que hicieran fotografía.
¿Fue difícil abrirse paso?
Fue difícil y también fácil, porque el hecho de ser una minoría, de haber muy pocas, hacía que pudiera entrar a ciertos lugares porque no se contemplaba que una mujer estuviera allá haciendo fotos. Muchas veces, en las manifestaciones era yo sola. En aquellos momentos que eran más peligrosos, podía disimular. Y esto era una ventaja. Me podía meter en lugares donde los hombres no podían.
¿Cómo vivió el cambio del analógico al digital?
El digital ha trastocado la cosa de la imagen. No solo han cambiado las herramientas, porque también influyen en cómo ves la realidad y como la interpretas. El meterte en el laboratorio, revelar, ampliar, elegir las fotos, todo a oscuras... Esto te hacía reflexionar. La reflexión comportaba que te miraras las fotos de una manera diferente, como un tipo de historia que salía de dentro tuyo. Mientras que ahora haces las fotos, te pones ante el ordenador, muchas personas ya las envían directamente a la redacción. No hay muchos momentos para reflexionar, para decir qué foto me gusta más, que quiero explicar, qué historia queda más reflejada en esta foto o en la otra. Reconozco que yo tengo una nostalgia del analógico, todavía tengo laboratorio. Son dos maneras de trabajar y de ponerse ante una fotografía. Las dos son buenas, pero también diferentes. Ha cambiado mucho la manera de trabajar y de concebir la fotografía, y la manera de trabajar del propio fotógrafo.
En el libro salen fotografías de las presas de la Trinitat y usted dice que la fotografía puede devolver la identidad a alguien a quien se la han quitado. ¿Su concepción de la fotografía es eminentemente social?
La fotografía sirve para muchas cosas. Hay muchos tipos. Hay fotografías que las haces cogiendo los inputs de fuera, que es el documentalismo. Otra es cuando tú miras una realidad y sale una fotografía que es intimista, que te viene de dentro. No te basas en la realidad, sino que en tu concepción del mundo. La mirada del documentalismo, que es también una mirada de autor, si la diriges hacia temas de los cuales normalmente no se habla, como por ejemplo las presas de la Trinitat, unas mujeres completamente olvidadas... El hecho de irlas a buscar, de buscar su imagen, quiere decir que les das un protagonismo que ellas no han tenido nunca. También me pasó en Beirut, en los campos de Sabra y Xatila. Empecé a fotografiar niños de orfanato y después les enviaba las fotografías.
¿Qué valor tiene esto?
Aquellos niños nunca habían sido fotografiados. La fotografía te reconoce como una persona única. "Este soy yo". Reconoce tu propia identidad. Por eso la gente tiene miedo a hacerse fotos, porque muchas veces tienen miedo de la propia imagen.
Hizo equipo profesional con Montserrat Roig, una de sus grandes amigas. ¿Cómo fue trabajar a su lado?
Eran unos años conflictivos, en todos los sentidos, tanto en la calle como en la literatura. Era muy difícil llegar a la gente, también. Cuando yo hacía fotografía, ella miraba, y cuando ella entrevistaba, yo escuchaba. Después discutíamos cómo habíamos visto el personaje. Primero, éramos dos mujeres, éramos amigas, además.
¿Cómo se conocieron?
Nos habíamos conocido a los 16 años, en la Escuela Dramática Adrià Gual. Había una complicidad que, para hacer fotografía y para estar en los medios de comunicación, es gratificante y salen muchas cosas que de otro modo sería más difícil.
¿Cree que su figura está bastante presente en la actualidad?
Creo que somos un país que olvidamos bastante a la gente que ha sido relevante para nosotros. Durante una época sí que no se hablaba nada, de Montserrat Roig. Ahora se empieza a hablar más. Es curioso porque me llaman chicas jóvenes, que me dicen: "Hemos leído a la Montserrat Roig". Interesa mucho esta conexión entre dos generaciones muy diferentes, que en realidad tienen los mismos problemas.
¿Cómo siente esta recuperación de su figura?
"Para mí es una satisfacción que haya un vínculo entre Montserrat Roig y mujeres jóvenes. Porque quiere decir que su literatura está viva"
Con muchas amigas decimos que se tiene que hablar de las mujeres que han sido un referente para nosotros, o que han estado a nuestro lado en un momento determinado. Porque si no hablamos nosotros, no hablará nadie. Para mí es una satisfacción que haya un vínculo entre diferentes generaciones de mujeres. Porque quiere decir que su literatura está viva.
Decía que es un país que no recordamos: ¿se ha tendido más a olvidar a las mujeres?
Por supuesto. Pero esto con todas las disciplinas. La historia tiene un vacío con las mujeres. Y es el no hablar de ellas. O hablar de tres o cuatro de muy características. Porque hay muchas más mujeres, como hay muchos más hombres. Pero la proporción da risa.
¿Cree que se han recuperado a algunas gracias a los avances del feminismo en los últimos años?
Sí, creo que sí. Se está hablando más de las mujeres gracias a las mujeres. Gracias a que el movimiento feminista está más vivo y hay esta curiosidad por analizar los comienzos del feminismo. Antes no había este vínculo entre el primer feminismo de los años 70 y el de ahora. Aunque ahora es un feminismo diferente, porque la sociedad es diferente, hay un vínculo. Si ahora hay unas leyes, si existe el aborto, el divorcio, es gracias a estas mujeres que salieron a la calle pidiendo unos derechos.
¿En estos 50 años, se ha podido profundizar en estos derechos que comenta?
"Se ha avanzado, pero hay un machismo muy arraigado a la sociedad"
No, profundizar no; se ha podido avanzar. Dentro de la sociedad hay un machismo muy arraigado y esto es muy difícil de conseguir si no hay una voluntad de toda la sociedad de conseguirlo.
Dice que usted ha estado fotógrafa las 24 horas del día. ¿Cómo ha afectado esto a su vida?
Mi vida ha estado marcada por la fotografía, porque, evidentemente, solo haces fotografía. Yo, por ejemplo, no he tenido hijos. Siempre decía "el año que viene tendré un hijo", pero en realidad tenía trabajo, y, a ver, esto también denota que tampoco lo he necesitado. No vi necesidad; me apasionaba mi trabajo y con esto ya tenía bastante. No necesitaba poner una criatura en el mundo, tal como está, además. Y entonces opté por dedicarme a aquello que me gustaba.
¿Se ha jubilado?
"No vi la necesidad de tener hijos; me apasionaba mi trabajo y con esto ya tenía bastante"
No, yo no me jubilaré nunca. No contemplo qué vida podría hacer yo fuera de la fotografía. Continúo yendo mucho a los lugares, al cine, al teatro, porque creo que una fotógrafa tiene que estar mucho al día culturalmente de todo lo que pasa. Tú no puedes hacer una buena fotografía si no sabes quién es la persona que está delante. Estoy acostumbrada a vivir dentro del mundo de la cultura y del mundo de los acontecimientos. Tengo una idea del mundo, del momento, de la cultura.
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