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Actualizado:Una tarea rutinaria del colegio se convierte en el detonante de un drama familiar en el que su creadora, Maja Jul Larsen, se adentra de lleno en el rígido y complejo sistema de los servicios sociales daneses. De eso trata Que viene el lobo, serie de ocho episodios que apuesta por la fórmula de no mostrar los supuestos malos tratos para no decantar al espectador sobre una versión u otra hasta tener todas las piezas del puzzle. En su ambigüedad y la fuerza de las interpretaciones reside su potencial narrativo.
El drama nace de una redacción escrita por Holly (Flora Ofelia Hofmann Lindahl), adolescente de 14 años, bajo la premisa de ‘un día en su vida’. Mientras el resto de sus compañeros de clase escriben lo que se entiende por cosas propias de la edad, Holly relata, con pelos y señales, la supuesta conducta violenta de su padrastro. Incluye tal cantidad de detalles y tal precisión en la descripción de los hechos que sus profesores alertan a los servicios sociales. Ahí es donde entra en juego el trabajador social Lars (Bjarne Henriksen), un hombre de mediana edad del que pronto se sabe que se equivocó en el pasado juzgando un caso.
Lars no quiere volver a cometer el mismo error y, ajustándose a un estricto y marcado protocolo de actuación para situaciones como esta, se pone en marcha. Lo primero, hablar con la joven que entre lágrimas y con pocas palabras le cuenta que lo que ha escrito ha sucedido de verdad y que es la pareja de su madre y padre de su hermano quien la maltrata. Después viene hablar con Theo (Noah Storm Otto), más pequeño. Y, por último, con los padres, Dea (Christine Albeck Børge) y Simon (Peter Plauborg).
Cuatro personas, cuatro versiones que difieren. Las más importantes y a las que debe hacer frente el trabajador social son la de Holly y la de sus padres, contradictorias. Ella habla de malos tratos, de violencia doméstica. Los adultos, de una niña problemática que se lo ha inventado todo. ¿Quién tiene razón?
Que viene el lobo no da respuesta a esta pregunta, la principal, de inicio. De ahí el uso constante del término ‘supuesto’. A lo largo de los dos episodios facilitados por Movistar+ antes del estreno y que pudieron verse en su día en Filmin en el marco del Serielizados Fest, lo que propone su creadora es mantenerse en los grises. No todo es blanco o negro, ni existe una única verdad. Eso no quiere decir que no se vaya a llegar a una resolución al final esclareciendo el caso, sino que la apuesta inicial es la de exponer los hechos y que cada uno juzgue qué cree y a quién. Después de todo, la serie pone el foco sobre la complicada labor de los trabajadores sociales y en como sus decisiones afectan a una familia bajo estudio.
Holly y Theo son apartados de su hogar. Se les prohibe hablar o comunicarse con sus padres y se les lleva con una familia de acogida que se ocupe de ellos mientras psicólogos, educadores, policías, abogados y jueces deciden si su expediente sigue adelante o es archivado. Y mientras todo eso ocurre, los cinco protagonistas de la historia hacen frente a las consecuencias de la denuncia.
Flora Ofelia Hofmann Lindahl logra moverse entre la fragilidad de la víctima y la inquietante posibilidad de que todo sea una invención que responda a una motivación desconocida por el espectador y quienes la rodean. Por su parte, Bjarne Henriksen transmite la tensión y la presión que sufre como quien debe decidir, en primer término, si creer el relato de la joven o no. Lo ve claro, pero algunos de sus gestos llegan a delatar ciertas dudas. Sobre todo a la hora de analizar las respuestas y el comportamiento de la pareja, a la que se ve por momentos derrotada por la dureza de las acusaciones y por momentos a la defensiva. Mientras, su vida privada y la de sus hijos se convierte en objeto de investigación y juicios de valores.
El planteamiento de Que viene el lobo y la forma en la que aborda un tema tan delicado recuerda en cierta manera a la británica Liar . En el caso de la serie creada por los hermanos Jack y Harry Williams el tema a abordar era una violación. Y lo hacían también con dos versiones del mismo suceso. Por un lado, la de la víctima, la profesora Laura Newell (Joanne Froggatt). Por otro, la del violador, el cirujano Andrew Ellis (Ioan Gruffudd). A diferencia de la ficción danesa, en esta sí que se mostraba lo ocurrido aquella noche, pero desde el punto de vista de cada uno de sus protagonistas. Y pronto las dudas se despejaban para meterse de lleno en la búsqueda de justicia.
El punto de encuentro entre ambas ficciones es que en las dos se juega con la ambigüedad en sus primeros episodios, con no decantarse por una versión u otra. En ambas, además, se pone sobre la mesa si el sistema funciona correctamente o debería ser revisado y se siembra la duda en quien sigue la historia.
Una forma de abordar temas especialmente complejos que puede resultar tan incómoda como útil para crear conciencia al colocar al espectador en la tesitura de creer, sin conocer todos los hechos ni verlos, una versión u otra para después mostrarle que quizá estaba equivocado y no creyó a las verdaderas víctimas.
Qué viene el lobo tuvo una gran acogida en Dinamarca, donde fue elegida como mejor drama en sus premios de televisión. Además, obtuvo el de mejor actriz para Flora Ofelia Hofmann Lindahl, actor para Bjarne Henriksen, actriz de reparto para Christine Albeck Børge y actor de reparto para Peter Plaugborg. Pernille Fischer Christensen, May El-Toukhy, Samanou Sahlstrøm y Niclas Bendixen dirigen cada uno dos episodios.
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