madrid
La multinacional española Deoleo, uno de los gigantes mundiales del aceite de oliva, propietario de marcas tan populares como Carbonell, Hojiblanca o Koipe, ha empezado una nueva etapa no sin antes dejar a muchos de sus accionistas minoritarios (en torno a 12.000) prácticamente con una mano detrás y otra delante.
La inauguración de esa nueva etapa se produjo ayer mediante el regreso de Deoleo a Bolsa, un mes exacto después de que la cotización de la empresa quedara en suspenso el 25 de mayo, mientras se materializaba el segundo rescate de su historia, que le ha permitido conjurar otra vez el fantasma de la quiebra.
Dicho rescate tiene dos pilares fundamentales: una operación acordeón, consistente en reducir su capital a cero y ampliarlo a continuación a 50 millones de euros, y la conversión de algo más de 280 millones de deuda en acciones de la compañía, lo que ha puesto en manos de sus principales acreedores una participación del 49%.
El máximo accionista, con un 51%, sigue siendo el fondo británico CVC Partners, que acudió en auxilio de Deoleo en 2014, dentro de su estrategia de expansión en España, donde tiene una presencia destacada en sectores como el energético (Naturgy), el textil (Cortefiel) o el de las residencias de mayores (Vitalia).
La ampliación de capital se cerró con una importante sobredemanda (un 50% superior a los títulos ofertados), gracias entre otras cosas al ejercicio del derecho de suscripción preferente por parte de antiguos accionistas, que decidieron poner un poco más de dinero antes que dar definitivamente por perdida toda su inversión.
No obstante, para atenuar el golpe que esta operación ha infligido a los minoritarios, Deloleo ha decidido entregarles hasta 1.404,8 millones de warrants (opciones de compra) sobre un máximo del 10% del capital si la empresa fuera vendida antes de diez años con una valoración superior a los 575 millones de euros.
El regreso ayer de Deoleo a bolsa se hizo a un precio de 16 céntimos por título, lo que equivale a una capitalización (valor de mercado) de 80 millones de euros, más del doble de la registrada el 24 de mayo (33 millones), pero muy lejos de los 2.000 millones que llegó a alcanzar en 2007, justo antes del estallido de la crisis económica.
Entonces, la empresa ni siquiera se denominaba Deoleo, sino SOS Cuétara, y disfrutaba de los resultados de la política de expansión que la había convertido en un gigante mundial, primero del arroz y después del aceite de oliva; a cambio, eso sí, de contraer una deuda colosal, que en algún momento rondó los 1.500 millones de euros.
El pago de esa cuantiosa deuda y el cambio en los hábitos de consumo derivado de la crisis comprometieron gravemente las cuentas de una empresa eminentemente marquista, como ésta, y la obligaron a desinvertir a marchas forzadas y a emprender un largo viacrucis, cuyo final no se sabe si ha llegado ahora.
Uno de sus hitos más traumáticos fue la destitución en abril de 2009 de dos históricos gestores y accionistas de referencia, los hermanos Jesús y Jaime Salazar, presidente y vicepresidente de SOS Cuétara respectivamente, por haberse concedido un préstamo de más de 200 millones de euros, so pretexto de facilitar la entrada de un inversor libio y otro de Bahrein que nunca aparecieron.
Aquel feo asunto acabó en los tribunales, pero finalmente no se celebró el juicio, gracias a sendos acuerdos suscritos en febrero de este año con Deoleo y con la Fiscalía, por el que los Salazar reconocieron su culpa, aceptaron penas que no conllevaban la entrada en prisión y devolvieron una mínima parte del dinero que se les exigía.
Pese a haber resuelto este pleito, Deoleo no tiene completamente despejado su horizonte judicial, habida cuenta de la demanda presentada contra la empresa por un grupo de accionistas minoritarios; tampoco deja de ser difícil su situación financiera, ya que sigue soportando una deuda de 242 millones de euros y lleva seis años en pérdidas.
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